La moda de la incineración de biomasa no es una buena idea
Hace escasos días la ONU alertaba de que las emisiones de CO2 siguen al alza, ya que en 2022 aumentaron un 1% respecto a 2021, mientras en los seis primeros meses de 2023 han crecido un 0,3% respecto al mismo período de 2022.
Ahora, se están sustituyendo las centrales de carbón o gas por las de biomasa, lo que ha producido un aumento de las emisiones antropogénicas en Europa en contraste con las emisiones de otras fuentes. Aparte de que “biomasa” no deja de ser una bonita forma de nombrar la quema de cualquier cosa, la evidencia científica demuestra que las centrales de biomasa aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero e incrementan el calentamiento regional en la baja atmósfera.
Además, la evidencia demuestra una asociación positiva entre la quema de biomasa y una mayor mortalidad por todas las causas, cánceres, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, etc., entre las poblaciones cercanas. Los gastos derivados del tratamiento de estas enfermedades, que podríamos prevenir, serán muy elevados, lo que debería de integrarse en el balance de costes de estas instalaciones. Debería de prevalecer el principio de precaución y, por tanto, no se debería construir la central de Puente Castro, ni poner en marcha la de Ponferrada, que afectarán respectivamente a 200.000 y 70.000 habitantes, el 65% de la población de la provincia.
En un contexto como el actual, cuando consumimos más recursos y emitimos más contaminación de lo que la naturaleza podría absorber, deberíamos de abrir un debate sobre las necesidades energéticas. No podemos seguir viviendo más allá de los limites biofísicos del Planeta. No podemos destruir nuestros bosques autóctonos. Sustituir una fuente de energía por otra no resolverá el problema climático (y mucho menos el colapso de los ecosistemas), ni aliviará el agotamiento de los recursos.
Es posible vivir con un consumo energético diez veces menor sin que se resientan los principales indicadores de bienestar humano. Eso requiere políticas de decrecimiento (que no empobrecimiento) reduciendo el consumo energético superfluo e innecesario para garantizar lo básico, y visión de futuro. Y dado que posiblemente ya hayamos sobrepasado los 1,5º C y se traduzca en una serie de catástrofes climáticas, agrícolas y de todo tipo, sería inteligente planificar de cara al futuro para mitigar los peores efectos del cambio climático, y ello implica necesariamente mantener a salvo nuestros bosques, nuestros ríos y nuestro medio ambiente. Poner en marcha plantas de biomasa cuando sabemos que calentarán la atmósfera más rápido que las de carbón, cuando el 98% de los europeos nos vemos obligados a respirar aire que excede los límites seguros establecidos por la OMS, cuando permanecen 4.400 paneles fotovoltaicos en la cubierta del Palacio de Congresos de León (inutilizados desde hace más de 5 años), es un insulto a la inteligencia. Busquemos el bien común.