Los (verdaderos) efectos de la nueva PAC
Todas las reformas de la PAC —y el campo español ha vivido ya unas cuantas— generan encendidos debates, sobre su orientación política, su presupuesto o los previsibles efectos de sus medidas. Esta última reforma no ha sido una excepción. Se han escrito ríos de tinta (más bien ya de píxeles), se han celebrado reuniones y asambleas en pueblos y ciudades, cada administración ha tratado de arrimar el ascua a su sardina, tratando de lograr las mayores ayudas para sus territorios y sectores, y los agricultores y ganaderos, principales destinatarios y afectados de la PAC, hemos alzado nuestra voz para influir en esta importantísima política europea.
Ahora que el verano concluye, es un buen momento para analizar las cifras y hacer balance de este primer año de aplicación de PAC. Los datos demuestran que los agricultores españoles se han sumado masivamente a las nuevas exigencias de la Política Agraria Común. Se demuestra, una vez más, la capacidad de adaptación, resiliencia y progreso de los agricultores y ganaderos españoles frente a los diversos cambios legislativos que nos van afectando.
Hoy podemos afirmar que las voces agoreras que llevan años tratando de torpedear la reforma de la PAC no tenían razón. Tras un primer año de aplicación, muchas de las medidas impulsadas por la nueva legislación dejan efectos tangibles en el campo, a pesar de que, debido a la sequía, este haya sido un año nefasto para la inmensa mayoría de los agricultores y ganaderos en términos de producción cosechada.
Por citar algunos datos, y en comparación con el año pasado, los barbechos han aumentado un 6,6% y los cultivos de cereales han bajado un 2,8%. Los cultivos leguminosos (proteaginosas, leguminosas de consumo animal y humano) han aumentado un 38%, sin duda una gran noticia para el futuro del sector agrario. Problema aparte es que este año la sequía haya provocado que no tengamos cosecha de nada.
Sobre los ecorregímenes, una de las figuras novedosas de la PAC, y que más criticada ha sido por parte de algunas organizaciones y políticos, el compromiso de los agricultores ha sido masivo: de 22,2 millones de hectáreas declaradas, 19,1 han solicitado ecorregímenes, un 86%. Si bien es cierto que se dan grandes diferencias entre regiones, desde el 95% de Castilla y León hasta el 42% de Murcia. Esto demuestra que hay que analizar detalladamente los motivos de esos porcentajes y ver qué ha fallado en cada caso. También creemos que se debe reforzar el criterio de la degresividad, de manera que la cuantía de las ayudas se reduzca a medida que aumenta el número de hectáreas, para apoyar más a las pequeñas y medianas explotaciones que más lo necesitan.
Creemos que los ecorregímenes deben analizarse uno por uno, para adaptarlos a la realidad de la agricultura y ganadería española, realizando una fuerte pedagogía a los agricultores. Una labor en la que las organizaciones agrarias y las Administraciones tenemos una gran responsabilidad.
Con los datos del primer año de la PAC en la mano, es el momento de que las administraciones escuchen al campo para realizar ajustes que mejoren la aplicación de esta política en España. Europa no ignora que la guerra en Ucrania lo ha complicado todo, y que la situación climatológica es complejísima para los agricultores. Por eso creemos que se deben flexibilizar aspectos como permitir realizar tratamientos en los barbechos, o realizar labores superficiales en determinados casos. También mantener la reducción de los porcentajes mínimos obligatorios de superficie rotada o que haya una revisión al alza de la admisibilidad de pastos, para favorecer a la ganadería extensiva.
En definitiva, toda ley debe bajarse al terreno, y aplicarse con justicia, evitando efectos perniciosos y buscando los más beneficiosos. El campo español está volviendo a demostrar su compromiso con los retos de la sostenibilidad y de la lucha contra el cambio climático, a pesar de las dificultades, que son muchas. Seguiremos produciendo alimentos, cuidando el paisaje y protegiendo el medio ambiente. Esperamos que la PAC nos ayude en ese enorme reto.
Quiero poner también de relieve el inmenso trabajo administrativo y de gestión que supone la tramitación de una nueva PAC. Este año no ha sido una excepción y la adaptación de la aplicación, los fallos en el programa, la falta de capas de elegibilidad… han puesto a los servicios técnicos de las organizaciones agrarias al límite una vez más. Y ese trabajo debe ser reconocido. Pedimos a las Administraciones que se aseguren de que cuando hablan de simplificación, sea eso: hacer las cosas de manera más simple. Ha sido el primer año de una nueva PAC y debemos tomar nota de los problemas para arreglarlos la próxima campaña.