Charnegos separatistas
E s triste comprobar que la nieta del ponferradino «Pelexo», y el heredero del toralense «Corona», nacidos hace cuarenta años en Cataluña, se han vuelto separatistas y ya no son españoles, ni leoneses, ni bercianos. Su mayor desgracia es que, a pesar de haber traicionado a sus queridos antepasados, van a seguir siendo charnegos despreciados por la egoísta e insolidaria burguesía catalana de la extrema derecha de Puigdemont, y de igual modo por la extrema izquierda que representa ERC.
Charnegos a su pesar, para siempre, renegados, que hasta tienen el atrevimiento y la mala leche de llamarnos dictadores, corruptos, ladrones e ignorantes a los paisanos amigos de sus padres y abuelos, a todos los que no estamos de acuerdo con su traición e infamia.
Estos fanáticos, tan torpes y descerebrados, ni siquiera han sido capaces de entender el verdadero motivo por el cual han tenido que ser sus progenitores los que se trasladaron a Cataluña y no los catalanes al Bierzo.
Estos sujetos que nos insultan, tan cultos, nobles y bondadosos ellos, deberían saber que los separatistas no son más inteligentes, ni más guapos, ni más altos, ni más machotes, ni más valientes, ni más trabajadores, ni mejores personas. Sí son más ricos, y egoístas groseros que disfrutan de unos grandes privilegiados por culpa de nuestro ancestral deseo de concordia, unidad, paz y armonía que ha venido tolerando y complaciendo sus permanentes chantajes y ha soportado sus exigencias. Algún día nos cansaremos de tener que soportar sus chulerías y bravuconadas, nos armaremos de valor y, con dolor de corazón, no tendremos más remedio que decirles:
«Mira, Xavi, tú no eres distinto ni mejor que nosotros, no tienes que tener más derechos, ¿vale, majete?»
«Mira, Pachi, si tú eres un chicarrón del norte nosotros lo somos tanto o más, así, pues, menos lobos, y no te sulfures»
«Mira, Amaro Anxo, ya sabemos todos que tú eres de lo que no hay, pero vete a defecar de campo, y que te preste.
Hasta ahora, son ellos los únicos que piden, exigen, insultan y se muestran violentos, pero mañana, o pasado, viendo en peligro cierto nuestra propia integridad y existencia, nos sentiremos obligados a echarles mano y leerles la cartilla.
En Cataluña no hay un conflicto, un enfrentamiento, entre dos legalidades, es decir, entre la «separatista» y la «Española». Debe quedar muy claro que toda la legalidad proviene de la misma fuente, la Constitución. Los separatistas, voluntariamente, se han situado fuera de ella. Así pues, no pretendan repartir culpas por igual, pues ellos son los golpistas-desaforados y nosotros, los constitucionalistas que tenemos toda la razón.
Y de esta guisa, los españoles sufrimos a unos «mandamases» que nos salen muy caros. Les pagamos su tiempo a precio de oro y, sin embargo, los muy mastuerzos-mentecatos lo pierden descaradamente en necias discusiones para cambiar los nombres de las calles o condenar, exclusivamente, el pasado histórico de la derecha. A los españoles nos obligan a soportar que, en el Parlamento, un separatista muy equilibrado, es decir, 50% necio y 50% malo, nos exija seguir condenando el «franquismo», como si fuera un problema actual.
A estos disparatados «señorías» habría que preguntarles si también condenan a Cleopatra por la leche de burra que malgastó, a Nerón por sus malos poemas, a los romanos por la muerte de Viriato, a los sarracenos por invadir España, al comunismo de Lenin, de Stalin, de Neruda, de Fidel Castro, que sigue, y sigue, y sigue...
Franco, y Carrillo, y La Pasionaria, deben seguir teniendo sus calles, sus plazas; y con ellos todos los demás grandes personajes, importantes y principales, esenciales, históricos, malos o buenos, sea Hitler, Mussolini, Fidel Castro o Jack el Destripador. La Historia no se debe, ni se puede borrar. Obrar de otra forma, es decir cambiar el nombre de las calles, es una soberana estupidez, una mamarrachada que demuestra sinrazón, falta de voluntad democrática e interés para convivir bien.
En Noruega, por ejemplo, nadie ha dicho jamás que el escritor Knut Hamsun fuera un ser despreciable que debería ser odiado por las generaciones venideras. Ningún botarate ha propuesto quitarle los monumentos, los caminos, las calles, los monolitos y las estatuas que están por Noruega y toda Escandinavia. Y miren ustedes que murió con 93 años sin condenar el «nazismo», y sin arrepentirse de haber escrito que la raza negra era muy inferior a la raza blanca.
Knut Hamsun (1859-1952), Premio Nobel de Literatura en 1920 por su hermosa obra La bendición de la tierra, autor también de Pan , y Redactor Lynge , entre otros muchos libros, fue admirado y querido y adorado por escritores de la talla de Franz Kafka, Hermann Hesse, Ernest Hemingway, y Thomas Mann el de La montaña mágica.
Para más inri, algunos enredadores de postín sentencian que no siempre es bueno tener razón y ponerla en práctica.
A un servidor le duelen los genomas de escuchar tantos disparates, y que muchos bercianos hayan votado a favor de sus amos, de sus señoritos, de esos que los desprecian, les niegan el pan y la sal para que se puedan llenar bien las orondas barrigas de los separatistas enemigos de España. Vuestros hijos y nietos deberían pediros cuentas, y hasta es posible que les deis mucha pena cuando tengan que
ir a ganarse los garbanzos bajo la tiranía de los poderosos. Igualito, o peor, que en los tiempos de Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo, hace más de medio siglo. ¡Felicidades!
El que esté libre de culpa...
Con toda Burbialidad.