Diario de León
Publicado por
Javier Valenzuela
León

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Les voy a contar una pequeña historia personal de un error, sí, sí, de un error.

Pongámonos en contexto.

Quizás debería comenzar haciendo referencia al refranero castellano, que, alguna vez se equivoca. Si yo te pregunto ¿cuántas veces has oído la expresión «la primera impresión es la que vale»?, seguramente estés pensando ahora mismo que muchas. Pues, por aquí quiero empezar.

Una de mis formas de entender la vida se basa en un concepto de la amistad que me inculcó mi padre. Desde pequeño hablar de los amigos, era hacerlo del respeto, de las risas, de la comprensión, de la admiración, del cariño, pero por encima de todo, de la lealtad.

Pues empiezo. Hace aproximadamente 16 años, por cuestiones de trabajo, tuve la ocasión de conocer a una persona. La forma en la que nos conocimos, dejémoslo, en que fue peculiar. Nuestro primer encuentro, básicamente, fue una discusión. Cada uno de nosotros, defendíamos con uñas y dientes a nuestras empresas. La bronca no fue a más, pero siempre esa primera impresión flotaba en el ambiente…

Días después, volvimos a coincidir, y aunque la cosa estaba más suave, el recelo existía. Con el paso del tiempo y de una manera habitual coincidíamos en reuniones, en cosas de trabajo… en fin que estábamos condenados a vernos, durante mucho tiempo. Esa primera impresión se fue diluyendo y mis primeras sensaciones, que no eran nada buenas, se empezaron a convertir en positivas. Me di cuenta que los dos defendimos a nuestras empresas, con vehemencia y pasión. Para aquellos que lo somos, no siempre nos sentimos a gusto cuando nos encontramos con alguien igual que nosotros.

Conclusión: las primeras impresiones no deben marcarnos.

Casi 16 años después, Chana, que así se llama la persona, es uno de mis grandes amigos. Con el paso del tiempo, nos hemos dado cuenta que nos unen muchas más cosas, de las que nos separan. Que somos muy parecidos y que hacemos bien en defender los intereses de los que nos pagan, con ahínco, pasión y cuando surge el caso, con dureza.

Aunque mi padre no me lo enseñó, Chana si me ha enseñado a relativizar las cosas, a ponerme en la posición del otro, a buscar los puntos que nos unen y sobre todo a pensar en el bien común.

Domingo y Nina, sus padres, le inculcaron todos estos valores, no sólo cuando era pequeño en su Bañeza del alma, sino que en León, donde vive desde hace más de 20 años, ha logrado crecer como persona y como profesional.

Siempre me ha gustado de él que sigue manteniendo su esencia reivindicativa y luchadora. Que siga teniendo a Aníbal y a Fernando como amigos desde que estudiaban en el colegio San José de Calasanz de La Bañeza. Me encanta que todos los años se transforme en Elvis, en el bar de Javier Turrado, un buen local de mitómanos, que junta a lo mejor de cada casa para homenajear al Rey del rock. Me encantaría tener un sitio en la barra de este garito, al igual que lo tienen Aníbal y Fernando, siempre el mismo, desde hace años. El de mi amigo está en la esquina de la barra, justo por donde entra el camarero, señal inequívoca que sabe dónde está lo bueno. Su paso por Hotachy o la Sala Morbo, le ayudaron a conocer, valorar y disfrutar del rock que tanto le gusta.

Me hubiese gustado conocerle en su época de jugador de balonmano, porque estoy seguro que era mucho más luchador que cualquier otro pivote o cuando empezó sus primeros pinitos en los medios, de la mano de Tomás Limeres con el que creó la mítica publicación La noche de León. Fue esa época donde los canallas tuvieron su propia revista. Benjamín y Tomás, dos de los miembros del grupo Bento, también aparecieron en sus páginas y cómo debió de ser que la amistada aún perdura.

Tiene muchas pasiones; por un lado, la fotografía y la montaña, por su hermano Domingo, con el que trabaja y convive muchas horas, y su hermana María Isabel, que, a pesar de no tenerla cerca, siempre que puede se escapa a Torrelavega a disfrutar de su compañía, rodeados de libros. Porque esta es otra de las pasiones de Chana: los libros. 

Como persona humilde que es y uniendo la fotografía y los textos, empezó a dar prestancia al pie de foto de la revista. Un tipo sin pasión, simplemente describiría la imagen, pero uno pasional, pues le ponía eso, ¡pasión! 

De los pies de foto pasó a las entrevistas. La primera fue a la leonesa Beatriz Jarrín, que estaba comenzando en su meteórica carrera. Pero hasta La noche de León, también se acercaron personajes, que luego se convirtieron en amigos, como el gran Mures, culpable, en cierto modo, de que ya nunca haya abandonado su pasión por la escritura y el rock. Supo, con maestría, unir la música y las letras en un programa de la televisión regional, que bajo el título Escena Música ayudó a muchos grupos locales en sus inicios, porque él es así, todo bondad.

Pero las letras siempre le han tirado mucho y como es un osado, hace muchos años empezó a escribir un libro de poemas, que, con el título, Emotions, obviamente muy de su cuerda, presenta este domingo, en formato teatral en el San Francisco. No sé más. Su hermetismo, que es parte de su carácter, está haciendo de las suyas. Supongo que ni siquiera su amiga Hope sabrá de que va esta propuesta con la que estoy seguro que nos sorprenderá.

Si has llegado querido lector hasta aquí, lo primero te lo agradezco y por supuesto te doy las gracias, por haberme acompañado en este humilde homenaje a un amigo con el que con el paso del tiempo, me he dado cuenta que merece mucho la pena. Fíjate, te diría más, creo que todos deberíamos tener un Chana como amigo.

Ahora sí, Chana, sirvan estas líneas para agradecerte todo lo que me aportas como persona, como tipo y como profesional. Siempre estaré ahí, donde me necesites, para lo que quieras y en donde quieras, en León, en La Bañeza o en Islandia y siempre que lo pidas «nadaré por los bosques, para caminar sobre el mar».

Chana, por último, nunca olvides que las cumbres glaciares, no están lejos, están, dentro de nosotros.

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