Insoportable
Estamos asistiendo al exterminio de miles de hombres, mujeres y niños en directo, ante nuestros ojos. En apenas tres semanas han sido asesinados más niños que en todos los conflictos bélicos durante el último año. Las cifras son insoportables, monstruosas. Ante tal horror se acaban los adjetivos. No hay palabras. Y por si algún malpensado quiere sacar tajada, por supuesto que rechazamos de manera contundente y sin ningún matiz el terrorismo, vil, cobarde, injustificado, inhumano, inadmisible, desalmado, así como el secuestro y la toma de rehenes en cualquier lugar del mundo. Espero que haya quedado claro.
Pero mientras tanto, nosotros, desde nuestra bien pensante y confortable Europa, solidaria, diplomática y cargada de buenas intenciones, nos asomamos al horror durante diez minutos de algún informativo o entre la penúltima y la última serie de moda que, lo primero es lo primero, no nos podemos perder.
¿Qué nos está ocurriendo? ¿Qué le está pasando al ser humano del siglo XXI? ¿Adónde nos estamos dejando llevar? Hemos llegado a cotas de conocimiento inimaginable en todos los ámbitos de la ciencia, de la técnica, de las ciencias sociales, etc. Sin embargo, sin justificación objetiva alguna, estamos atravesando un momento de oscuridad y de desastres, en todos los órdenes de la existencia humana, que no concuerdan con los supuestos logros alcanzados. Los conflictos en todos los ámbitos están absolutamente disparados, tanto a nivel individual como social, por no hablar de la concienzuda destrucción del planeta.
No vivimos en compartimentos estancos, todo está unido. No tiene ningún sentido que el 1% de la población mundial atesore más riqueza y poder que el 99% restante. El desconcierto es mayúsculo en general y entre la juventud en particular. No podemos achacar a la casualidad el aumento injustificado del número de suicidios entre jóvenes de 16 y 25 años, o el consumo de drogas y alcohol a edades cada vez más tempranas, cuando se supone que lo tienen todo. Las cifras de pobreza que facilita Cáritas son inasumibles. El acceso a una vivienda digna es misión imposible. El asunto de la educación es de tal gravedad, que merecería un espacio aparte. O cambiamos el modelo o estamos abocados al desastre. Esto no funciona, señores. El «mercado» no arregla nada y mucho menos las desigualdades. O tomamos conciencia de la situación y, juntos, variamos el rumbo o reventaremos en pedazos contra las rocas.
Tenemos que dejar de funcionar como animales, es decir, dejarnos llevar sin saber por quién a no sabemos dónde, sin plantearnos nada ni dedicar una mínima reflexión a nuestro comportamiento. Debemos empezar a convertirnos en seres humanos, pensantes, reflexivos y capaces de tomar nuestras propias decisiones. Y ser valientes y plantar cara, y decir «no» cuando se nos trata de imponer un camino que a todas luces es injusto e inhumano.
Permítaseme un breve y muy esquemático apunte histórico en este punto. A principios del siglo XVI, la familia Soderini se hace con el poder en Florencia tras la expulsión de los Médici. Con el respaldo del papa Julio II y el apoyo de la familia Médici, tropas españolas, al frente del virrey de Nápoles, el catalán Ramón de Cardona, se proponen recuperar Florencia. Las tropas de Cardona se dirigen a Bolonia y toman la ciudad tras su rendición.
En un intento por evitar el enfrentamiento armado, el catalán envía diversas embajadas a Soderini para solicitar la readmisión de los Médicis en la ciudad. Ante la negativa, el ejército de Cardona da un golpe de efecto y se enfrenta a las milicias organizadas por Maquiavelo en la ciudad de Pratto, que finalmente cae el 28 de agosto de 1512. El posterior saqueo de la ciudad, que duró casi tres semanas, fue terrible. Murieron cerca de 5.000 personas. Ante las noticias que llegaban de Pratto, Florencia entró en pánico y su población se rebela contra Piero Soderini partidario de continuar la guerra contra las tropas del Virrey en contra de la voluntad de los florentinos que desean negociar la paz. Soderini huyó a Ragusa (actual Dubrovnic) y, finalmente, la República se rindió ante Ramón de Cardona. La familia de Soderini es expulsada de la ciudad y sus bienes requisados.
Tenemos más capacidad de decisión de la que nos quieren hacer creer. No nos podemos dejar arrastrar por la moda, por lo que hace todo el mundo o por lo que es políticamente correcto. Ni soy analista geopolítico ni experto en Oriente Medio, pero recuperamos nuestra esencia como seres humanos, con determinación y firmeza, o probablemente no dispondremos de otra oportunidad.