Diario de León

Salvemos al Instituto de Estudios Bercianos

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Soy socio del IEB desde hace aproximadamente treinta años, desde aquella tarde en la que, tomando un café en un bar de Villafranca, Alfredo Rodríguez tiró de bolígrafo y nos afilió a cuantos compartíamos café con él.

Aunque hace ya veinte que no vivo en El Bierzo, siempre pagué mi cuota religiosamente y, allá donde fui, llevé con orgullo el hecho de ser socio del Instituto. Además, mi único artículo académico está publicado en Estudios Bercianos.

En todo este tiempo, nunca me preocupé por la situación económica del IEB, ya que daba por hecho que funcionaba bien, y sólo en una ocasión acudí a votar para apoyar a Alfredo Rodríguez frente a una candidatura alternativa.

La época de la presidencia de Alfredo (1991-2003) fue, probablemente, la edad de oro del IEB. Con todo, fue en esta etapa cuando se pusieron las bases de la actual ruina. En 1998 el Instituto se hizo con la gestión del Aula Arqueológica de Las Médulas, propiedad de la Junta de Castilla y León. Con ello se pretendía tener una fuente de financiación estable, complementaria a las cuotas de los socios. Según Mar Palacio, presidenta entre 2003 y 2020, así fue hasta 2011, año en que abrió sus puertas el Centro de Recepción de Visitantes, gestionado por el Consejo Comarcal, que pasó a hacerle la competencia. A partir de ese momento el Aula Arqueológica fue deficitaria para el IEB, con el agravante de que, desde 2004, está sin renovar el convenio con la Junta, por lo que el IEB ocupaba el edificio “en precario”. Nuestras cuotas estaban financiando la provisión de un bien público, sin ser esta la misión del IEB.

El Instituto quiso jugar a ser empresario sin estar preparado para ello y tampoco tuvo en cuenta los riesgos del oficio. Uno de los más importantes viene constituido por los derechos adquiridos por los trabajadores en caso de resolución del contrato; cantidades que aumentan con la antigüedad y que, aunque la ley no lo exija, una gestión prudente implicaría ir provisionándolos año a año.

Cuando una actividad da pérdidas de forma reiterada y sin visos de poder revertirse la situación, los que alguna vez gestionamos riesgo bancario sabemos que la única salida razonable es asumir las pérdidas hasta ese momento y cortar por lo sano, para no seguir perdiendo. La junta de Mar Palacio no lo hizo, y la de Patricia Pérez Bruzos (2020-2023) tampoco lo hizo hasta este año.

Yo era feliz en mi Arcadia, hasta que las noticias en prensa y correos electrónicos de este verano vinieron a sacarme de mi ensoñación. El IEB tenía problemas económicos, había socios que criticaban a la presidenta, se convocan elecciones y ésta me llama por teléfono para formar parte de la Junta Electoral, aceptando mi renuncia en base a mi residencia. Me extrañó que los críticos no presentasen candidatura y tampoco pude asistir a la penúltima Asamblea de Socios en la que la Junta Directiva dimite y deja sola a la presidenta.

No entendía muy bien lo que había pasado y me costó entenderlo durante la caótica Asamblea de Socios del pasado 31 de octubre.

Durante la celebración de la misma, me llegó a dar pena la presidenta, sola e indefensa ante los miembros de la anterior directiva y sus allegados quienes, estratégicamente situados en distintos puntos del auditorio, pedían la dimisión de una persona que ya la había ofrecido. Yo escuchaba atónito como se le achacaba toda la responsabilidad a Patricia Pérez Bruzos, cuando los números y sus propias intervenciones decían lo contrario. La directiva de Mar Palacio dejó una burbuja a punto de estallar, con publicaciones comprometidas incluidas, y lo que hizo la nueva directiva fue seguir inflándola, metiéndose incluso en un proyecto de patrimonio inmaterial con la Junta de Castilla y León que supuso un desembolso para el IEB de casi dieciocho mil euros según mis cálculos. Así las cosas, la burbuja no podía más que reventar, y el estropicio se multiplicó cuando hubo que hacer frente a las indemnizaciones de los trabajadores (todavía sub iudice).

Mientras me iba haciendo una composición de lugar, intervine en la Asamblea para comentar que, entre los allí presentes, yo era de los más jóvenes, cuando tengo cincuenta y nueve años cumplidos. En el IEB no hay juventud. Desde que marchó Alfredo Rodríguez nadie se preocupó de hacer nuevos socios y no es comprensible que no estén en el Instituto una buena parte de los profesores, universitarios, de secundaria y primaria del Bierzo. Sin juventud no hay futuro y sin futuro podría no merecer la pena seguir sosteniendo el IEB.

Con todo, en la distancia, quiero brindar mi apoyo a la comisión gestora que, encabezada de nuevo por Mar Palacio, se ha puesto al frente. Pido también a este apoyo a socios e instituciones, así como a la sociedad berciana en general. A la comisión gestora le pido un poco de autocrítica para que así, entre todos, salvemos al IEB.

tracking