Diario de León
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En Ucrania llaman «raspútitsa» a ese mar de lodo que, en primavera y otoño, inunda su inmensa llanura debido a la infiltración del agua en el suelo, y que impide el tránsito por caminos no pavimentados.

Este fenómeno retardó el avance de la Grande Armée de Napoleón, de la Blitzkrieg alemana, y también de la invasión rusa de 2022. Los terrenos se vuelven impracticables, incluso para vehículos dotados de orugas, limitando sus movimientos a las carreteras asfaltadas.

Estamos, pues, a un mes de una nueva «raspútitsa», lo que significará el fin de la contraofensiva ucraniana, si esta no ha finalizado antes, bien porque consiga sus objetivos de penetrar en los territorios tomados por los rusos, o porque fracase definitivamente. Después de dos meses, esto último parece lo más probable.

Desde la perspectiva rusa, parece que la estrategia diseñada por el general Surovikin, con la retirada táctica de Jerson y la fortificación en la orilla oriental del Dnieper, está dando sus frutos, ya que los sucesivos embates del ejército ucraniano no dejan de chocar contra la barrera de campos de minas rusos y su mayor potencia de fuego artillero. Cuando las unidades mecanizadas ucranianas logran tomar algo de terreno, inmediatamente son sometidas al fuego artillero, lo que facilita la contraofensiva rusa, con lo que las ganancias territoriales, en estos dos meses de ofensiva, son nulas. Por otra parte, algunas fuentes aseguran que el ejército ucraniano ya perdió el cuarenta por ciento de los blindados suministrados por Occidente, entre ellos muchos Bradley y Leopard, a los que hay que sumar los miles de bajas humanas. Hasta los mercenarios colombianos, tan discretos en la guerra del Yemen, hicieron conatos de insubordinación por considerar que los forzaban a llevar a cabo misiones suicidas.

Las únicas operaciones exitosas, como los ataques con drones a Moscú o el uso de drones marinos en el mar Negro, se nos muestran como más mediáticas que otra cosa, con un impacto solo algo significativo en Crimea y en el Donbass.

Por otra parte, la esperanza de que se lleguen a producir cambios políticos en Rusia se va desvaneciendo. La presencia de Yevgueny Prigozhin en la cumbre Rusia–África de Sano Petesburgo, así como las recientes maniobras conjuntas de Wagner con el ejército bielorruso, vienen a confirmar la fuerza del «partido de la guerra», e incluso Putin parece haber salido reforzado de la asonada de Wagner, imponiéndose como árbitro entre las distintas corrientes.

Por lo que respeta a Ucrania, la prestigiosa revista Foreign Affairs, portavoz oficioso del Departamento de Estado, en su número de julio/agosto se pregunta en su portada: «Tell me how this ends. Is there a path to victory in Ukraine?». Según Pablo del Amo, de «Descifrando la Guerra», se está instalando en Occidente a «fatiga ucraniana» y, según una encuesta de la CNN-SSRS, la mayoría de los norteamericanos se oponen a que el Congreso autorice más ayuda militar. «Es fácil seguir financiando y armando a un país cuando las cosas van bien, pero no cuando la contraofensiva contra los rusos se tambalea», asegura este analista. Perseverar en el envío de armamento podría agotar los recursos militares de Occidente y dejarlo en situación de desventaja en la región del Indo-Pacífico, en la que se localizan los mayores desafíos de seguridad.

Segundo del Amo, ante una guerra imposible de ganar, Washington necesita un final en Ucrania.

Ese final estaría claro dentro de algo más de un año si, como se prevé, vuelve a ganar Trump y los frentes siguen estancados, pero a Biden todavía le queda mucho tiempo, y no debemos olvidar que el actual presidente, senador desde 1973 y vicepresidente con Obama, siempre se mostró como un halcón. Fue él el principal instigador de los bombardeos de Yugoslavia y también de los de Libia. Así, aunque tiene la Cámara de Representantes en contra, no sería descartable una mayor escalada de la guerra, que ya estamos viendo con la entrega a Ucrania de bombas de racimo y proyectiles de más largo alcance.

Por otra parte, merece la pena recordar que fue también Biden quien abandonó a los afganos a su suerte. En este hipotético caso no sería descartable un reparto de Ucrania entre Rusia y Polonia, quien ansía ocupar un occidente ucraniano que ya formó parte de su territorio en el período de entreguerras.

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