Diario de León

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Hace unos días Bieito Rubido escribía que «conviene dejar claro que el partido que más casos de corrupción ha protagonizado en los últimos cuarenta años en nuestro país es el PSOE. No solo es el que más casos ha protagonizado, sino que además ha sido el que más dinero público ha malversado. Solo hay que seguir el silenciado tema del exalcalde socialista de Estepona, del que no se escucha ni palabra ni se lee línea alguna, o el escándalo destapado estos días de Juan Bernardo Fuentes Curbelo, Tito Berni para los amigos, que evidencia que el cinismo de algunos dirigentes del PSOE es indescriptible… Por supuesto que el Partido Popular ha tenido un buen número de cuestiones de corrupción. Nadie lo puede negar y no voy a ser yo quien lo haga. Pero la precisión que el periodismo obliga, con datos estadísticos, número de juicios, condenas y cantidades malversadas, el PSOE es, indiscutiblemente, el partido más corrupto, aunque en TVE no se hayan enterado». ¡Menudo patrón que tiene el barco! «Es curioso que casi todas las corrupciones del Partido Socialista acaben inexorablemente en alboroques de la peor especie, de esos que solo se celebran de noche y en ambientes turbios. El caso Roldán, los Eres de Andalucía… Lo peor de todo es la absoluta falta de estética en sus comportamientos… Se hace muy difícil votar a quien te provoca náuseas» (I. De Pano).

Al hilo de lo que antecede, traemos a esta columna los casos de los alcaldes del PSOE de León, el pseudoleonesista José Antonio Diez, y de Valladolid, el sanchista Óscar Puente. Dos personajes que, traicionando la confianza depositada en ellos por sus electores, olvidando el comportamiento que les exige el código ético de su partido como cargos políticos en administraciones públicas a las que representan y aprovechándose de su condición de alcaldes, han protagonizado conductas impropias de quienes deberían ser ejemplo para los ediles de los municipios de su respectivas provincias. Los dos han descubierto cómo vacacionar gratis, a la usanza habitual de Pedro Sánchez.

El caso del alcalde de León, José Antonio Diez, ha supuesto una gran decepción, no solo para muchos socialistas que le votaron en las anteriores elecciones municipales, también para los leonesistas que creyeron en su hoy constatado falso leonesismo y para aquellos que con buena fe pensaron que se había desmarcado del sanchismo que estaba, y está, degradando el sistema institucional español y llevando a España a su decadencia como nación estable y unida. Un José Antonio Diez a quien le cae demasiado grande la Alcaldía de León y que, además de por pintar Ordoño II, pasará a la historia por imitar la forma de gobernar al más puro estilo sanchista: despreciando a la oposición, ocultando viajes de dudosa justificación y mintiendo en sus explicaciones. Un José Antonio Diez que, aunque no ha plagiado una tesis doctoral, sin embargo infló su curriculum «con un master que jamás hizo». Si grazna como un sanchista, camina como un sanchista y se comporta como un sanchista, ¡seguramente que es un sanchista!

En cuanto al alcalde de Valladolid, Óscar Puente, «un patán que se expresa con un lenguaje soez y vulgar» (F. Marhuenda) y «uno de los bocazas más grandes que tiene el PSOE y de los simples de mayor tamaño» (C. Herrera), se ha caracterizado durante estos últimos ocho años: 1) por frenar la modernización de la ciudad iniciada por Tomás Rodríguez Bolaños y que tuvo su continuación con Javier León de la Riva, al renunciar al soterramiento de las vías del tren —opción apoyada por la inmensa mayoría de los ciudadanos de Valladolid— y optar por agujerear la línea férrea a su paso por la ciudad con una veintena de túneles; 2) por demorar sine die la ciudad de la justicia y el parque agroalimentario; 3) por faltar al respeto e insultar a adversarios políticos como hizo con Pilar Vicente —concejala de Ciudadanos— a la que infravaloró por haber trabajado como dependienta, a Isabel Díaz Ayuso a la que calificó de ‘impresentable’ y sugerir un ‘dudoso equilibrio mental’, a Albert Rivera llamándole ‘pagafantas de Casado’, a Javier Amoedo —Procurador del Común— a quien acusó de estar ‘al servicio del PP’, y arremetió contra referentes históricos de su propio partido (Nalda, Laborda, Quijano, entre otros) de los que dijo que ‘no les queda ni la autoridad moral’; 4) por vacacionar gratis, como José Antonio Díez, aunque éste lo hizo acompañado de su esposa y aquel de su hija; y 5) por adornar su curriculum con un master que tampoco realizó.

A los dos, relevarles como alcaldes es una prioridad democrática, y como a los que administran bienes públicos, ha de requerírseles lo mismo que a la mujer del César: «estar por encima de toda sospecha». Lo enseña el refranero popular: «no solo deben ser honestos, sino también parecerlo». Y es que «en política, lo que parece es» (G. Sanz). José Antonio Díez y Oscar Puente ¿lo parecen?, ¿son ejemplo de algo y para alguien? Ambos no parecen ser espejos en los que uno mirarse. Han perdido credibilidad y no merecen que la confianza depositada en ellos por los vecinos de León y Valladolid en anteriores elecciones, vuelva a ser traicionada en las próximas elecciones municipales. «También hay corrupción sin putas y sin cocaína» (V. Lenore). «Al corrupto, expulsión. Punto. No hay más» (Patxi López). «La mejor forma de protesta en democracia es gritar en silencio y civilizadamente ante las urnas. La papeleta electoral es el mejor y más definitivo vozarrón para mandar al averno a dirigentes ineptos, aprovechados o falsarios» (G. Palomo).

Busquen, miren y comparen, y si encuentran algo mejor, seguro que sí, vótenlo. Y como dice Alfonso Ussía: «de cuando en cuando, hay que descansar de los golfos, los gafes y los gorrones».

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