Trayectoria vital-humanista: Pedro Martínez Montávez
Y a para siempre nos dejó: fue en la mañana del 14 de febrero de 2023. Gran ser humano, hombre cabal, hombre de su Tiempo, que nació en 1933 y el 30 de junio en Jódar (Jaén): nombrado hijo predilecto y donde, en una de sus calles, se lee su nombre. ¡Qué gratificante recordar que el inminente profesor realizó un trabajo de enseñanza indiscutible en el terreno del arabismo español, revitalizando la espléndida tradición del mejor humanismo!
Su prosa: torrencial cascada de palabras, adverbios, sinónimos, metonimias, metáforas y subordinadas que se encadenan, se taracean. Encrucijada de aguas subterráneas de origen árabe. Aguas cálidas, termales, en las que se bañan nuestro principal signo de identidad.
Sus palabras, con una carga metafórica intensa, llenas de experiencia pura, prístina, precisa, y que, como perlas lanzadas al estanque, salpican, emiten ondas finas, se enredan, caracolean y se diluyen en festón perfumado, mientras que, a su paso, muestran su dimensión semántica original, en su plenitud imbricada.
A partir de su escritura particular, se aprehenden, se recuperan términos olvidados —muchos desconocidos— que celebran nuestra cultura sin igual: una parte singular y compartida de nuestra casa histórica, la casa de nuestro pasado: Al-Andalus, España, en la literatura árabe contemporánea (Fundación Mapfre, 1992).
No solo reflexiona sobre la Historia de los árabes, sino que, en sus numerosos artículos, enseña a descubrir los arabismos que subyacen en nuestros vocablos españoles que instauran la verdad en la palabra escrita: Pensando en la Historia de los árabes (CantArabia, 1995).
Brinda notas sobre el tema árabe en la poesía española, puesto que para poder «poetizar sobre lo que es árabe, la literatura española no necesita salir de sus fronteras, el elemento árabe lo tenemos aquí mismo, en nuestro país, entre nosotros, en los campos, en las costumbres y en las gentes»: Ensayos marginales de arabismo (UAM, 1977).
Si vivía amando la belleza de la lengua que se muestra a lo largo de su prosa: ese vasto tejido trenzado por la luminosidad del intelecto e irrigado por la intuición poética.
Si él comprendió también ese universo hermético, a veces, y, otras, transparente, cual cristal, es decir, la Poesía: es porque cobijó un espíritu palpitante y poético, «contaminado» por sus lecturas preferidas: Kabbâni, Adonis, Al-Bayyâti, Al-Sayyâb, Al-Qâsim, Darwish, Afifi Matâr, y por la lengua límpida, precisa, espléndida de Al-Hakîm.
Ya en 1968, fue uno de los primeros que estudiaron la influencia de G. Lorca en los escritores árabes: Presencia de Federico García Lorca en la literatura árabe actual, publicación ampliada en 1977: Exploraciones en literatura neoárabe (Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Madrid).
También, De nuevo sobre García Lorca y los poetas árabes contemporáneos: Literatura árabe de hoy (CantArabia, 1990) y El camino hacia España de al-Bayâti, Federico y Granada, en su obra Al-Andalus, en la literatura árabe contemporánea.
En el Maestro, se alían el arabista académico y el arabista vital. Dice en la Nota Previa a su manual innovador de literatura árabe: «Es un libro de reflexión y de lectura y también de experiencia y sentimiento, tanto de despacho como de calle, si puedo decirlo así. Hay por tanto tanta documentación como vivencias, mi vivencia personal de la experiencia singular y atormentada de la literatura árabe contemporánea. No concibo de otra forma la aproximación al hecho literario»: Introducción a la literatura árabe contemporánea (Almenara, 1974; 2ª ed., corregida y aumentada, CantArabia, 1985; 3ª ed., Universidad de Granada, 1994).
Dos rasgos caracterizaron a este caballero andante de aire meridional —aparte la pupila clara que no pudo disimular la sorpresa, la ternura, la emoción, ni la tristeza—: su voz, fuerte, precisa, clara, llena de autoridad y seguridad, pero que, como lluvia —música cadenciosa—, se posaba en el aire, invadía, calaba. Y también las manos, grandes, amplias, con dedos enmarcados por uñas bien delineadas; manos esculpidas, al paso del tiempo, por el esfuerzo, el trabajo, el contacto con tantos documentos, obras y cartas escritas, por tantas manos apretadas —en saludos cordiales— por el ancho mundo nuestro.
Púdico en la amistad, a primera vista —la apariencia no muestra más que diminutas parcelas del ser—: fue afable, cortés, discreto, honrado, sincero, sentimental e intelectualmente generoso con quienes se le acercaron con espíritu de buena voluntad.
Lector, este ingente erudito —como muchos de nuestros arabistas— transforma en realidad palpitante las palabras de Mohamed Arkoun: «Los investigadores más competentes, más leales, serán aquellos que alíen la exigencia científica con un sentido penetrante de la solidaridad histórica de los pueblos y de las culturas».
Con su generosidad —no olvido su humildad— y ese arabismo, que responden a toda una concepción de la vida y la existencia, Pedro Martínez Montávez contribuye a iluminarnos con candiles en la oscura y larga galería que se extiende entre nuestro Occidente y su Oriente, en El reto del Islam. La larga crisis del mundo árabe contemporáneo (Temas de hoy, 1997).
Tampoco olvido su ponderada advertencia: «No existen lámparas de Aladino para resolver los problemas humanos. La lámpara y el genio están en nosotros mismos o no están. Esto vale también para el mundo árabe contemporáneo. Pero es necesario que sean conscientes y que actúen en consecuencia».