Terapias y falacias
La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dice que hay más de 400 tipos de trastornos mentales, que el número de personas afectadas por ellos ha aumentado exponencialmente al igual que las terapias empleadas para su tratamiento, tanto las farmacológicas como psicológicas o de otra índole.
Los reiterados esfuerzos por encontrar una base de células cerebrales con anormalidades biológicas y genéticas en los trastornos mentales han fracasado, cuestionando la propia validez y existencia de la psiquiatría como rama de la medicina.
La psiquiatría es una mentira y la psicología no sabe lo que es. Considerar los problemas psicológicos como enfermedades es una invención.
Las terapias psicológicas no tienen sentido ni razón de ser y las farmacológicas deberían ser abolidas porque ocasionan más daños que beneficios.
La ficción de los trastornos mentales tiene que ver, sin duda, con los intereses económicos de los lobbies de los laboratorios e industrias farmacéuticas que financian a la OMS, así como con la complacencia de muchos profesionales y pacientes.
Al emplear el término terapia y la práctica de la misma, asumimos que el comportamiento psicológico comparte las mismas características que el comportamiento biológico enfermo y que se puede aplicar el concepto de salud a ese comportamiento y eso no es cierto, pues eso es una medicalización del mismo. No hay nada que curar pues no hay nada que esté mal.
Si hay lesiones o daños orgánicos que afectan al comportamiento biológico y por tanto al comportamiento psicológico posible, ahí, como psicólogos, sí participamos pero no deberíamos llamarlo terapias sino técnicas de rehabilitación, de prótesis, mediante las cuales facilitamos que empiecen a ocurrir formas de comportamiento biológico y que se vuelvan funcionales. De terapia no tienen nada.
Por otro lado, nos encontramos con los típicos problemas del Manual de Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM V) y de la Asociación Americana de Psicología (APA) que van desde neurosis, psicosis, trastornos de la personalidad, etc, que se expanden y cambian como los virus, convirtiendo así en enfermedades mentales los problemas personales de la propia vida, por ejemplo la tristeza en depresión, la preocupación por algo futuro e inseguro en ansiedad, los sofocos, palpitaciones y miedo a morir en un trastorno de pánico o la misma timidez, entre otros muchos.
Estos problemas no son trastornos mentales de ningún tipo, son dificultades personales, interpersonales o laborales de las que, si consigues resolverlas, sales enriquecido. También es verdad que estos problemas pueden ser irreparables para muchas personas que los soportan. En mi caso, con más de cuatro décadas en estos asuntos, dos colegas psicópatas, ceporros y nauseabundos (el Jíbaro Orensano y el Pícaro Pucelano) y sus cómplices, me llevaron al abismo por no participar en sus corruptelas, defender mis criterios profesionales y mis derechos personales.
Así que, amigo lector, si le han etiquetado con trastornos como ansiedad, depresión, TDAH, TOC, trastorno bipolar o esquizofrenia, etc, jamás se curará porque nunca estuvo enfermo.
La gente que piensa que tiene un problema psicológico, lo dice porque así se lo han dicho. Lo que tiene es un problema en su relación con una persona, con otras personas, con muchas o con todas; son dificultades interpersonales de tipo interindividual a nivel social, debidas a múltiples factores.
En el fondo, la persona se siente mal porque lo que tiene es un problema de tipo moral. Cuando una persona se siente mal es porque lo ha hecho mal o lo está haciendo mal y cuando se siente bien es porque lo ha hecho bien o lo está haciendo bien.
Todas esas manifestaciones de ansiedad, culpa o vergüenza, ahora llamadas estrés, son testimonios de que hay una incongruencia entre lo que tú crees, lo que tú sientes, tus convicciones y de cómo deberías comportarte y cómo deberían comportarse los demás con respecto a ti y lo que está ocurriendo.
Eso es lo que llamamos sentimientos morales, no son juicios, no tiene nada que ver con la racionalidad. Los juicios morales los hace la gente respecto de ti, pero lo que tú tienes son sentimientos y lo que tratas de hacer es ajustar tus sentimientos a los juicios ajenos, lo cual es una equivocación.
Prácticamente todos los trastornos que se llaman mentales y que requieren de intervención terapéutica son de tipo moral. Por tanto, lo primero que tiene que hacer la persona es examinar la naturaleza de esos sentimientos morales, de la situación y reconocer qué es lo que los auspicia.
Si es un problema de que esté participando de un ambiente determinado de referencia a sus otros importantes y él no tiene la forma de comportarse apropiadamente con ellos, se le puede ayudar enseñándole a comportarse. Eso no es terapia, eso es educación informal. Si la dificultad está en que no se halla conforme con esa persona o grupo, debe irse a otro grupo si puede, eligiendo otro de referencia donde esos sentimientos morales de disgusto o incomodidad desaparezcan.
No me estoy refiriendo a ninguna tipología especial de sentimientos, no vayan a buscar una taxonomía de sentimientos de bienestar o malestar que no existe.
Los problemas psicológicos son avisos o señales del cerebro a través de nuestra conciencia moral para comunicarnos, por ejemplo, que tenemos que cambiar la forma de hacer las cosas cuando estamos haciendo algo mal o causando daño a los demás.
Los trastornos mentales son, en realidad, un problema de sentimientos morales del individuo en sus relaciones interpersonales que solo se resuelven moralmente, integrando la psicología moral,existencial y profunda en un saber tácito más amplio e incluso poético, si cabe.
Lo que hacen normalmente las terapias al uso es todo lo contrario; hacen lo mismo que la medicina moderna, que es mantener las condiciones necesarias para que sigas enfermando y, así, seguir siendo medicado. Pero es muy difícil que te curen, ya que no les interesa curarte.