Diario de León
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Los que recientemente vimos la película Oppenheimer , salimos un poco con la sensación de que los físicos y matemáticos, por lo menos los de alto nivel, son una gente, cuando menos, peculiar.

Eso mismo debió pensar el juez al que le tocó hacerle el examen para obtener la nacionalidad norteamericana al matemático y lógico austro-checo Kurt Gödel. Cuando, durante la entrevista, se mencionó el nacional socialismo, Gödel se enzarzó en una discusión con el juez, pues aseguraba que la constitución americana encerraba una contradicción lógica que podría permitir instaurar legalmente una dictadura en los Estados Unidos. Afortunadamente Gödel iba acompañado por Albert Einstein y Oskar Morgenstern, que terciaron en la discusión y Gödel consiguió la nacionalidad.

Por lo que respeta a Karl Popper no nos consta ninguna anécdota relativa a su proceso de nacionalización, probablemente porque el Reino Unido carece de constitución escrita; pero él también, de una manera independiente, descubrió la misma inconsistencia de los sistemas democráticos que su compatriota de origen.

La cuestión que tanto Popper como Gödel intentaban resolver es si puede la democracia, que por definición es la expresión de la mayoría, ser tolerante con sus enemigos.

En palabras de Nassim Nicholas Taleb: ¿puede una sociedad que decidió ser tolerante mostrarse intolerante con la intolerancia? ¿Estaríamos de acuerdo en negarle la libertad de expresión a un partido que en su programa defienda la prohibición de la libertad de expresión? En suma, ¿debemos ser tolerantes con todos aquellos que pretenden destruir la democracia?

Taleb, en su libro «Jugarse la piel» utiliza ejemplos alimentarios. Siguiendo su ejemplo, en mi caso la única restricción se limita a los viernes de cuaresma, pero no me meto en si mis acompañantes se zampan la oreja cocida que nos pusieron de tapa. Eso sí, me gustaría que la hostelería tuviera en cuenta mis preferencias y me ofreciera una alternativa. El mismo le pasará, o debería pasar, a un vegetariano, un hindú, un judío Kósher, o incluso un musulmán, pues lo único que quieren es que los dejen en paz y poder seguir, sin molestar a nadie, los preceptos de su religión u opción alimentaria.

Pero todos conocemos casos de veganos ultrarrigurosos que, no solo no comen ellos carne, sino que se ofenden porque la comamos los demás. Lo mismo pasa con un musulmán suní que sigue el wahabismo o salafismo, esa corriente rigurosa del Islam que surgió en Arabia a mediados del siglo XVIII, y que está colonizando el resto del mundo suní por obra y gracia de los petrodólares con los que la familia Saud financia la construcción de mezquitas por todo el mundo. Para ese salafista, comer carne no sacrificada correctamente (halal) es haram, o sea pecado. Pero no lo es solo para él, sino que todos los que no seguimos ese precepto estamos violando la ley.

¿Debemos ser tolerantes con quien quiere someternos a su ley, a la ley de la minoría?

Si aceptamos las conclusiones de Taleb en su estudio de las asimetrías, podemos concluir que acabará por aplicarse la «regla de la minoría» y que «los valores morales de una sociedad no se forman en virtud de la evolución del consenso. Por lo contrario, la persona más intolerante es la que impone su virtud a los demás precisamente por su propia intolerancia». Y concluye que «una minoría intolerante puede, efectivamente, controlar y destruir la democracia». «Por lo tanto debemos ser más intolerantes con algunas de esas minorías intolerantes».

Recientemente empecé a leer un artículo de un defensor de las nuevas metodologías educativas que, en el escrito, calificaba de «rojipardos» a los que, aunque definiéndose como de izquierdas, paradójicamente según él, abogan por los métodos tradicionales. Al principio no caía en lo de pardo, pero después me di cuenta que se refería a las camisas pardas que utilizaban los nazis.

Así, esta identificación con el nacional socialismo no solo es maliciosa y tendenciosa, sino también errónea, ya que los métodos educativos propugnados por los nazis se asemejaban bastante a la nueva pedagogía.

No finalicé de leer el artículo, porque la primera propuesta que hacía era censurar en los medios a todos los que defienden los métodos tradicionales. Después de leer la Taleb, por vez primera fui intolerante.

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