A tenor de lo visto
Amenudo la vulnerabilidad es el objetivo del oponente para explotarla en beneficio propio. Tal como ha sido la estrategia de erosionar la imagen del adversario en el cara a cara entre Sánchez y Feijóo. La cual puede debilitar la confianza pública en la acción política. En cualquier caso, «derogar el sanchismo, si España quiere» versus «la hoja de servicios del Ejecutivo» no son los mejores avales para el discernimiento en las urnas. Entre otras razones, porque el «sanchismo» y «la hoja de servicios» se perciben en estado de fragmentación. Un estado difícil de generar confianza, tanto para derogarlo como para mantener su hoja de ruta.
La confianza pública en la acción política requiere transparencia en las declaraciones. Y estas son a menudo víctimas de su propio juego en detrimento de su visibilidad, y además arrojando dudas. En ellas se discierne Díaz, como número tres del Gobierno y como líder de Sumar. Como número tres mantiene sus divergencias con respecto a Marruecos a quien califica de «dictadura» y como líder ha adelantado que, si ella llegase al poder, examinaría el acuerdo con el país alauí sobre el Sahara occidental. Claro que en este examen estarían también interesados otras partes no convergentes: la oposición y aliados de izquierda del Ejecutivo.
Conocer a la otra parte del acuerdo es primordial, ya que se da la paradoja de que Mohamed VI, como rey de Marruecos parece no estar muy interesado en protagonizar el poder y los asuntos de estado. Y sí en cambio su propia vida. En un país con una galopante inflación, un gran desempleo y unas fuerzas de seguridad opresivas. Con estas circunstancias, Sánchez califica al país vecino de «aliado esencial» para nuestra seguridad y para una migración controlada hacia nuestro país y hacia Europa.
Cuantos contrastes nos podemos encontrar andando por el mundo. En el eje de todos ellos, el estado de revancha entre «acabemos el trabajo» de Biden y «nunca dado por vencido» de Trump, de cara a las elecciones de 2024. Para ella, Joseph R. Biden Jr. se ha nutrido recientemente de sus raíces irlandesas y católicas, en su visita a este país de Europa. Proyectando desde allí, la importancia de la Unión Europea y su sintonía con los electores americanos, entre los cuales unos 30 millones tienen raíces irlandesas.
En estas andanzas, y acostumbrados a contemplar solo lo que nos rodea, nos sobresalta la gran vulnerabilidad de la población de Sudán a ser desestabilizada. Con un vacío de poder desde la destitución en 2019 de Omar al-Bashir tras 30 años de dictadura y un recorrido de complicidades y fracasos. Entre ellos, llamadas a la democracia rápidamente sofocadas. Circunstancias sobre las que dos fuerzas compartiendo el poder utilizan el conflicto bélico para zanjar quien gobierna mejor el país: las Fuerzas Armadas sudanesas del general Abdel Fattah al-Burhan apoyado por el Egipto de Al-Sisi y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido del general Mohamed Hamdan Dagalo apoyado por los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y en relaciones de negocios con el jefe de las milicias rusas Wagner controlando unas minas de oro en Sudán.
Un escenario de abandono local y de cooperación internacional, un escenario bélico en una de las capitales, Jartum, más pobres del mundo. Con el riesgo de escalada hacia una verdadera guerra, según la Unión Africana. Y un escenario que muestra la impotencia de la democracia a ser instaurada.
Mejor las urnas, que son más humanas, aunque tras ellas todas las etapas políticas tengan sus desavenencias, sus concesiones e incluso sus impudicias.