Destrozar la ciudad
A tenor de todas las iniciativas que ha ido tomando en el curso de los últimos años, la mayor parte de ellas altamente controvertidas, cabe deducir que el alcalde José Antonio Diez tiene una visión muy particular de gobernar y administrar nuestra ciudad de León. Este buen hombre que llegó al cargo hace poco más de cuatro años con un bagaje prácticamente nulo en el asunto de gestión de asuntos públicos, ha ido paulatinamente dando la campanada en la mayor parte de los acuerdos que ha ido tomando.
Es cierto y así hay que reconocerlo, que heredó una ciudad que llevaba ya varios años rodando por la pendiente del declive. La gestión llevada a cabo por sus antecesores, con Antonio Silván a la cabeza, tampoco fue un dechado de efectividad, si bien es cierto que había una mayor comunicación con los ciudadanos. Algo que a día de hoy es algo inexistente. Se toman las medidas sin pulsar la atención de la ciudadanía ni tomar en cuenta su parecer sobre ésta o aquella cuestión que afecta a su día a día. Al alcalde Diez (visto está) le molesta profundamente el tráfico rodado, y su afán es poner trabas al mismo con el objetivo facilitar la vida normal del ciudadano, una quimera que da la sensación que se ha creado él solito en sus profundas reflexiones.
Ya en su momento hubo discusiones acaloradas sobre el proyecto de peatonalizar Ordoño II. Al final el acuerdo tomó carta de realidad, y la calle principal de nuestra ciudad se cerró a cal y canto creando problemas diversos que se arrastran a día de hoy.
Entonces se barajaron otras posibilidades intermedias por diversos colectivos y, efectivamente, hubiera sido lo deseado. Por ejemplo cerrar al tráfico la avenida los sábados y festivos, aunque se permitiese el paso del transporte público, pudiéndose hacer lo mismo en Semana Santa, Navidad y festividades de San Juan y San Froilán.
Pero ¡no! Diez es un señor de ordeno y mando; la arteria principal de León se cerró y ocasionó no pocos problemas, entre ellos estrangular el tráfico en todo el centro de la ciudad y sus accesos, ya que los coches por algún sitio tienen que discurrir. Pero en estas cuestiones no se para a pensar el alcalde Diez.
Posteriormente se ha cerrado la carretera de Los Cubos. Se podría haber reducido el volumen de tráfico permitiendo la circulación solamente en un sentido, pero igualmente se optó de forma unilateral por la ocurrencia personal. El cierre de Ordoño ha dañado de forma palpable al comercio del centro de la ciudad y ese percance permanecerá ya anclado de forma definitiva en el discurrir diario de la vida de la ciudad. La última ocurrencia del recién elegido nuevamente alcalde, señor Diez, ha sido levantar la calle Ramiro Valbuena, para hacer no se sabe qué, perjudicando grandemente al ya casi inexistente comercio y haciendo difícil la vida diario de los residentes. Todo el vecindario se hace las mismas preguntas: por qué y para qué.. Qué necesidad había de destrozar una calle que lucía amablemente con sus arbolitos. Dicen algunos (aparentemente más enterados que el resto) que se va a dejar solamente un carril para el tráfico rodado. ¡Pero qué ocurrencia, madre de Dios!
Esta calle tiene un tráfico bastante denso a lo largo de todo el día hasta la caída de la tarde. Durante la mañana el trasiego de furgonetas y pequeños camiones es constante, con el agravante de que se aparca donde se puede o donde se le antoja al desaprensivo de turno, que de todo hay.
Ahora, aparte de suprimir las plazas de aparcamiento (o reducirlas drásticamente) se entorpecerá aún más el tráfico, haciendo la circulación por el centro de León un calvario. Lo de Ramiro Valbuena no se entiende por más vueltas que uno dé a la cabeza; lo que sí es perceptible serán los sesenta, noventa o ciento y pico mil euros que va a costar a las arcas municipales (dinero de todos, ojo al parche) la última ocurrencia del alcalde Diez, que maldita gracia nos hace a los que la padecemos. Mientras, los partidos de la oposición en el limbo, que en definitiva es lo que vienen haciendo ya desde el inicio de la anterior legislatura.
Entonces, allá por mayo de 2019, el edil Prieto Sendino (UPL) aseguraba de forma tajante «que se iban a enterar los socialistas de lo que iba a ser una oposición seria y contundente». La realidad fue otra muy distinta, y la legislatura transcurrió vegetando sin pena ni gloria.
Respecto del Partido Popular, la cosa es más grave. Desde el mismo momento que en mala hora se eligió como candidata a la señora Margarita Torre, las controversias, discusiones, salidas de tono y espantadas han sido moneda corriente. Fernández Mañueco se cubrió de gloria permitiendo lo que se ha convertido en continua algarada. Mientras, la ciudad de León languidece a paso vivo, no lentamente.
El comercio tradicional va desapareciendo a buen ritmo y de aquí a poco más de seis o siete años, León será una ciudad de viejos y de servicios elementales, con las oficinas bancarias en mínimos históricos, ahora, eso sí, rodeada en la periferia por una constelación de macrocentros comerciales que no se sabe bien cuál es su objetivo, si presencial o simplemente de ornamentación publicitari; de rentabilidad imaginamos que no, habida cuenta del panorama que tenemos delante. Una vez más se cumple aquella premisa que personalmente siempre he defendido: la ciudadanía va por una senda y la clase política por otra diametralmente opuesta.