España se desangra
No vienen buenos tiempos. Si estos últimos cinco años han sido una lucha sin cuartel desde la derecha por derribar el sanchismo, en caso de que el líder del PSOE vuelva a formar gobierno, todos los males anunciados a bombo y platillo y algunos más, serán el pan de cada día en los discursos políticos de la derecha, amplificados además, por muchos medios de comunicación que, sin rubor ni disimulo, combaten contra la izquierda utilizando una forma de hacer política que se enfrenta a las inteligencias de los que tenemos sentido crítico.
De nada servirá explicar que en nuestro sistema parlamentario no gobierna aquel que haya obtenido más votos sino quien sea capaz de buscar apoyos en otros grupos políticos que merezcan su confianza. Y no es que la derecha no lo sepa pues lo utiliza en parlamentos autonómicos y ayuntamientos sin problema, incluyendo pactos con quienes —según su discurso— amenazan la unidad de España. Lo que molesta —según parece— es que lo pueda hacer la izquierda. En su interior, el poder político solo puede ejercerse como Dios manda por quien debe ser elegido para ejercerlo y la izquierda, ya se sabe, anda muy escasa de dioses y, si llega al gobierno, sea el tiempo en que sea, lo hace ilegítimamente. La Historia se repite.
Así que preparémonos para toda una serie de ataques contra la legitimidad de Pedro Sánchez para gobernar. De tal modo que los bulos utilizados en estos últimos cinco años serán un juego de niños para lo que se nos viene encima. No importa que el voto ciudadano al resto de partidos en toda España —excluidos PP y Vox— sea notablemente superior en número. Ni que todo vaya en nuestro país razonablemente bien. Ni que la situación en Cataluña o el País Vasco haya pasado a ser un problema de segunda —o, ni siquiera, problema—, olvidando, incluso, que el independentismo catalán ha perdido un chorro enorme de votos en favor del PSC- y, por tanto, el apoyo ciudadano en gran medida- o que la banda terrorista vasca haya desaparecido del mapa y que las ideas independentistas se defiendan con las palabras en lugar de con las armas.
Me da la sensación de que la derecha no ve —o no quiere hacerlo— que la mayoría de los españoles no encuentra problemas donde no los hay de tal modo que no tiene miedo a que le okupen la casa cuando baja a comprar el pan, se levanta por las mañanas contenta por el buen número de derechos y libertades que algunos grupos —hasta hace bien poco perseguidos— han conseguido. No desprecia la mano de obra que viene de fuera ni la hace responsable de todos los males. Ni atiende discursos hiperbólicos sobre la maltrecha economía o el mal funcionamiento de tal o cual servicio, por cierto, en muchas ocasiones dirigido en los territorios autonómicos por quienes los critican a nivel nacional. Piensa que el recuperar cuerpos de desaparecidos en la dictadura es más una cuestión de humanidad que de memoria. Y ve con buenos ojos la subida del SMI y otras tantas mejoras ciudadanas. Al igual que le parece bien que las personas —sin importar su sexo— se quieran y se casen entre sí, sólo por poner un ejemplo. España, afortunadamente, está en un nivel muy alto en la lista de derechos de la ciudadanía y así debiera seguir a mi juicio. Al fin y al cabo, la libertad es eso: intentar ser feliz respetando los derechos ajenos.
Abrazarse al sistema trumpista de hacer política —qué curioso que sólo cambiando una letra se convierta en trampista— por lo que se ha visto, no convence a la mayoría. Y, sobre todo, no lo hace porque supone un insulto a la inteligencia media. ¡Qué pena no tener en España una derecha moderna y moderada que sepa dialogar y vencer con argumentos y perder con dignidad! La democracia es así. Un juego de alternativas que debe respetarse.
Lo dicho. Estemos preparados. España ya no se rompe. En muy breve espacio de tiempo nuestro país se va a desangrar, como sabemos, algo mucho más grave que la ruptura.