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Vaya por delante que soy uno de los del montón que ha votado por correo. Ha sido la primera vez dentro del pánico colectivo que ha cundido ante la posibilidad de estar de viaje por algún sitio, aunque la realidad es que no hay (hubo) planes para esa fecha finalmente.

Al salir de Correos salí con sensaciones leves, pero que por ser nuevas me llamaban la atención. La primera era como de resignación: lo hecho hecho está. Así que si luego cambio de opinión en lo que a las opciones se refiere habrá que asumirlo y punto.

Por otro lado, una cierta dosis de alivio al no sentir esa pequeña responsabilidad de estar un poco atento «a ver que dicen hoy» para asegurarme que voto lo que pienso mejor para mí, para los míos y para este bendito país.

Por lo tanto, aunque nada resulte indiferente es cierto que uno se ha retirado a la barrera y se ve todo con un poco de distancia. También consuela la tranquilidad de saber que lo básico de las propuestas está más que definido en cada bando.

Desde la barrera, se fija uno en otras cosas. Por ejemplo, pienso que el exceso de lenguaje puede hacer perder más votos que ganarlos. Y eso incluye las campañas tan destructivas con el rival que acaban por enervar a todo bicho votante. Esta campaña ha sido la de los mentirosos, otras han sido de acusación de corrupción. Otras ya veremos. Todo muy edificante.

Decía un periodista de este país de enorme credibilidad que hay que hacer todo lo posible por estar en el voto presencial, a pesar de todo lo que ocurre, porque eso es la democracia. Y no puedo quitarle razón. Se difumina el sentido de unas elecciones generales al andar votando fuera de fecha. Hay algunas cosas que hay que hacerlas todos a la vez. Es como si para manifestarse por algo cada uno saliera cuando y donde le pareciera conveniente.

Intentando que sirva de excusa me gustaría puntualizar que si nosotros cumplimos que también cumpla el Gobierno. Para empezar con la fecha. Se ha evidenciado la falta de respeto de un primer ministro que teniendo en cuenta la navegación sin rumbo en la que íbamos igual daba haber convocado en unas fechas que otras (más cómodas) salvo que sea más que evidente que la fecha sea parte de «su» campaña.

Por otro lado, de una vez por todas, vamos a ver quiénes van a ser los aspirantes a representantes y a ver si responden a unas exigencias mínimas. Cualquier país, también el nuestro, vive en la meritocracia: cuanto más preparado está uno más lejos llega. No sé si es la ley de la selva pero seguro que es la realidad. Hasta que llegamos a la política en donde conseguido el poder por parte de uno empieza a dar trozos de ese poder a personas que no vienen, precisamente, de ningún triunfo profesional en otras áreas. Y empiezan a implementar ideas propias o de su grupo de influencia. No hace falta recordar las iniciativas y sus efectos.

Por seguir con estas observaciones desde el tendido de sombra, un poco alejado de lo que ocurre en el albero, sería de agradecer que si hay que sacar a las viejas glorias a la calle que nos aporten información y reflexión desde su experiencia; válidas para nuestra sociedad y en este momento. No sé si el anunciar con gran solemnidad que el universo es infinito va resolver en algo el nivel de agua de los pantanos, el paro juvenil o los incendios por doquier.

Y por último, muy dirigido a los nuevos que llegan: no pierdan el contacto con la realidad. Es una tentación muy grande. Al final, Vds son solo (y ni más ni menos) que administradores de fondos o de poder concedido por los contribuyentes durante un tiempo. Se ha visto como llegados a ese poder tan ansiado algunas personas pasan de ser parte de la historia a pretender que la historia pase por ellos.

Vana ilusión. Y meteduras de pata que luego las hemerotecas castigan con severidad.