Diario de León
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La corrupción acompaña al ser humano desde el nacimiento de la especie. Va en su atavismo. Y sí, en Atapuerca por supuesto que había comportamientos desleales. Pero ser desleal cuando también eres caníbal y depredador no tiene trascendencia.

En nuestros días sí importa, y mucho; se trata de una conducta miserable de quien se deja comprar.

Estamos tristemente acostumbrados a la infame corrupción de cierta clase política; incluso a que se autoabaraten impunemente las penas para que el delito les salga a bajo coste. Nos escandalizamos, sin embargo, cuando el emponzoñado es un agente de policía, un funcionario, un clérigo, un juez, un médico… Acaso porque la sociedad espera de estos profesionales una conducta intachable, espejo de rectitud. Cuando esta integridad se agrieta, el sistema se resiente y saltan las alarmas.

Se han conocido recientemente las interioridades de la operación antidroga Imperiun-Corsini, con la detención de medio centenar de narcos; entre ellos, varios guardias civiles, un policía nacional, otro local y un aduanero. El cártel logró meter en España más de cien toneladas de hachís y cocaína.

En otra operación, Jumita, prolongación de la anterior, se intervinieron 16,5 millones de euros y casi dos toneladas de coca en la zona de Algeciras. Según Cruz Morcillo, siempre bien documentada, el FBI pasó información a las FFCCSE después de haber desencriptado millones de mensajes secretos.

En efecto. Las mafias, los cárteles, las redes del narcotráfico y el crimen organizado transnacional, o sea, el «crimen sin fronteras», utilizan teléfonos con sistemas encriptados a los que hasta ahora había sido cuasi imposible acceder.

La infiltración de agentes encubiertos de Francia y Holanda en una de las plataformas que daba servicio de criptosistemas al hampa, sirvió de cabeza de puente para tirar del hilo.

Ahí se evidenció que entre los dos millones de conversaciones pinchadas a posteriori salían algunas de contactos conniventes de agentes policiales de distintos países con las llamadas «multinacionales de la droga».

Validadas por la Audiencia Nacional las escuchas aportadas por Europol, miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil forman parte del equipo policial europeo de Asuntos Internos dedicado a desenmascarar la identidad de los agentes que hay detrás de cada alias o nick en las comunicaciones con los capos del narco. Tarde o temprano acabarán cayendo y serán policías de verdad quienes les pongan los grilletes en las muñecas.

En mi ponencia sobre el futuro modelo de seguridad que redacté en su día para exponer en la Comisión no permanente para el estudio del modelo policial del siglo XXI en el Congreso de los Diputados, antes de que se paralizara, hice un repaso de las diez realidades policiales que hay actualmente en España: Policía Nacional, Guardia Civil, Servicio de Vigilancia Aduanera, Ertzaintza, Mossos de Escuadra, Policía Foral de Navarra, Cuerpo General de Policía de Canarias, Policía Local con 2.037 cuerpos, Policía Portuaria y Agentes Medioambientale, sin contar en este inventario a la comunidad de inteligencia (CNI, CITCO, CIFAS…)

En total, la cifra de funcionarios policiales en España se eleva a 260.595 agentes. Este dato nos ofrece una ratio aproximada de 4,9 policías por mil habitantes. La media en la UE es de 3,6.

Así, y pese al elevado número de agentes, puse de manifiesto en el ensayo, basado en balances judiciales, el hecho de que la tasa de conductas desviadas de los policías españoles, léase cohecho y prevaricación, entre otras prácticas tipificadas en el C.P. sobre estas materias específicas, es de las más bajas de la Unión Europea. Aún siendo la península ibérica la puerta de entrada de los más importantes alijos de droga del espacio Schengen de libre circulación y tener vecindad con Marruecos, el mayor productor de hachís del mundo, a tiro de piedra al otro lado del Estrecho de Gibraltar.

No deben relajarnos sin embargo estas cifras conductuales del funcionariado policial con respecto a la UE.

Una sola manzana podrida ya es demasiado. El cáncer de las sociedades entra por la corrupción… y la indolencia. Abaratar a la carta las penas del Código Penal no ayuda a dar ejemplo en su lucha.

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