El cerco de China, o la importancia de la geografía
Cuando vemos en la televisión que los chinos están a punto de provocar un incidente con Japón por la posesión de un archipiélago de ocho islotes, la mayoría rocosos, que ellos llaman Diaoyu y los japoneses Senkaku, como pasó en 2014, y además se alegan motivos económicos, podemos llegar a pensar que tanto unos como los otros son un tanto estúpidos, pero especialmente los chinos. ¿Para qué puede querer una de las naciones más extensas del mundo unos islotes inhóspitos y alejados de su territorio, por muchos recursos naturales que hipotéticamente puedan albergar? Por el contrario, vamos a ver como ese pequeño archipiélago tiene una importancia estratégica vital para los chinos, especialmente en su pugna con el menguante, pero aún dominante, imperio norteamericano.
Si observamos el mapa de Asia Oriental, podemos apreciar que China ocupa una enorme masa continental, pero también está dotada de una amplia franja costera, con forma de barriga, en su parte oriental, lo que, aparentemente, facilitaría la salida de su flota a los mares abiertos. Una salida que es esencial para un país que fundamenta su poder en la economía, y ésta en la exportación de mercancías e importación de recursos naturales. Pero, si agrandamos el zoom en Google Maps y observamos con más detalle, podemos apreciar que las costas chinas están rodeadas por un collar de islas en poder, precisamente, de los aliados de Estados Unidos.
Siguiendo a Augusto Zamora, en su libro De Ucrania al Mar de la China, en la parte septentrional, desde la península de Corea hasta Taiwán, nos encontramos con el Mar de la China Oriental, completamente cerrado para los chinos, ya que allí está situado el archipiélago de Ryukiu, en manos de Japón. En él está situada la isla de Okinawa, en la que los norteamericanos se reservaron derechos cuasi soberanos sobre bases e infraestructuras militares.
La posesión de las Senkoku le permitiría a China establecer una base militar a solo 400 kilómetros de Okinawa y 170 de Taiwán. Precisamente esta última isla, que los portugueses bautizaron como Formosa, constituiría el principal portaaviones norteamericano en caso de conflicto.
En el sur encontramos el Mar de la China Meridional, rico y yacimientos de petróleo y gas, pero también vía estratégica para el transporte marítimo en la región Asia-Pacífico, en la que vive la mitad de la población mundial. Allí, en 1974, los chinos arrebataron a Vietnam del Sur las islas Paracelso, y en 1978 al Vietnam unificado las Spratly, después de sendos enfrentamientos militares. Con todo, Vietnam, Taiwán, Filipinas y Malasia siguen controlando las principales islas, por lo que los chinos tuvieron que ampliar artificialmente sus islotes para poder mantener presencia militar en ese mar.
Así, en el caso de que se llegara a producir un conflicto bélico entre China y los Estados Unidos, a los americanos y sus aliados les sería relativamente fácil imponer un bloqueo marítimo a los chinos, y no sólo en estos dos mares citados, sino también en el estrecho de Malaca, vía por la que fluye gran parte del comercio chino con occidente.
Se daría así una situación parecida a la de Alemania durante las dos guerras mundiales, en las que, a la superioridad naval de sus contrincantes, se unía la dificultad del acceso alemán a los mares abiertos, lo que limitaba su capacidad de abastecimiento.
Esta circunstancia explica la tremenda importancia que las autoridades chinas están dando a la llamada Nueva Ruta de la Seda, tanto en su modalidad terrestre, vía ferrocarril, como marítima, a través de países aliados, como Pakistán o Myanmar, de forma que les permita el acceso directo al Índico, evitando el estrecho de Malaca.
Tanto el imperio emergente como el decadente están moviendo sus peones en el gran tablero mundial, como le llamó Zbigniew Brzezinski, para tener ventaja en caso de que se llegue a caer en la llamada «trampa de Tucídides», o sea, en el enfrentamiento bélico directo.