Atención, pelotón, ¡firmes!
¡Ay poltrona de mi vida, cómo te requiero!, suspiraba, atildado, el mandamás, mirando con confianza a su rebaño, reunido en torno a él, fiel y convencido de la victoria final. Ni una sola duda, ni un mal pensamiento, ni una mala sensación, ni un paso atrás. A pesar de todo, en ese momento todo era inseguridad, porque tanto él como los suyos, ¡siempre fieles!, sabían lo que se jugaban, si ese «no», todavía bailaor, indeciso, incierto y en el aire, no aterrizaba y se convertía en un «sí» aliviador que daría paso a otros cuatro años de bienestar, sueldo, prestigio, y es que las memorias de lo perdido, a menudo, resuelven problemas presentes, aunque dejen en suspenso los muchos venideros.
Estar a la altura del momento, era levantarse, cuadrarse y, con un gran aplauso y en silencio, afirmar que cuando el jefe pide una cosa, es que esa cosa es ventajosa, aunque secreta, y los súbditos deben defenderla a capa y espada para cumplir la santa voluntad de quien invoca para ello el nombre y el bienestar de la Patria.
Y es que la voz de ¡firmes!, indica una actitud más que material del cuerpo, una obediencia total del espíritu de quien ya no tiene voluntad propia, y se guía declaradamente por voluntad ajena, porque supuestamente la voluntad es lo último que uno entrega al jefe o al enemigo, antes que la vida. Nunca voy a entender a alguien que diga sí con la boca o con una actitud positiva del cuerpo, como signo de hombría y caballerosidad, cuando pocos días o meses después, declara todo lo contrario de lo que en aquella ocasión voceó cumplir a los cuatro vientos.
Desde lejos, si el ojo está sano y las cosas se ven, se ven mejor que desde cerca. Las piernas de quienes se movieron para cuadrarse se vieron más claramente que las de aquellos que no se levantaron para decir, «sí, jefe». Más bien pronto que tarde, supongo vergüenza en los que, sin estar interiormente de acuerdo con el Yo Supremo, levantaron su cabeza, aunque su corazón y sus sentimientos cayeran derrengados. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?, sabiendo que al gato le gusta ronronear y mimosear a su tiempo, pero también sabe arañar y dar zarpazos, dependiendo del momento o de las circunstancias donde la vida le encuentre, sobre todo si le encuentra con el paso cambiado, para mentir como un bellaco.
La foto de «el expresidente y la urna escondida», con mediador incluido, quedarán para vergüenza, aunque manos sigilosas hayan creído que la quitaron a tiempo para que ojos curiosos no la vieran. Hay que ser ciego para no ver que el señor de las moscas, alegoría sobre la maldad humana, solo requiere valentía para hacer el mal o cumplir un ambicioso capricho personal. No valora, no digo ya la honestidad, pero sí digo la dignidad, la lealtad y el respeto, porque esas sí se suponen en todo ser humano bien nacido.
La poltrona es muy apetitosa, y cuando se ha probado, difícil es desprenderse de ella, y se invoca la Patria o al mismo Dios, para cabalgar en ella, o darla como bula para ganar las indulgencias de la sinvergüencería y de la humillación, en lejanas tierras, donde, un día, los tercios de Flandes, dejaron su pellejo y su valor, y el delegado del mero patrón, dejará su dignidad. Saber decir sí cuando hay que decirlo vale un potosí, pero también decir no, cuando el sí es una traición, puede costar un riesgo mayúsculo e imprevisible.
No te sorprenderá si te cuento que estando en secundaria, teníamos clase de griego tres días a la semana. Un hueso al uso, el profesor que, alarmado tras el examen, nos regaló a todos, vísperas de la Navidad, un cate general. Magnánimo él de pico, y benévolo como aparentaba, nos ofreció un examen para el 23 de diciembre, ya en plenas vacaciones. Varios zapatearon, pero pronto callaron. El día señalado nos llamó como acostumbradamente lo hacía, haciendo con la mano como de cuchara arrebañadora, y gritando, ¡los míos!
En los pupitres, temblaron los traseros, y poco a poco algunos compañeros, gacha la cabeza, comenzaron a desfilar; fuimos quedando pocos, hasta que al final, éramos dos: y ustedes, ¿no van a venir?, demandó imperioso. Negué con la voz y dije con la cabeza: ¡No! El otro, enmudeció. El regalo de la Navidad fue para los dos un cero a partes iguales. A medida que los colegas iban saliendo del examen, mi compañero y yo paseábamos por el claustro con aire de orondos pavorreales, hasta que el magister nos guipó y nos dejó una amarga bendición en todos los idiomas clásicos de los que presumía saber.
Estando en Nicaragua, la Plana Mayor del Frente Sandinista se presentó en el colegio que yo regentaba, simplemente para hacer un alto en el camino desde El Viejo, hacia Managua, donde habían hecho honores al fallecido comandante guerrillero Germán Pomares. Allí, sentados a la sombra de una gran Ceiba, pude contemplar a los que, en aquel momento, eran los todopoderosos de Nicaragua. Vi rostros curtidos: Edén Pastora, Tomás Borge, Dora M. Téllez, y sobre todo quise fijarme, para darle más énfasis, en Daniel Ortega Saavedra. Los vi nobles y humildes, valientes, generosos, sencillos, sentados sobre el césped —al lado de sus armas—, mientras enormes iguanas correteaban veloces sobre las ramas de los árboles.
Nunca imaginé que Daniel Ortega sería un traidor a la patria, de la que hoy se invoca como salvador, y se convertiría en un feroz tirano que llegaría a instalar una dictadura en Nicaragua tan nefasta como la de los Somoza, contra la que él mismo había luchado y a la que había derrotado.
Por curiosidad, hoy volví a ver el cuadro de Las Lanzas . Una historia real tratada por Velázquez. El general Spínola (genovés al servicio de España), no humilla al general Nassau (neerlandés) en su Rendición de Breda (Países Bajos), sino que lo trata con caballerosidad, cortesía y dignidad en el momento de la rendición. La idea es, ni humillar al vencido, ni ser humillados por él.
Hace poco escribí, «también de las urnas salen los tiranos», y es que el que se encapricha del poder, se encapricha del todo y para siempre, aunque tenga que tragar sapos y culebras. ¡Qué fácil se tambalean —y hasta pueden caerse—, las democracias!
…Y cuando el señor presidente, Carles Puigdemont, dé el visto bueno a todas sus peticiones, todo estará listo para…