Cerrar
Publicado por

Creado:

Actualizado:

Debería haber añadido, señor obispo, con lo que no sólo completaría el título, sino que daría efecto llamada a estas letras, que tan sólo van a modo de reflexión, en este caso. Pues, para ir en directo, me ronda un temor, el de equivocarme al apreciar que en el Encuentro: Madre Dolorosa/SanJuan, 2023, realizada la genuflexión de los braceros delanteros del paso del discípulo, de pasada, en la imágenes de TV, creí ver que se unía, no sé si con decisión o mimetismo gestual, al aplauso de los asistentes.

Voy a decir algo más sobre tal apreciación, pero no será sin antes, a modo de recordatorio, dejar dicho que al anterior prelado sí me dirigí y con énfasis cuando, así, como así, (en apariencia externa), decidió suprimir en la procesión del Corpus, la presencia de las cofradías parroquiales o gremiales, con su correspondiente ‘paso’. «Las tradiciones no están para romperlas señor obispo», dije en junio de 2015.

De paso, también quise mostrarle algo incomprensible: ¡No permitir traer a la Sobarriba la imagen de la Virgen del Camino! Se cerró en que trajeran a La Peregrina. Sigo sin comprender tal negación a esos fieles, constituidos en Hermandad, con el bien ganado privilegio de quinientos años de compromiso y tradición escrita, de portar la imagen a hombros desde el Santuario hasta la capital legionense. En 2014 cuando intentaron traer a la tierra sobarribana, ¡por vez primera!, a la «Señora de la Sobarriba», a la Madre Dolorosa del Camino, surgió la negativa.

Respecto al prelado de hoy, he venido leyendo y he podido ver que, al menos de llegada, es muy proclive a entrar con decisión a participar con el pueblo, los fieles, y para el pueblo, los celebrantes, en lo religioso y en lo tradicional. El año pasado tuve oportunidad de ver en imágenes cómo participaba, transitoriamente, como bracero, en la puja de nuestra Madre del Camino, la antigua. En los que portan a la Morenica, como la empezó a denominar Cayón Waldaliso, entiendo que hay gran mezcla de religiosidad… y tradición.

Desde mi condición de «papón de acera», con fidelidad tradicional, y defensor de lo identitario leonés, en 1996, en este medio, volqué mi petición o mejor queja, para que no se empezara a romper la austeridad leonesa procesional de Semana Santa, «bailando» los pasos. En el siguiente enlace se puede ver. http://leonalmaximo.blogspot.com/2015/04/bailar-los-pasos-en-leon.html

Me atrevería a afirmar que surgieron baile/aplausos, de modo especial cuando modernamente hubo una gran eclosión de cofradías, y, en pocos años, se pasó de la sobria negritud de hábito y capillo, al  capirote amarillo-dorado, a través  del morado, blanco, rojo, marrón y  verde, en las  túnicas de los neo-cofrades, amén de las ampulosas capas, de los que han ido engrosando con su abigarrado colorido el «paponaje».

He diferenciado siempre bien, lo que es un «mecido» del paso bien portado, que se puede asemejar a «vivificar» la historia que conlleva la imagen procesionada. Y entendido como algo comprensible el ligero alzamiento de hombros portantes, muy puntual y discreto, al haber cubierto el compromiso procesional. Pero el «baile» remarcado con el musicalizado acompañamiento, es otra cosa de la que, además, dimana el aplauso del «espectador».

Y así llegamos al detalle. Oraban los penitentes y el pueblo llano antaño. Aplauden los espectadores hoy (algo que ha ido poco a poco calando en la sociedad). Ahora una apreciación: El aplauso, en general, surge siempre como muestra de alegría, premio, o regocijo ante lo  mostrado, se está disfrutando de algo y se desea exteriorizarlo.

El aplauso que otorga el «espectador» en la procesión, a algún paso, lo veo surgiendo del proceder de los papones, activados por «sones musicales» demasiado «activos» que empujan a transmitirlo, a veces con estridencia de movimiento, en el marchar del paso portado. Cuando se sacaron de los claustro las procesiones, se las comenzó a dar un nuevo enfoque, se empezó compartiendo penitencia en los organizadores, papones, y respeto en los comparecientes, con la oración en los labios. Todo se iría modificando, como la vida misma. Tonos por andas, mejor imaginería, más arte, y menos compromiso religioso en los asistentes. Hay que vigilar los oropeles, y los grandes arreglos florales, es mi primaria observación.

Por todo ello, a mi modesto entender, ni el «baile» ni el aplauso derivado, se corresponde con el rigor, la austeridad y la religiosidad que venía dando sello a las procesiones leonesas. Máxime cuando, con el precipitado vivir y la introducción de otros supuestos valores, se puede olvidar, incluso por los propios braceros, que los llamados  pasos  son girones del Gran Drama portado a hombros. 

Para finalizar, propongo que se entienda asunción por bendición, ya que suaviza, pero no del todo.