Diario de León
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Nos ha caído la gran desgracia de contar con un sanchinventado ministerio (pocas gracias a Pedro Sánchez), que se pasa el tiempo y los dineros en dictar leyes para adaptar las cabezas españolas a los sombreros que ellas fabrican. Señor (es un decir) Sánchez, haga usted caso a su colega Stalin que le dejó dicho: «Detrás de cada problema hay un hombre, o mujer, acabe con él/ella y habrá acabado con el problema». ¡Ya! Pero bien sabemos que, como nos dijo Mark Twain «ninguna cantidad de evidencia logrará convencer a un idiota». El viejo Cherokee sabía todo lo que la edad y la naturaleza enseñan a quien vive abierto a la luz de la vida. Conocía los dos lobos que hay dentro de cada uno de nosotros y también dentro de cada colectivo en toda sociedad.

El colectivo hoy gobernante en España ha alimentado al lobo malvado cuyos aullidos son (según el viejo Cherokee), el resentimiento, el odio, la envidia, sentirse inferior, la mentira, el egoísmo y la violencia. Con todo ello ha invadido los espacios políticos, callejeros, voceros y comprados o aborregados.

Por el contrario, otras muchas personas han alimentado su lobo benévolo y, aunque sufren el yugo pesadísimo que les imponen, superan eso y mucho más porque caminan en la verdad, en el humanismo, en la caridad tolerante y en la resiliencia auténtica; no la de Sánchez y su agenda que es falsaria.

La ideología de género se ha instalado con los aullidos del lobo malvado que va desplegando, en los últimos tiempos, una ola de intolerancia, odio y violencia contra todo discrepante. Lo hace proyectando su odio y violencia por el mero hecho de que discrepan de esa ideología intolerante, impositiva y represora, vergonzante por encima de todo.

Hoy en día solo hay otra ideología comparable, en parte, a la que mencionamos, es la ideología yihadista que pretende imponerse universalmente al igual que la anterior, por la fuerza ladina pero inhumana, aunque no sea por las armas. La ideología de género lo hace con la fuerza del dinero, recursos inagotables de los plutócratas mundiales y de los gobiernos, como el español, vendidos a esos dineros, y, por tanto, a su ideología tiránica.

¡Sorprendente! Gobiernos y partidos políticos que en España claman y predican el pluralismo, la tolerancia, la libertad (jamás el respeto), etc. Y se plantan al lado como apoyo, subvención y fuerza de los ideólogos intolerantes a base de violencia leguleya, verbal y hasta judicial con sus lacayos en la judicatura.

Hay periodistas, y parece que cada día son más, plenamente imbuídos en la ideología gubernativa; o sea, bien comprados, que juegan un vergonzoso papel. Y ciertas «señoras» (es un decir) políticas, están rabiando por verse inmersas en las totales contradicciones entre su función y sus actuaciones.

Esa ley que la estupidez (esa que nos decía antes Mark Twain) del gobierno y sus muchísimos parlamentarios lame-todo aprueban para seguir lamiendo. A ellos se suman otros muchos parlamentarios para seguir chupando. A todos ellos no les importa en absoluto su propio saber, su conciencia (¿tienen?), sus hijos, sus conocimientos, su inteligencia (¿tienen?),... votan en rebaño; no les importa caiga quien caiga, ellos han sido sometidos; ¡pobrecicos!

¡Qué triste ver al líder arrastrarse tratando de alcanzar a los demás! Naturalmente le sucede porque no es capaz de ser peor que sí mismo. Tanto es así que la ministra de justicia le anuncia un tsunami, un aluvión de casos injustos, lo mismo que con el sí-sí. Pero PS está amarrado por los testes a Podemos y otros secuaces; está más atado que las momias egipcias; cero margen de maniobra. Y la ministra se escaquea, que ya le cargaron otro muerto.

La ley trans es un contagioso cáncer que ya están estirpando deprisa, asustados en los países que lo han padecido. La super-doctora Montero no se ha enterado y nos impone expandir el contagio a toda prisa; quizás pagada por los hormonadores que ven el negocio decayendo en esos otros países. O quizás para ser ella quien aplique venenos innovadores a sus contagiados. «Ninguna cantidad de evidencia logra convencer...», Mark Twain.

Sabemos con total certeza que esa epidemia tiene un poder de contagio de una virulencia extrema entre púberes, adolescentes y jóvenes (mucho más en las jóvenas y adolescentas); sobre todo en las que, por mil posibles causas o razones, de las que no son ellas culpables ni responsables, están tocadas psíquicamente; se les niega la ayuda y se les inocula la desgracia.

Los riesgos son enormes tanto de tipo físico como mental. Promocionar esa epidemia,como hace nuestra ministrilla, es abuso de menores de dimensiones escatológicas. Está absolutamente probada la maldad de la epidemia trans que, en Canadá, Suecia, Inglaterra, EEUU, Australia, Holanda y otros países está asustando y cerrando clínicas que, eso sí, engordaban a costa de la codicia propia y la suprema insensatez de gobiernos menos estúpidos que el español. Gobiernos que, por cierto, no tienen un ministerio para desigualar más a los pobres disfóricos que se ven sometidos a: riesgo notablemente más alto de mortalidad, de conductas suicidas, de patologías psiquiátricas, de enfermedades cardíacas, de diabetes y cáncer, de patologías óseas, de hipertensión arterial y de anomalías cerebrales; que se ha constatado por parte de los susodichos países y otros. No me invento nada, yo leo, me informo y estudio.

Y todavía tenemos que añadir las deformaciones corporales, la esterilidad y sufrir hormonación de por vida. ¡Alerta padres que os preocupan vuestros hijos!

Inducir todo eso, promocionarlo como está haciendo el lobo que nos ha tocado, nuestro gobierno y parlamento, legislar para facilitarlo, incrementarlo,difundirlo y pagarlo con nuestros dineros, es la maldad institucionalizada para una mayor destrucción social, familiar, personal y nacional. Sin paliativo alguno.

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