Portugal, el papa Francisco y la Jornada de la Juventud
Aparentemente, la fe católica hoy en Portugal forma una parte importante de la vida cotidiana como cuando gobernaba Antonio de Oliveira Salazar a mediados del siglo XX. Adultos y niños todavía asisten a las fiestas tradicionales y participan en procesiones religiosas. Todavía hoy llaman a los sacerdotes y obispos para bendecir las flotas pesqueras o los nuevos puentes, y los caminos hacia Fátima a menudo están repletos de peregrinos. No obstante, el papa Francisco en su visita a Lisboa para su cuarta Jornada Mundial de la Juventud, se encuentra con una Iglesia católica con las mismas dificultades que tiene en gran parte del mundo desarrollado.
Más de un millón de jóvenes se han registrado para la Jornada Mundial de la Juventud, incluida una delegación de Ucrania y otra de Rusia, que se celebra del 1 al 6 de agosto en Lisboa, y que culmina con una visita del Papa. Aunque los lazos culturales del catolicismo son profundos en Portugal y la participación en la jornada ha sido impulsada por cientos de grupos de peregrinos de todo el mundo, los números pueden ser engañosos: mientras que casi el 80% de los portugueses se identifican como católicos, menos del 20% asiste a la Misa dominical.
«El mayor desafío para el catolicismo en Portugal es el indiferentismo de la sociedad», dijo el padre Hélio Nuno Soares, párroco de la diócesis de Angra, quien señaló que el agnosticismo ha ganado terreno en la sociedad portuguesa a medida que más personas se desvinculan de la iglesia institucional. «El catolicismo mantiene su preponderancia, pero está perdiendo influencia en los valores presentes de la sociedad».
Si bien el objetivo principal de la Jornada Mundial de la Juventud es preparar a una nueva generación de jóvenes católicos para el futuro, es probable que Francisco no pueda hacerlo sin un reconocimiento serio del pasado de la iglesia portuguesa. Durante mucho tiempo se ha sabido que las Jornadas Mundiales de la Juventud son ocasiones de celebración, una semana de conciertos y festivales juveniles bulliciosos, junto con catequesis diaria y servicios de oración, pero lo que se cierne sobre esta Jornada Mundial de la Juventud será cómo la iglesia portuguesa, y el papa Francisco en particular, se enfrentarán a la grave realidad del abuso sexual registrado dentro de la iglesia en los años pasados. En junio, los organizadores de la jornada dijeron que el Papa se reuniría con víctimas de abusos del clero, aunque los detalles de la reunión aún no se han dado a conocer. Pedro Strecht, psiquiatra y coordinador de la comisión independiente, dijo que «Dar voz al silencio», ha sido el tema central del trabajo de la comisión, y esto será tarea del Papa durante su estancia en el país. El mensaje del Papa en Portugal tendrá que estar dirigido tanto a las víctimas como a los obispos, si la iglesia quiere recuperar la credibilidad.
En los últimos 20 años, a pesar de las objeciones de los obispos de la nación, los legisladores y votantes portugueses han aprobado leyes y referéndums que liberalizan el acceso al aborto, la fertilización in vitro, el divorcio civil y la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. En mayo de 2023, el parlamento portugués despenalizó la eutanasia para personas con enfermedades incurables. Si bien los obispos publican regularmente normas de conducta que articulan los principios de la enseñanza social católica para la vida pública, los analistas sociales dicen que los líderes católicos hoy no son tan aceptados como solían ser, en parte debido a la historia reciente de la pederastia en la iglesia.
Desde 1933 hasta 1974, cuando un incruento golpe militar derrocó al Estado Novo, la Iglesia católica en Portugal estuvo entrelazada con el estado, que consagró la moral católica en la ley civil. Durante ese largo período, ser católico en Portugal era casi idéntico a ser portugués. Era algo parecido a lo que sucedió en la España de los tiempos de Franco. En el Portugal de Salazar, si uno no aparentaba ser católico, asistiendo a misa los domingos o enviando a sus hijos a clases de catecismo, era tachado de comunista o enemigo del régimen. Pero una vez que la revolución democrática derrocó al gobierno de Salazar, ya no hubo una necesidad política de parecer católico, por lo que solo aquellos que eran de hecho católicos continuaron observando la religión. El desarrollo socio-religioso en Portugal desde la revolución de 1974 ha registrado la misma tendencia secularizadora que ha experimentado el resto de Europa.
En muchos aspectos, combatir esas tendencias fue la razón por la cual el papa Juan Pablo II inició la Jornada Mundial de la Juventud, una práctica que fue mantenida por el papa Benedicto XVI, quien también usó sus mensajes en estas Jornadas de la Juventud para denunciar las crecientes corrientes de secularismo e incredulidad. A pesar de la disminución del número de practicantes y de una iglesia que todavía sufre por los abusos sexuales, el papa Francisco podría encontrar un terreno fértil durante su estancia en el país para ofrecer un nuevo mensaje para una nueva generación. El Papa no encontrará hostilidad a la fe, sino una profunda indiferencia religiosa. Por eso, la iglesia portuguesa espera que el Papa, con sus 86 años de edad y con una salud frágil, siga su patrón de encuentros directos y personales y ofrezca una cara fresca del catolicismo a los portugueses y a los jóvenes de todo el mundo allí reunidos.