Objetivo: saltar la última valla
El proceso sanchista, al que ya nos hemos referido en esta misma tribuna, tiene como objetivo final saltar la última valla. El fin del proceso sanchista no es otro que el de instalar la III República de una España plurinacional —‘O3R’—. Ese es el verdadero objetivo a conseguir por ‘la banda’ desde la ocupación de La Moncloa primero por ZP1 y después por ZP2. Lo dejó muy claro Pedro Sánchez —‘el trolas’— el martes 25 de abril cuando en su comparecencia en el Senado pronunció una frase que por sí misma es una preocupante amenaza: «Esta no es todavía la España que los progresistas queremos; todavía no». Los pseudoprogresistas quieren cargarse el régimen del 78 para retroceder a 1934, año en el que «se inició el cumplimiento de todos los trámites exigibles para que estallara una guerra civil. Guerra que tuvo lugar, y en la que fueron derrotadas las izquierdas, no ya republicanas, sino socialistas, comunistas y anarquistas, que se liaron a tiros entre ellos como acostumbran las izquierdas habitualmente. El comunismo soviético fue derrotado por vez primera, y eso no se ha perdonado todavía» (A. Ussía).
El sanchismo no busca el progreso de la sociedad española. El sanchismo anhela volver al republicanismo radical, antidemocrático y guerracivilista. El que practicaron con pasión caballeros movidos por un modelo de ‘democracia comunista’. La Operación III República —‘O3R’— no ha parado aún, continúa su marcha. Para ello, el sanchismo autocrático, sectario y excluyente necesita reeditar la coalición Frankenstein; pactar con podemitas, separatistas y bilduetarras; celebrar referéndums de autodeterminación en las regiones catalana y vascongada; para finalmente, antes de saltar la última valla, aprobar nuevos estatutos independentistas en aquellos territorios españoles, lo que supondría la voladura del ordenamiento jurídico español y la desaparición del Estado. Lo mismo que propuso Juan José Ibarretxe en el año 2005 con el Plan Ibarretxe, que sería rechazado por el Congreso de los Diputados; por Pasqual Maragall con su Estatut de 2006, el que ZP1 se comprometió a apoyar; por Carlos Puigdemont y Oriol Junqueras en el año 2017 con las ‘leyes de desconexión’ aprobadas en el Parlamento de Cataluña en septiembre de ese año; y ahora por Pedro Sánchez al estar dispuesto a romper España y proclamar la III República. Sus palabras no admiten duda: «Esta no es todavía la España que los progresistas queremos; todavía no». Lo había anunciado el 10 de junio de 2020 el que era ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, cuando en sede parlamentaria afirmó que vivíamos una «crisis constituyente».
Columnistas y analistas políticos reconocen que la democracia en España está en peligro, así como el modelo de Estado establecido con la Constitución del 78. «Los independentistas catalanes y vascos saben que el principal factor de unión de los pueblos de España es tener un Rey común, la forma más expedita de justificar que aquí no hay una nación sino muchas es acabar con la Monarquía… los que quieren romper España saben que la Monarquía es un factor esencial de cohesión contra el que es mucho más difícil luchar… Si desde tantos frentes están acosando a la Monarquía es porque saben que necesitan debilitarla para acabar con ella y facilitar sus objetivos de traición a la patria por medio de su ruptura» (R. Pérez-Maura). «El proceso continúa… Si uno se pregunta cómo se puede transitar de Besteiro a Sánchez la respuesta sólo puede ser degenerando… Se trata de recorrer el proceso de la Transición en dirección contraria. Si ella consistió en la reconciliación entre los españoles… ahora se trata del enfrentamiento. Si entonces triunfó la concordia, ahora se siembra la discordia… Si antes se logró la libertad ahora se camina hacia la tiranía. Si la Transición condujo a la democracia y a la Constitución, ahora el objetivo es la destrucción de ambas… El proceso no conduce a una mera reforma constitucional… sino a su destrucción… Si la Transición fue ‘de la ley a la ley’, ahora se trata de ir de la ley a la tiranía… En todo este proceso, la democracia termina por morir… El Gobierno y sus aliados están desandando el camino de la Transición» (I. Sánchez Cámara). «El golpe de Estado no necesita, hoy en día, ser asimilado al espadón entrando a sangre y fuego en las instituciones ni de una rebelión armada. Pueden ser igual de dañinos imponiéndose de forma silente y subrepticia… Para ello es necesario pervertir leyes, forzar otras, incumplir otras y someter poco a poco al Poder Judicial… Para conseguir el objetivo del nacimiento de una absurda, injusta, desigualitaria y nunca existente España plurinacional no hay más remedio que soslayar o forzar o incumplir la Constitución» (E. Calvet Chambon). «Una segunda legislatura con Sánchez, los comunistas, los separatistas catalanes y el partido post etarra traería el desguace definitivo… ¿Despertará el pueblo español y se percatará de lo que se juega en las urnas? Si no lo hace, en un par de años viviremos en un reino de taifas. La nación más vieja de Europa pasará a ser un país confederal, unido por los más laxos hilvanes y rumbo a su disolución como tal» (L. Ventoso). «Asalto a la Corona, el último muro legal que a la mafia golpista que lidera Sánchez le queda por derribar. Lo de la República Confederal Española no es una humorada o una nota cómica a pie de página. Es la clave del arco argumentativo que desde hace tiempo manejan ilustres socialistas sin el menor rubor… A Sánchez hay que derrotarle en las urnas, de modo que será la ciudadanía, consciente del momento histórico que vivimos y de los riesgos que el personaje entraña para nuestro futuro y el de nuestras familias, la que peche con la tarea» (J. Cacho).
Deroguemos el sanchismo y evitemos el salto de la última valla. Después del 34 hubo un 36. ¿Es eso lo que quieren ZP1 y ZP2?