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No me gustan los depredadores, de ninguna especie. El lobo es especialmente sangriento, cruel, y cobarde: casi siempre ataca en manada, y mata por matar, no exclusivamente para saciar su hambre, sí para satisfacer su instinto. No sé a cuento de qué vienen los tantos «cariños» que tiene, especialmente de aquellos que no padecen sus agresiones y los contemplan desde lejos sentados en cómodos sillones en sus casas. Yo estoy con las ovejas, y con las vacas, que son pacíficas, que no se meten con nadie, que nos dan lana, alimento, y buena compañía. ¡Ya está bien de tanto cuento a favor de los lobos! Son los animales dóciles, domésticos, herbívoros, los que de verdad sufren y tienen muertes horrorosas, en el campo más aún que en los mataderos. Nadie quiere exterminar a los lobos, ni a los osos, ni a los «picahuevos». Sí hay que ser más moderados en esos «afectos salvajes», y defender mejor a los pacíficos que quieren y tienen derecho a pacer.

Yo, que, siendo niño, ayudé a matar un pollo y todavía tengo remordimientos, tendré que sacar licencia de armas y comprarme un rifle para poder defenderme de los lobos, de los osos y otras alimañas cuando esté meditando en la viña, o en el soto, aunque, pensándolo bien, creo que va a ser una tontería, pues estas bestias salvajes están protegidas mucho más que los mendigos que hay por las calles, y que yo, servidor de ustedes, que sólo soy un viejo jubilado sin importancia que llevaría siempre las de perder ante las funestas leyes, incluso si fuera atacado dentro de mi propio hábitat.

Lo peor que le puede ocurrir a un ser humano es privarle del derecho a defenderse, a mantener su libertad.

En España, los «lumbreras» de la política, los mandamases, nos tienen atados de pies y manos ante los depredadores, los ladrones y los canallas de todo tipo.

Si una noche escuchan un ruido y ven que están tratando de forzar la puerta de su casa, no se asusten, no se enfurezcan, no traten de evitarlo, no sean mal pensados ni se crean que vienen a robar o a violar. Ustedes, buenos ciudadanos, protegidos por las maravillosas y democráticas leyes, deben proceder con altura de miras y facilitarles la entrada, no sea que los caritativos visitantes se lesionen una mano o se manchen la camisa y luego tengan derecho a que se les indemnice con una buena suma. Ya saben: el violentado y agredido anciano propietario del pisito es el obligado a pagar, y el asaltante agresor, como es insolvente, cobra.

Mi caritativo consejo es que tengan siempre en casa una buena cantidad de euros, no vaya a ser que esos «buenos samaritanos» (víctimas de la sociedad, claro), se sientan ofendidos por encontrarse con un frío y poco cordial recibimiento.

Y si estos u otros visitantes los echaran de casa, del pisito que tuvieron que pagar durante muchos años, no monten un escándalo, sean comprensivos. Así, a lo mejor, evitarán que les partan la cara, y hasta es posible que les permitan vestirse más adecuadamente para quedarse en la calle gozando de un largo paseo nocturno muy civilizado y romántico, ¡qué pena que tal placer nunca puedan disfrutarlo las tan beneméritas ilustrísimas eminencias que habitan grandes mansiones, palacios públicos y fortalezas como la de La Moncloa.

Sigo sin poder entender a esos defensores de los lobos que, sin embargo, sí se muestran como depravados machistas que, sin razón alguna, insultan a las buenas, dóciles y honestas gallinas. ¡Pobres gallinas!, mancilladas y maltratadas por un chabacano sambenito agresivo, impertinente e ignorante, en beneficio de la demagogia barata y del instinto salvaje del zorro, de la fuiña, del rabisaco, de la garduña, de la comadreja, de la donicela o denuncilla.

Está claro que, por desgracia, tenemos que soportar y mantener a mucho charlatán de la «feria de las vanidades», a todo bicho viviente, sea lobo, oso, comadreja, «picahuevos», político, ocupa, o sanguijuela, que todos vienen a ser, más o menos, lo mismo.

Se acercan las Elecciones Municipales y Autonómica del 28 de mayo, y una vez más me atrevo a decir: «mucho mejor listas abiertas que tontas cerradas».

Parece que los leoneses, en vez de Santo Grial tenemos Doloroso Calvario. No me quejo, pues Jesucristo era infinitamente mejor y bien sé como lo trataron.

«Soy un raro poeta, tan liberal y tan pragmático que cuando me pica la mano derecha me la rasco con la izquierda, y al revés también».

El que esté libre de culpas...

Con toda Burbialidad.