Diario de León

Elecciones en España: un diagnóstico

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Me parece que para comprender algo de lo ocurrido en las recientes elecciones generales en España, una de las posibles claves es considerar qué valor se presta actualmente en la sociedad española a la vida humana. Ese valor, por su importancia básica sobre otros, considero que es un fiable índice de encuesta sociológica.

La particular valoración que cada uno otorga a la vida, a su propia vida, no es cuestión de siglas políticas. Nunca la vida humana está relacionada directamente con opiniones políticas, sean de tinte progresista o conservador. Otra cosa, es que buena parte de los políticos la quieran reducir a explicaciones meramente superficiales, como reflejo de una profunda ignorancia que raya en un analfabetismo científico.

Sin embargo, hay verdades científicas incontrovertibles que, si se asumen o no, acaban aflorando poderosamente en la sociedad, para bien o para mal. Como son: que la vida empieza en la fecundación, que el embrión humano tiene vida desde su inicio tras la fecundación, que el enfermo tiene una dignidad que exige acompañar con respeto hasta su final… etc. Si a esas realidades básicas, imposibles ocultar, se les reviste de un artificial tinte político se profana su significado, se profana a la persona, y se profana a la sociedad.

Ese es uno de los diagnósticos que, a mi parecer, cabe hacer de las elecciones recién celebradas. Una mayoría de la población española permanece insensible, o contempla con indiferencia pasmosa, día a día, no sólo como se desliga el embarazo de la vida humana que transporta, no sólo como se desliga la vida de los enfermos terminales a su suerte sin proporcionarles la precisa protección médica, no sólo como se desliga a los enfermos de ELA de los medios a los que tienen derecho a ser ayudados adecuadamente para evitar que sean gravosos, etc., sino que, además, se contempla, con conciencia anestesiada, esos problemas devastadores sin ser capaces de activar resortes eficaces de solución.

Relegada la importancia de la vida humana a los límites de la periferia social y política, es muy difícil que otros muchos campos realmente menos relevantes a nivel personal cobren el relieve político que merecen, y como mucho alcanzarán un nivel de mediocre dialéctica partidista aburrida hasta la saciedad que empuña, una y otra vez, la tediosa y manida acusación mutua del «tú más, y peor».

La enfermedad que se padece, a escala personal y social, es el corrosivo desdén por el respeto que merece la vida humana. Salir de esa devastadora enfermedad es cuestión de concienciación. Una sociedad gravemente enferma y ciega en sus aspectos básicos no acertará nunca el rumbo.

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