Diario de León

Enseñar es amar, aprender es corresponder

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Wenceslao Fernández Flórez, gallego de La Coruña, amigo del «galleguista» Castelao, publicó, en portugués, en 1938, un libro autobiográfico titulado El terror rojo , que nadie conocía hasta que en octubre del 2021 fue editado, en castellano, por Ediciones 98. Recomiendo su lectura para que la «gente despistada» se vaya enterando de lo que pasaba en el Madrid de la Segunda República.

Y, ya puestos, lean también La revolución española vista por una republicana , libro de 344 páginas escrito por la feminista, masona, Clara Campoamor, en el cual, entre otra muchas cosas, dice: «Al principio se persiguió a los elementos fascistas. Luego se detenía y se fusilaba a personas pertenecientes a la derecha, luego a sus simpatizantes, más tarde a los miembros del partido radical del Sr. Lerroux, y luego —error trágico o venganza de clase— se incluyó a personas de la izquierda republicana, como el infeliz director de un colegio para muchachos, el señor Susaeta, hijo de un ex-diputado radical-socialista... Cuando se comprobaban aquellos errores, se echaba la culpa de los asesinatos a los fascistas y se continuaba». Tras espeluznantes ejecuciones en masa efectuadas en la Casa de Campo, el Gobierno, incapaz de impedirlas, cerró aquel enorme parque imposible de vigilar. Las ejecuciones de personas detenidas prosiguieron, con la única diferencia de alargar un poco la agonía del «paseo». Llevaban a la gente al depósito del cementerio municipal o a la Pradera de San Isidro, o bien a las carreteras que rodeaban la capital. El Gobierno hallaba todos los días 60, 80 o 100 muertos tumbados en los alrededores de la ciudad. Iban a buscar a la gente en pleno día a su casa, a su trabajo o en la calle. Si no encontraban al que buscaban se llevaban a algún miembro de la familia.

Si el porvenir trae la victoria de los ejércitos gubernamentales, ese triunfo no llevará a un régimen democrático, pues el resultado será la dictadura del proletariado. Si vencieran los nacionalistas, éstos tendrán que empezar por instaurar un régimen que detenga los enfrentamientos internos y restablezca el orden. Ese régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar».

Hay que leer todas las páginas de la Historia, de la verdadera Historia de España, la que nos gusta y la que nos disgusta, y firmar ya, de una vez, la paz y la concordia que reza en nuestra Constitución de 1978. Amén.

Hay pocos escritores con talento semejante al que luce este inmortal Wenceslao Fernández Flórez que nunca defrauda y siempre enseña. De nuevo leo La casa de la lluvia y disfruto sus genialidades, como esta:

—¿Qué es usted?

—Lo que todo el mundo que no es nada.

—¿Abogado?

—Naturalmente.

Y otra más: «¿Quién dice que es triste la lluvia? La lluvia es como una doncella pensativa de grandes ojos grises empañados por el ensueño. Todos los que gustan de soñar son sus amigos, y a veces les brinda alguna travesura».

El Día de las Letras Gallegas se celebra desde el año 1963, fecha en la que se hizo Homenaje a Rosalía de Castro. En 1964 se le dedicó a Castelao, y desde entonces han pasado sesenta años sin que la Academia Gallega se acordara del escritor Wenceslao Fernández Flórez, y tampoco de José María Castroviejo Blanco-Cicerón, amigo de Álvaro Cunqueiro (homenajeado en 1991). El señor Castroviejo, ha dejado escrito: «Non hay amores mais firmes/ que o do gaitero e a gaita,/ eu soplo e ella toca,/ nin a engaño, nin me engaña».

Sin embargo, los separatistas, tan fanáticos del idioma que ni siquiera admiten el bilingüismo, que se empeñan en odiar a los que no les damos la razón, dicen que no hay libertad cultural, que se va imponiendo la censura neoliberal. ¡Qué cara más dura tienen! Les recomiendo que se relajen escuchando a los Tamara con su A Santiago voy , Mi tierra gallega , Galicia terra nosa , Unha noite na eira do trigo. En Galicia, por desgracia, ya no hay orquestas como aquellas que actuaban en la Pista Rico de Villafranca en los años sesenta del pasado siglo. Recuerdo a Los galaicos compostelanos, Los Príncipes de la Coruña, con Xulio, su vocalista, y, en TVE, cantantes comerciales como el malogrado Andrés do Barro, y el «místico» Amancio Prada que, siendo del Bierzo, sigue llenando España de versos y canciones en castellano y en gallego.

«Enseñar es amar, aprender es corresponder. Yo lo procuro todos los días».

El que esté libre de culpa...

Con toda Burbialidad.

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