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Publicado por
Francisco J. López Rodríguez, profesor jubilado de FP
León

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Inicialmente pretendía titular el presente escrito:  La Parodia Educativa . Cambio de título. Pienso que, algo tan importante como la educación, incluirla en el género de la comedia es, hasta cierto punto, un insulto. No obstante, creo que el mejor título sería que la educación es una tragicomedia.

No enumero las múltiples leyes educativas que se han publicado desde la Democracia. Hoy, en esta sociedad que vivimos, ya no importa mirar al pasado, solo importa el presente, aunque estemos continuamente en un olor nauseabundo. La educación se ha convertido en un arma ideológica de los Gobiernos. La educación, en determinados parámetros, es un fin de esta ultraizquierda casposa, comunista y arcaica que reivindica lo más negro de la historia del comunismo revolucionario.

Se pretende una educación para todos. Se pretende medir a todos por un igual. Se pretende valorar lo mismo a los que trabajan que a los que no trabajan. Prima más a los que no trabajan dado que les damos buenas ayudas para que estén estirando la pata y su misión es abrir la boca y llenar el papo.

La Ley educativa actual, Lomloe, no habla de esfuerzo. No habla de respetar a los docentes. Su desarrollo son caminos para que triunfe el vago. Los protagonistas de la educación, los docentes, no tienen ningún derecho, solo deberes. Los estudiantes solo tienen derechos, no tienen deberes. Los alumnos, alumnas, que trabajan no serán los premiados. Se les merita menos que a los vagos. Se decía antes que paseaban los libros. Ahora, ni eso, porque ya no hay libros y, de haberlos, muchos alumnos ni los compran. Algunos los sustituyen por los porros. Hablar del pasado, molesta. Hablar del esfuerzo histórico para conseguir un título, no tiene mérito.

Hace unos cuantos años los estudiantes tenían que someterse a múltiples pruebas para superar las diversas fases educativas: prueba para ingresar en el instituto, reválida de cuarto. reválida de sexto. Para acceder a la universidad Preuniversitario, prueba de madurez. Si hoy, se exigiera estas pruebas para ingresar en las universidades, estarían vacías ya que se contaría con los dedos de las manos quienes podrán cursar una carrera universitaria. Hoy, se elimina el esfuerzo. Hoy, se elimina los valores. Hoy se mide por igual a todos, filosofía comunista. Hoy no se recompensa al que trabaja. Tiene más valor el que la está mangando todo el día. Hoy, se pasa de curso con pendientes. Hoy, se va a la universidad con unas pruebas, que deberían eliminarse, ya que aprueba el cien por cien. Hoy, estudiar no se recompensa. Aprobar sin marcarla, se premia. Se eliminan los conocimientos. Quitamos la Historia. No interesa. No interesa saber qué han hechos nuestros antepasados. Bueno, seguimos dando vueltas con la guerra civil y subvencionamos a asociaciones para seguir desempolvar lo que no hemos vivido el noventa por ciento de los españoles. Pero, como hay suculentas subvenciones, hay que seguir con la matraca de los buenos y los malos. Quitamos la filosofía. Esa ciencia que se definía como amor a la sabiduría. ¿A qué sabiduría aspiran los jóvenes de hoy? ¿Qué saben de Geografía? ¿Quién fue Cristóbal Colón y quienes fueron los reyes Católicos? ¿Qué saben de Literatura? Hemos tenido un siglo de oro. ¿Qué es eso del siglo de oro? Será porque predominaba el metal aurífero. Me recuerda una pregunta en mi época de profesor que pregunté en clase ciertos hechos, entre otros, en qué siglo vivió Alfonso XII. La respuesta fue: en el siglo XII. Sic.

El saber no importa. Qué importa si Aristóteles puso los valores de democráticos como estandarte social. Qué importa lo que dijo Sócrates: la idea del hombre de conocerse a sí mismo y, por lo tanto, saber cuál es la naturaleza humana buena y justa y reconocer nuestra ignorancia, la cual abre paso a la posibilidad de aprehender nuevas ideas. Lo importante es vivir en la ignorancia. No importa qué dijo Kant ni quien fue. Según Kant, el valor moral de las acciones radica en las máximas. Elegir máximas, es elegir un plan de conducta.

