Agricultura y políticos a pedales
Esta semana hemos asistido al esperpento de los ministros de medio ambiente de la UE, la Sra. Ribera entre ellos, haciendo unos pocos metros en bicicleta, con la evidente intención de ser captados por todos los medios gráficos. Sinceramente, me gustaría saber qué pasó por la cabeza de sus asesores cuando se lo propusieron y por la suya cuando se prestaron a ello. Diré lo que pasó por la mía: que no estamos para que nos tomen el pelo con estas tontunas y que la política no es cosa para hacer a pedales.
Lo que puede verse también como un simple gesto simpático de los ministros es, en realidad, la veleta que indica por dónde arrecian los vientos de estos últimos años, en los que estamos asistiendo a una preocupante la «thunbergización» de la política y de los políticos. Vientos que dan alas a decisiones de carácter estratégico, como el Pacto Verde Europeo, que se adoptan en base a la interpretación de determinadas corrientes demoscópicas, que se implantan sin ninguna evaluación previa de impacto (u ocultándola, lo que es más grave); que se llevan adelante de forma aislada de lo que se haga o deje de hacer por parte de otras potencias y que se desarrollan reglamentariamente contra viento y marea, incluso, aunque en estos tres últimos años, el mundo esté al borde del infarto energético, económico, alimentario y social.
Pero no pasa nada, porque vemos a nuestros políticos pedaleando (alguna de ellos en un equilibrio ciertamente inestable, o sea, que mucho de bicicleta no debe ser) y hemos de tranquilizarnos. En definitiva, con líderes ambientalmente tan concienciados, ¿qué puede salir mal?
Pues verán, alguna cosa sí puede salir mal. De hecho, alguna cosa ya está saliendo mal. Este miércoles en el Pleno del Parlamento Europeo, por un margen estrecho (6 votos), ha salido adelante la propuesta de Reglamento de la UE para la Restauración de la Naturaleza, que tendrá que ser ahora negociada entre el propio Parlamento, la Comisión y el Consejo. Se une así a la nueva arquitectura ambiental de la PAC, a las propuestas de uso sostenible de fitosanitarios y fertilizantes, la anunciada revisión de la regulación de bienestar animal (eliminación de jaulas incluidas) y varías otras líneas de actuación que acabarán llegándonos, desde la mera especulación intelectual, al Diario Oficial de la UE y a continuación al BOE.
Las nuevas regulaciones ambientales y éticas, no están, como seguramente deberían, generando oportunidades de desarrollo a nuestro sector agrario. En realidad, ni están pensadas para eso, ni tampoco otras políticas europeas, como la comercial ayudan, sino todo lo contrario. Para lo que sí están pensadas es para cercar a la actividad agrícola y ganadera, imponiéndole una serie de restricciones que nunca son compensadas (o si acaso lo son, mínimamente) en sus efectos reales sobre las explotaciones agrarias. Pero los políticos en bicicleta tienen que contentar a la algarabía que clama, no por una agricultura y ganadería mejores (¡ojo!, que las que tenemos son ya las mejores del mundo, sobre todo en lo ambiental), sino directamente, por menos agricultura y menos ganadería.
Y se equivocan mientras pedalean. Lo que están consiguiendo, de verdad, es que cada vez haya menos agricultores y menos ganaderos para cuidar de nuestros pueblos y su entorno. A base de sobredosis de sostenibilidad y ecologización, en nuestro campo van quedando, más que nada, dos tipos de productores. Por un lado, los mayores que hace tiempo se han ganado el derecho a un retiro del que no pueden disfrutar porque la pensión no les llega. Por otro, los que no tienen otro camino que el de la intensificación productiva y la acumulación de superficies y rebaños para poder competir en el mercado con otros productores que cuentan, no sabemos si por suerte o por desgracia, con políticos que a lo mejor no andan paseando en bici.
Sres. Políticos, bájense de la bicicleta y dejen que nos subamos al tractor y hagamos nuestro trabajo
De seguir en esa suicida hoja de ruta, las consecuencias serán costosísimas en términos de caída del empleo, de pérdida de riqueza económica, de degradación del paisaje y de desvertebración de un medio rural que, no hay que olvidar, ocupa la mayor parte de nuestra geografía. Y también de desaparición de ecosistemas y biodiversidad… sí, de esos mismos ecosistemas y biodiversidad que se quiere proteger. Pónganle a esto el aderezo de unos productos que vendrán más de fuera, en unas condiciones de producción dudosas y utilizando, quizá, materias activas que no se permiten aquí.
Lo que de verdad está pasando es que se le está robando a los ciudadanos su sector agrario y su derecho a contar con una agricultura y una ganadería propias y sanas en todos los aspectos.
Mientras, los profesionales del sector, los que vivimos de esto, nos vemos acorralados a golpe de planes estratégicos y reglamentos de ejecución que pegan directamente en la línea de flotación de nuestras explotaciones.
Pero no nos resignamos a ello. Nuestra vocación no nos deja. Estamos orgullosos del trabajo que realizamos y de la función de interés público que cumplimos al alimentar a la sociedad, contribuir a la economía y preservar el territorio y el entorno natural.
No nos frena ningún inmovilismo nostálgico, ni estamos instalados en el «hacer las cosas como siempre». Al contrario, nuestra inversión constante en modernizar nuestras explotaciones y el sector en su conjunto, es una muestra palpable de que, como corresponde a nuestra profesión, miramos al futuro y sembramos para el mañana.
Por esto Unión de Uniones ha elaborado sus propuestas para la nueva legislatura en un documento bajo el título de: Defendiendo el derecho de los Ciudadanos a una Agricultura Sana. Será la guía de tareas que desplegaremos a los políticos que gobiernen, los que hagan las leyes y los que negocien en la Unión Europea y los foros internacionales. Nuestro objetivo: que no acaben arrebatándonos a todos el inestimable patrimonio que es nuestra agricultura. Sres. Políticos, bájense de la bicicleta y dejen que nos subamos al tractor y hagamos nuestro trabajo.