Diario de León

25 de junio de 1923: Manuel de Falla y el Maese Pedro

Publicado por
Germán Barreiro González
León

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Al igual que hicieron otros músicos de prestigio, como por ejemplo Emilio Arrieta, Boulanger, Chapí, Diterdoren, Halfter, Massenet, Félix Mendelssohn, Montsalvatge, Paisiello, Purcell, Ravel, Salieri, Richard Strauss o Telemann, el gaditano Manuel de Falla y Matheu —uno de los compositores más importantes de la historia de la música española— también se fijó en El Ingenioso hidalgo y caballero don Quixote de la Mancha (I Parte publicada en 1605; II Parte en 1615) como fuente de inspiración para su música. En efecto, el autor de El amor brujo y El sombrero de tres picos, compuso una ópera para marionetas —siendo él mismo el autor del libreto— basada en el Capítulo 26 de la II Parte, que, según se lee en este, «trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España en poder de moros».

Esta historia se representa en un retablo (un teatrillo portátil de marionetas) del bergante Ginés de Pasamonte, un galeote condenado a remar en los barcos de la armada real a quien, tiempo atrás, don Quijote ayudó a liberar, rebautizado ahora como Maese Pedro. De todos los personajes que aparecen en la ópera de Falla, los únicos que cantan son: don Quijote (barítono); Maese Pedro (tenor) y el innominado muchacho que relata la historia (soprano ligera, mezzosoprano o voz blanca).

Se estrenó solamente como concierto el 23 de marzo de 1923 en el Teatro San Fernando de Sevilla (desaparecido en la década de los 70 del siglo pasado). Pero como tal ópera y en forma escénica lo fue por vez primera hace un siglo en París, el 25 de junio de 1923, en el teatro privado de la aristócrata y mecenas Winaretta Singer-Polignac a quien, por cierto, Falla se la dedicó junto a Miguel de Cervantes. Es esta una preciosa obra musical y teatral, pero que ciertamente cuesta representarla porque, tal como ocurre en la novela, las figuras del retablo —por obra y gracia de don Quijote— acaban destruidas o seriamente dañadas.

La inmortal novela del alcalaíno que como hemos visto fue musa de compositores, también lo fue de incontables pintores, ilustradores, dibujantes, grabadores y escultores; llevada numerosas veces al teatro y a la gran pantalla y alabada por científicos, literatos, pensadores y poetas. Quizás todo ello encuentre explicación en el hecho de que, como dice Pedro Salinas «en el Quijote nos entendemos todos», pues en palabras de Thomas Mann, «es un libro universal y un símbolo de la humanidad».

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