El precio del ego
La biología nos marca el rumbo desde el Mesoproterozoico, hace mil millones de años. Una criatura, al alcanzar la madurez, debe buscar una pareja de su especie y procrear.
Lo hacen las angiospermas, las medusas, los reptiles y los primates. Y estos descubrieron en el cuaternario superior que manteniendo una misma pareja de forma duradera se asegura mejor la pervivencia de la especie y mejora la crianza de la prole. La fórmula no la inventó el homo sapiens, la copió de ciertas especies, como el pájaro carpintero. Pero ha sido el invento mas fecundo de la humanidad. el verdadero motor de la especie humana: la familia.
Pero ciertos ideólogos, de influencia maléfica, ya desde Licurgo, el promotor del estado totalitario en la antigua Esparta, se propusieron desestimar la necesidad de la familia en favor del Estado.
Y su ejemplo lo imitaron sin disimulo los ideólogos de la izquierda comunista y la derecha fascista en el siglo brutal de las dos Grandes Guerras, por ellos sembradas. Así hemos arrivado a este primer tercio del siglo XXI con un demografía devastadora en el opulento Occidente; 60 por ciento de singles sin familia propia, que han preferido desafiar las leyes biológicas y han apostado frívolamente por una singladura cómoda, de libertad plena, en la tumbona del crucero, sin compromisos ni ataduras paterno maternas.
Y consumen los largos años de su vida adulta, cebando sus barrigas con hectolitros de alcohol y toneladas de comida basura; enmoquetando sus pupilas con miles de horas de video-reality y arrugando sus sandalias con millones de horas de vuelos por el ancho mundo
Y ahora ya jubilados, deben enfrentarse a un mundo hostil, que ya no les necesita ni entienden sin nietos con los que recargar su vitalidad y espantar las pesadumbres. Tristes solteros heteros, sin emparejar o emparejados, que no quisieron ser padres ni madres, que no quisieron ser padres ni madres se apartaron de la rodera y pagan el precio de su elección de juventud. Como le advertía la abuela Paca a Oscar, mi ciberconsultor de Benavides, «a la puta y al soltero, a la vejez, os espero».