Diario de León

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Tal y como reza una de las leyes de Murphy: «cualquier situación, por negativa que sea, es susceptible de empeorar». Es lo que pudiera ocurrir con la situación en la que se encuentra la política española, junto con todas sus derivadas, en el caso de que Su Sanchidad vuelva a ocupar la presidencia del Gobierno de España. «El país que, en el fondo y en la forma, está dispuesto a dibujar de nuevo Pedro Sánchez, no es un país, es una pesadilla, un país raquítico, deforme y peligroso que ahondará la confrontación entre españoles» (A. Valladolid). «Cuatro años más de Frankenstein, ahora con Junts, ERC, Bildu y el PNV, solo puede significar un avance hacia el Estado plurinacional… La idea del jefe del PSOE es que el PP, y la derecha en general, desaparezcan o le sirvan como el hombre del saco con el que asustar a los suyos» (J. Vilches). El Pacto del Tinell está vigente.

Finalizado el escrutinio correspondiente a las votaciones celebradas el 23-J, y conocidos los resultados de las mismas, no sin sorpresa, muchos españoles descubrimos que en España hay millones de chapotes que, junto con miles de charnegos y maquetos, decidieron con sus votos refrendar las políticas rupturistas de Pedro Sánchez y su banda Frankenstein 1, así como apoyar la continuidad del guerracivilismo con la formación de una nueva banda a la que ya se conoce por Frankenstein 2. Esa misma noche, también nos encontramos con la puesta en escena del relato preparado por el sanchismo: pasar por vencedor de unos comicios que había perdido. Hacer ver a los españoles que el PP, aunque había superado al PSOE tanto en votos como en escaños, no había ganado las elecciones, para lo que era necesario -como prueba de su prepotencia y de su falta de educación y de respeto al adversario político- que Pedro Sánchez no felicitara a Alberto Núñez Feijóo, el vencedor de las elecciones, y exhibiéndose ante miembros de la secta sanchista en la puerta de Ferraz utilizara la expresión «mayoría social» con la que tapar su derrota electoral. Días después, para seguir dando forma al relato, con la ayuda de toda la trompetería mediática sanchista y con el fin de erigirse como vencedor de las elecciones, sin que sepamos con qué superior derecho, se dedicaron a presionar al Rey para que no designara a Feijóo candidato a la investidura para presidente del Gobierno de España, alegando tratarse de una investidura fallida al no disponer de los necesarios votos para sacarla adelante; situación, por cierto, muy parecida a la que se encontraba Sánchez en esas mismas fechas, aunque dando por hecho —manipulando perversamente el lenguaje— el apoyo de una supuesta «mayoría progresista», en la que se incluye a la derecha racista peneuvista y a la derecha golpista liderada por Puigdemont, a quien el ‘doctor plagio’ se comprometió traer a España para ponerle a disposición de la Justicia, y que, sin embargo, ahora, al ‘cambiar de opinión’, pretende amnistiarle por ser «ficha clave en el puzzle de Sánchez si quiere conseguir revalidar su mandato» (G. Huesca). Así, pués, no habrá investidura del ‘maniquí’ si no hay investidura previa de ‘puchí’, a lo que también perversamente llaman «alivio penal».

Cuenta Ana Martín en su crónica política en el debate.com que «el Rey echó por tierra el relato estival socialista cuando designó a Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura, mediante un comunicado que no gustó en la Moncloa». Y ello, porque el Rey verificó que el Partido Popular había sido el grupo político que había obtenido el mayor número de escaños, y porque también verificó en el procedimiento de consultas llevado a cabo que no se había constatado, hasta la fecha, la existencia de una mayoría suficiente para la investidura de Sánchez.

Los días 26 y 27 de este mes de septiembre, en los que se dará inicio al proceso de investidura del golpista Puigdemont, serán decisivos para España y los españoles. En ambas fechas, en las que el protagonista será Feijóo, el contenido de sus discursos, como ha señalado Alejo Vidal-Quadras, «ha de ser concorde con la gravedad de la situación que atraviesa España, un país entregado a sus peores enemigos por un forajido de la política, y ha de ofrecer a los españoles un diagnóstico sereno, pero inmisericorde, del desastre que representa Sánchez y su séquito de íncubos y súcubos totalitarios, sectarios y liberticidas. Esta descripción certera de nuestros males ha de ir acompañada de la presentación de un proyecto ambicioso, realista y atractivo para una España de éxito que afronte las reformas estructurales que su arquitectura institucional, su sistema educativo, su esquema productivo, sus finanzas públicas y su modelo territorial demandan. Feijóo ha de brillar, gustar y convencer a los que le han votado y a los que no lo han hecho, pero podrían hacerlo en un futuro. Lo que le espera en el debate de investidura no es en absoluto un trámite en un contexto de normalidad democrática, es un desafío existencial para él y para la Nación a la que se ha comprometido a servir y a la que no puede fallar». Sin embargo, la candidatura de Feijóo probablemente no saldrá adelante, lo que permitirá la investidura del huido Puigdemont por un interpuesto Pedro Sánchez.

De acuerdo con Álvaro Nieto, «el peor Gobierno de la democracia, con errores clamorosos, populismo barato y una mala gestión más que evidente, no ha podido ser derrotado con contundencia en las urnas… Por tanto… ya sabemos lo que viene: un gobierno de coalición en donde se harán todas las cesiones que hagan falta a los socios parlamentarios. Ya nadie podrá llevarse a engaño. En 2019 Sánchez nos mintió a todos, pero ahora le conocemos demasiado. Sabemos de lo que es capaz… Así las cosas, átense los machos, que vienen curvas. Queréis Sánchez, tendréis Sánchez. Pero que luego no se lamente nadie».

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