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Fermín Carnero. Tan solo con decir su nombre, el mundo del sindicalismo esboza una sonrisa y se apresura en contar una anécdota protagonizada por él. Una historia de compromiso, de arte, de solidaridad, de deporte, de ideales, de cabezonería. Una historia de sindicalismo y de lucha obrera, de mucha lucha obrera. Porque Fermín Carnero fue la parte y el todo de la UGT. Un hombre que tenía en el corazón un ideal, y en sus manos la capacidad de transmitir esa ilusión por alcanzar la victoria.

Este viernes, durante el homenaje a título póstumo celebrado por la Unión Provincial de Jubilados y Pensionistas de UGT de León, he constatado que somos muchos quienes le recordamos gracias al importante legado que dejó durante su trayectoria vital, con hitos principalmente en lo social, y para mejorar el día a día de las personas. Porque nos falta desde hace diez años, pero su huella es imborrable. La herencia de Fermín Carnero, de palabra, de arraigo y de responsabilidad, es eterna.

Su trayectoria sindical es de sobra conocida y admirada por quienes veneramos la actual democracia, ya que el empeño y trabajo de personas como Fermín Carnero fueron vitales en su nacimiento y prosperidad, después de 40 años de dictadura. Secretario general de UGT-León en momentos tan señalados para nuestra historia como el periodo que va de 1979 a 1997, Carnero contribuyó de forma señalada a la hora de fraguar las bases de nuestro Estado de Derecho, también de un modelo que ha permitido el mayor periodo de prosperidad de toda la historia y que, en el ámbito sindical, ha encontrado en el diálogo social uno de sus fundamentos. Parece increíble que haya ahora quien lo ponga en entredicho y hasta que ocupe puestos relevantes en nuestras administraciones.

Personalmente, tuve un trato muy cercano con Fermín Carnero desde que era niño. Recuerdo vivamente los campamentos de verano que organizaba a través de la UGT, en los que llegué a compartir cierta responsabilidad como monitor.

Posteriormente, también tuve el honor de trabajar con él cuando en 2004 se creó la Fundación 27 de Marzo, que ahora lleva su nombre, en cuestiones relacionadas con la memoria histórica.

Fermín Carnero nació en Gijón en mayo de 1938, en plena guerra civil. Fue en Asturias donde inició su compromiso sindical en la clandestinidad. Fue captado por un sacerdote de la Hermandad Obrera de Acción Católica (Hoac), organización que contribuyó a impulsar la lucha sindical antifranquista en tierras asturianas.

Llegó a León, concretamente a Boñar, a trabajar en unos lavaderos de carbón antes de sacar unas oposiciones en Telefónica. En 1976, a raíz del contacto con militantes ugetistas del exilio, fundó, con apenas diez compañeros, el sindicato de Teléfonos. Poco después haría lo mismo con la UGT a escala provincial, a cuya secretaría accedió en 1979.

Después vino su periodo como senador del PSOE por León entre 1986 y 1989 y su responsabilidad al frente de UGT de Castilla y León desde 1997. Durante los ocho años que permaneció al frente del sindicato autonómico, Carnero potenció, junto a CCOO, CEOE y la Junta de Castilla y León, el diálogo social como mecanismo negociador al servicio de los trabajadores.

Un hombre singular, único, difícil de igualar en cuanto a valores y solidaridad, pero fácil de seguir en el ejemplo. Y por eso hoy, diez años después de su fallecimiento, es más necesario que nunca reivindicar la figura Fermín Carnero, por nosotros mismos. Su memoria no corre peligro, pero el resto necesitamos el arrojo del líder sindical y la firmeza en sus convicciones para enfrentarnos a las acechanzas presentes y futuras con la lección de su propia trayectoria vital y la de toda una generación.

Queda patente que la democracia no es un regalo. Es nuestro bien más preciado. Una planta valiosa que hay que proteger de quienes vienen a sembrar cizaña. Es un legado que recibimos de los que nos han precedido y que estamos obligados a mejorar antes de cederlo a quienes nos sucedan. Fermín, tomamos el testigo. Gracias, por tanto.