De profesión: político
En la Antigua Grecia, la aristocracia o sofocracia designaba la forma de gobierno donde el poder político era ejercido por los mejores, por los sabios, aquellas personas con mayor capacidad y virtud. Otro concepto de la aristocracia es el que a lo largo de la historia se ha transmitido y el que tenemos los ciudadanos y que, hoy aún, perdura en muchos países como una clase privilegiada, compuesta por los nobles y las clases sociales más altas y pudientes. En los países europeos, por ejemplo, la aristocracia está constituida por familias con linaje real, reyes, príncipes, duques, condes, barones. Para Platón y Aristóteles, la aristocracia hace referencia originalmente a un sistema político encabezado por gente que sobresale por su sabiduría intelectual y por su elevada virtud.
Y hoy, en España, en la democracia nacida a partir de la Constitución de 1978 ¿quién nos gobierna? ¿Nos gobiernan los mejores? ¿Nos gobiernan los más sabios o los más capacitados? Si hacemos un recorrido por nuestra breve democracia, incluyendo la corta etapa de la segunda república, del gobierno de los mejores, estamos pasando al gobierno de los peores o de los avispados. No corren buenos tiempos para tener buenos gobernantes. Nos faltan, en argot taurino, buenos espadas y miuras y nos sobran los mansos o inútiles para lidiarlos en la plaza.
Si analizamos los currículos de los políticos actuales, salvo excepciones, creo que ninguna empresa los seleccionaría ya que estaríamos el declive de la empresa y su posterior cierre. Todo esto viene a colación de lo políticos, de los ministros o de aquellos que ostentan cargos muy importantes y que están decidiendo la economía y el futuro de los españoles. Como hoy es público y notorio, podemos acceder al currículo de los políticos, en este caso, al de los ministros y ministras. Por ejemplo, el ministro de Política Territorial y Función Pública, el catalán Miquel Octavi Iceta i Llorens que, entre otras funciones tiene competencias sobre los funcionarios. Este ministro tiene un pasado muy brillante. Inició la carrera de Ciencias Químicas. Abandonó sus estudios y se centró en la política compaginando esta actividad con los estudios de Ciencias Económicas en la Universidad Autónoma de Barcelona, estudios que no finalizó. Se afilió al Partido Socialista de Cataluña en septiembre de 1977 y este es su mérito. Y qué méritos tiene la ministra Montero, Belarra, Yolanda Díaz, Garzón, no se les conoce trabajo alguno, salvo apuntarse a movimientos juveniles. Están ahí por ser compañera de, amiga de o militar en, etc. Con estos mimbres haremos el cesto.
Para todos aquellos que han conseguido unos estudios, han forjado un currículo brillante, han dedicado su vida a la formación y, quizás, estén en las listas del desempleo, esto es frustrante. No digamos los que después de haber pasado por múltiples etapas laborales, procesos de selección, al final, fruto del esfuerzo, de robar horas al sueño, a la familia o de arriesgar su vida por las carreteras, trenes y aviones, han conseguido un empleo en compensación a su esfuerzo y sacrificio. Ahí están, los médicos, seis años de carrera, preparación para el MIR, cuatro años de residentes y después, si se coloca, aún no tienen plaza. Tienen que seguir gastando los codos para estabilizar un empleo. El notario, el registrador, el juez o la jueza, el abogado del estado, el funcionario, que sacrifican una vida por alcanzar el galardón final. El obrero, el especialista que, a base de horas desde que amanece hasta que anochece, no para ni para comer para que a su familia y a sus hijos no les falta nada. El empresario, el autónomo, que trabaja de día y piensa de noche, para que, al final del mes, haya tesorería para pagar las nóminas de los empleados, el crédito del banco etc. El agricultor que siembra y no sabe si recoge. El ganadero que no sabe si compensa engordar la vaca para que de leche o el ternero que tendrá que regalar para no seguir perdiendo. Esta es la triste realidad de aquellos que no han tenido la osadía de afiliarse a tiempo a un partido político y medrar a base de ser súbdito para después ser líder. Y los sueldos ¡que injusticia! un político tiene un sueldo muy superior a cualquiera de los especialistas. Se le puede acumular diez mil euros más dietas, viajes, comidas, tarjetas, vivienda, servicio etc. etc. Los trabajadores, los empleados públicos, los médicos, ingenieros y, muchos empresarios no ganan ni una décima parte del político, del ministro que por apuntarse a tiempo al partido es recompensado sobre todo por su fidelidad no por su valía. Ahí queda.
Si quieres medrar, ganar dinero, sin estudiar, sin esfuerzo, sin aumentar tu currículo, métete en la política. Viene a colación lo que decía el sabio Platón: en un barco debería decidir los que conocieran el camino junto con los que conozcan métodos de navegación, por eso, el conductor en un barco es el más sabio sobre el tema, es el capitán. Yo no iría en un barco si no hay capitán y si no conoce la carta de navegación. Pero en política cualquiera puede hacer de capitán. El resultado, el naufragio de un país. Es igual, cuando no hay sentido de estado, ni de patria, ni de nada, el barco se hundirá, pero yo me he quedado con el botín.
Nikita Kruschev, ese primer ministro soviético que, a sus opositores, los condenaba a trabajos forzados en Siberia, ese comunista que vivió en la opulencia y que veraneaba en los balnearios de Crimea, reservados para la clase dirigente comunista, decía: «Los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente, incluso, donde no hay río. Charles de Gaulle, primer ministro de Francia ha llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de políticos inútiles».
Los filósofos griegos, que eran sabios, afirmaban: Nadie pone en duda, cuando uno está enfermo, que es el especialista en medicina el que debe atenderle o que la educación de nuestros hijos la ponemos solo en manos de las personas que se han formado para esa misión o que el director de una orquesta debe ser alguien docto e instruido en música. Siendo ello así, la pregunta natural que podría surgir espontáneamente es porqué razones un político que gestiona nuestros intereses no tiene ninguna obligación de acreditar conocimiento alguno.
Estamos ante una degradación de la política y lo único que importa es conseguir y mantenerse en el poder. Que la empresa, España, Estado, fracasa, da lo mismo, yo alcancé mi objetivo: una jubilación cómoda de por vida. Como la política actual está degradada, pero compensa económicamente y no se necesita mérito alguno, de ahí, que muchos aspiren a ser políticos de profesión.