Diario de León

Sangre y tierra en Oriente Próximo

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Hace ya casi doscientos años, durante la Primera Guerra Carlista, el gobierno liberal decidió considerar a los partidarios de don Carlos cómo simples forajidos, por lo que, cuando tomaban prisioneros, estos eran pasados por las armas. En reciprocidad, los carlistas decidieron hacer el mismo con los prisioneros cristinos, con lo que, a medida que la rebelión se convertía en una guerra de verdad, la carnicería aumentaba.

Tuvieron que ser las potencias europeas las que mediasen entre los contendientes para restablecer los usos de la guerra. Son esas mismas potencias europeas, norteamericanas, e incluso la Unión Europea, las que se limitan a condenar la salvaje incursión de Hamás en el sur de Israel, sin tener en cuenta que lo que está haciendo el grupo islamista palestino es, también en este caso, actuar en reciprocidad.

Estos países condenan el terrorismo de Hamás, pero no condenan el terrorismo de estado que, desde 1948, viene ejerciendo Israel sobre los palestinos que, no lo debemos olvidar, eran la población originaria de esta tierra en disputa. Los palestinos fueron despojados, durante todo este tiempo, de la tierra y también de la vida, por un gobierno que aplica métodos tan sistemáticos que, en muchas ocasiones, recuerdan a los que les aplicaron a ellos sus verdugos germánicos.

Gaza es la mayor cárcel del mundo, en la que viven hacinadas dos millones de personas, y de la que sólo se puede salir por dos pasos fronterizos, uno de ellos con Egipto. Tampoco se puede entrar por mar, debido al bloqueo israelita.

Debemos recordar que, como señalaba el congresista Ron Paul, Hamás fue creado por el propio Estado judío para debilitar y dividir a Fatah y a la OLP. También los norteamericanos crearon Al Qaeda para luchar contra los soviéticos en Afganistán, y americanos y judíos el Estado Islámico para desestabilizar Siria. Les pasó, tanto a unos cómo a otros, como al doctor Frankenstein, y sus monstruos acabaron por volverse contra sus creadores.

Esta hipocresía occidental se hace visible en las palabras de sus dirigentes. En 2022 Ursula Von der Leyen manifestaba ante el Parlamento Europeo, refiriéndose a Rusia, que «los ataques de Rusia contra infraestructuras civiles, especialmente la electricidad, son crímenes de guerra». Ahora esto mismo se está produciendo en Gaza y todavía no ha dicho nada más que «we stand with Israel».

Por otra parte, una parte de la izquierda acude a manifestarse, en aquellos países donde le dejan, en favor de los palestinos. Resulta curioso ver ondear juntas banderas palestinas y arco iris, cuando todos sabemos lo que les harían, a los portadores de esas banderas LGTBI, las malas bestias de Hamás. Comparten un cierto infantilismo con los asistentes a la fiesta rave que se estaba celebrando en el sur de Israel, ametrallados, vejados y secuestrados mientras entonaban «love» y «peace». Un infantilismo que, llegados a una edad adulta, podemos llamar estupidez.

Y digo «donde le dejan manifestarse», porque en países como Francia está prohibido apoyar a organizaciones terroristas como Hamás, pero no a Estados que practican el apartheid y privan de todo tipo de derechos a la población de los territorios por ellos ocupados, de la que son responsables.

Esta represión está afectando también a los medios de comunicación, ya que la Comisión Europea quiere limitar y controlar la narrativa de la guerra. Así merece la pena destacar sendas cartas que el comisario Thierry Breton envió la X (antes Twitter) y a Tik Tok, advirtiendo de la publicación de lo que ellos califican de desinformación. Una vez más, la libertad de expresión está en peligro.

Entre tanto, las Fuerzas de Defensa de Israel ya comenzaron a arrasar Gaza. La vicealcaldesa de Jerusalén, ante la pregunta de por qué no abrían el paso fronterizo para que pudiera salir la población civil de Gaza, indicó que quien los debería acoger es Egipto. Por su parte, el hijo del primer ministro, Benjamin Netanyahu, twiteó que los palestinos lo que tenían que hacer era recuperar otros territorios del Islam, como Al Ándalus, e irse a ellos.

Tenemos aún muy reciente, que no presente, lo que acaba de suceder en Nagorno Karabaj, donde ese territorio fue vaciado de su población ancestral armenia por el ejército de Azerbaiyán. Si la comunidad internacional se puso de perfil ante este caso de limpieza étnica, ¿por qué no habría de hacer el mismo en el caso de que esto ocurra en Gaza?

Quizás lo que manifiesta el gobierno egipcio, acerca de que su inteligencia habría advertido, quince días antes, al Mossad de la operación de Hamás, sea cierto. Quizás el gobierno de Israel haya encontrado la excusa y la oportunidad para vaciar e incorporar Gaza definitivamente al Gran Israel.

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