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León, Patrimonio de la Humanidad. ¿Por qué no?

Publicado por
Afrodisio Ferrero Pérez
León

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Decíamos en el comentario anterior (Diario de León, 23/ 1/2023) que el conjunto de monumentos con los que cuenta León, además de San Isidoro, a saber: La Catedral y San Marcos, entre otros, conforman su singularidad cultural y artística que son las claves para optar al título de Patrimonio de la Humanidad. Y ahora, en esta segunda etapa, es necesario visitar, una vez más, la Catedral (Pulchra leonina). Vuela a primera vista, vuela su arquitectura sobre un cielo azul. Vuela la piedra noble en el marco monumental. Entrando por la nave principal. flanqueada de hermosas torres, de diferentes edades, se observa una equilibrada cadencia de arcos y bóvedas. Su magnificencia refleja, sin duda, lo terrenal y lo divino. Este pórtico de arcos, revela prodigiosamente la existencia de un genio creador. Allí permanecen esculpidos el juicio final y la dulzura de la Virgen Blanca. El interior transmite la luz, como un milagro iluminado. Según los expertos, se pueden admirar y contemplar unos mil novecientos metros cuadrados de vidrieras policromadas, con más de cien ventanales que comprenden más de 700 vidrieras, más de cincuenta óculos y tres rosetones gigantes. Todo ello dentro de un estilo gótico muy depurado. En las bóvedas de la nave central y del claustro se trasluce la pureza genial del estilo que constituye «un prodigio de esbeltez y transparencia». Para el viajero, ávido de emociones palpables, recordar la deslumbrante visita para contemplar desde cerca las maravillosas vidrieras. Se trata de aquel proyecto cultural (2006-2009) para la restauración y conservación de la Pulcra Leonina: El sueño de la luz, que produce una sensación imborrable, como si se hubiese, detenido el tiempo. Un experto que nos acompañó comentaba: «Esta Catedral leonesa se acerca, con paso firme, a ese sueño de la luz iniciado en el siglo trece y ese mundo de la luz realiza precisamente en esta Catedral».

Sus setecientas treinta y siete vidrieras constituyen un completo catálogo de este arte comparable con la bellísima catedral de Colonia y es «la mejor colección histórica de España y uno de los hitos de Europa», destacan las primeras vidrieras góticas, desde el último tercio del siglo XIII hasta finales del XV, realizadas por los maestros franceses Domingo Adam, Fernán Arnold y Pedro Guillermo. Las de la etapa final del gótico, cuando aparece un color revolucionario: El amarillo de plata. Esta innovación llegó de la mano de maestros de origen flamenco: Juan de Arquer, Baldovín, Anequín y Nicolás Francés. Todos ellos precedentes de la aparición de las vidrieras renacentistas, con autores como Diego de Santillana (Capilla de Santiago, 1506) y Rodrigo de Herreras, (capilla de la Virgen Blanca, 1565). Este conjunto de vidrieras representa el cénit artístico y cultural de la Catedral leonesa. A grandes rasgos, desde una perspectiva temática se observa un escalonamiento y, así en las naves laterales y capillas simbolizan el mundo de lo terreno; en el triforio, se instala un despliegue heráldico que constituye un camino ascendente que llega hasta el ámbito celestial en las ventanas altas. Así podemos contemplar «el árbol de Jesé y la genealogía de Cristo». Las vidrieras multicolores «se funden con la arquitectura y enlazan con el resplandor de sus muros, con las piedras preciosas de la nueva Jerusalén»

Al analizar la armonía y belleza de la Catedral, es preciso recurrir a una mujer sabia como Elena Gómez Moreno (hija del Patriarca de la arqueología: Gómez Moreno) y también hay que recordar a nuestra investigadora de Mansilla del Páramo: María Ángela Franco, quien ha realizado un estudio de los pórticos del templo catedralicio. Sin duda, la simbología, tanto del interior como del exterior reside en el espíritu del cristianismo. Se sabe que, en los siglos anteriores al trece, ya se identificaba a Dios con «la luz de la vida». Y para el cronista de la ciudad de León: Máximo Cayón (hijo de otro gran cronista Cayón Waldaliso) la Catedral leonesa «atesora más cristal que piedra, más luz que cristal, más fe que luz y es el universo artístico más representativo del gótico español». Y añade: «El pórtico de la Virgen Blanca convirtió a León en una ciudad: primero europeísta, y luego universal». He aquí, desde mi perspectiva, un símbolo que puede acceder al programa de la Unesco: Memoria del mundo, a través del que se pretende preservar elementos claves de cada cultura.

En este sentido, contamos con otros símbolos como «el cáliz de doña Urraca, la Virgen Blanca y el Pendón Milagroso de Baeza» que contiene la efigie de San Isidoro, entre otros. Estos símbolos conforman la petición de que León sea declarado Patrimonio de la Humanidad. Sorprende y emociona este sueño de luz, que se hace belleza cuando el movimiento del Sol va iluminando la fachada meridional, habitada por apóstoles, mártires y santos: «los que vivieron y viven bajo la luz» y, ya finalizando, al atardecer, se queda el visitante como adormecido con la impresión del rosetón occidental presidido por la Virgen María en majestad, rodeada por doce ángeles con aura musical.

En el exterior siempre la Virgen Blanca, pero debo advertir que actualmente, se trata de una copia. El original que se halla en el interior (en razón del bien universal que representa) está colocada en la capilla central de la girola. Si bien, la copia esculpida en el año 1954, está inspirada por el autor Andrés Seoane. Es un buen trabajo digno de ser resaltado, que para el no iniciado pasa por el ser el original. Así en esta entrada o salida a la Catedral se celebraban los juicios de apelación ( Locum apelationis) según costa en el rollo o picota. Al fondo de este pórtico se abren los tres arcos de las portadas correspondientes a las tres naves del templo catedralicio. En las que se desarrolla todo un poema escultórico: en el tímpano del arco central aparece Cristo entronizado entre dos ángeles con atributos de la Pasión, la Virgen y San Juan, arrodillados y como intercesores, presiden el juicio final que se plasma en las arquivoltas.