Y que dijo Ortega y Gasset: Me duele España. No interesa. Lo que importa es romper la patria. Fue Unamuno, muchos no saben si existió, quien dijo: Los nacionalismos se curan viajando. Que no, que todo esto no se necesita. Que a los niños de ahora y a los jóvenes del mañana, les damos teléfono y una table y cuando se les pregunte algo tienen por donde informarse.

Para eso, está Google. Y, si fuera poco, les damos cuatrocientos euros para que compren más juegos y se diviertan más. Ya no importa saber nada de nuestros literatos. Alguien escribió la  Verdad Sospechosa  y  Las Paredes Oyen.  Y ese ¿quién fue? Sí, sí existió un señor que se apellidaba Larra, por nombre, Mariano José, que escribió contra la burocracia y la corrupción de la Administración. Que no. Que esto no se necesita.

A mí lo que me importa es manejar las redes sociales para divertirme, insultar, recrear los sentidos en el porno. Sí, ya es doctrina oficial de la Montero y la Belarra. A los niños hay que iniciarLes en el sexo desde pequeños. La naturaleza tiene que despertar cuanto antes. Por cierto, ya se subvencionan charlas para tal efecto.

Hemos llegado a tal disparate con este sistema educativo que me recuerda aquel japonés que llevaba un tiempo en España y le preguntaron ¿qué aprendiste de español? Recitó una sarta de tacos de toda clase que fue lo primero que escuchó. Ya sabemos que al no haber cultura, el sustituto es el taco, el insulto, la muletilla.

Voy a recordar aquella película de  Recluta con Niño  protagonizada por José Luis Ozores. La mili fue el refugio de muchos jóvenes. La mili siempre es un recuerdo para los que pasamos por ella y había que andar con buen tino para que te concedieran permisos y muchas veces te sometían a pruebas. Ahí tenemos a Cañete que le concederían permiso para ver a la novia, sometiéndole a la siguiente prueba. Vamos a ver Cañete, partes del fusil: dos, mi sargento, fu-sil. A ver Cañete vamos a seguir con la siguiente pregunta: entreguen armas, ahí va la mía ¡Cañete! De, cachondeo, no. No, mi sargento de, Grijota, provincia de Palencia. No cabe duda de que mi intención tiene un símil a la parodia.

Por las redes sociales hay un comentario del catedrático de la Universidad de Granada, Daniel Arias Aranda, de lo que es la Universidad hoy y de lo que fue en el pasado. Habla del absentismo de los estudiantes. Comenta que en sus clases, están matriculados cincuenta alumnos, apenas vienen el treinta por ciento. Los que vienen, la mayoría, con un portátil y el teléfono, que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Es raro que alguien pregunte por mucho que se les provoque. Quince minutos antes de que acabe la clase, ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir. Las exigencias del alumno, a las protestas ante los suspensos, son continuas. Se baja el nivel, no se llega al mínimo. Es igual, hay que aprobar a la mayoría.

Hoy, a los alumnos les importa un bledo la cultura, las humanidades brillan por su ausencia. No tienen ni idea de nuestra historia, de nuestros literatos. No importa. Las leyes se hicieron para los vagos, para los que no trabajan. Estamos sembrando malas hierbas y recogeremos el fruto, espinas. Me viene a la memoria el escrache que recibió un profesor de Bioquímica en primero de Medicina. Suspendió al noventa y ocho por ciento de los alumnos. Exijo a los alumnos en mi materia lo que se exigía en un bachiller históricamente. El resultado y, temiendo por su integridad física y no, teniendo el apoyo del rectorado y, maniatado por las Asociaciones de estudiantes, por regla general, vapuleadas por una extrema izquierda comunista, tuvo que dar un aprobado general en su materia. Esta es el buen camino para los que se preparan para velar por la salud de los españoles.

Yo me pregunto: ¿Qué generaciones estamos preparando para el futuro? ¿Este sistema educativo es competitivo? ¿Este sistema sirve para afrontar un trabajo? Debemos recordar a Herbert Spencer, naturalista,