La geopolítica del fentanilo
No hace mucho que oí hablar del fentanilo por vez primera. Fue en Twitter, cuando empezaron a aparecer vídeos, críticos con la sociedad norteamericana actual, en los que se podía ver a auténticos ejércitos de zombis vagando por las calles de Los Ángeles o Filadelfia. Los titulares hablaban de una nueva droga sintética, el fentanilo, que estaba causando estragos en la sociedad norteamericana, y lo señalaban como paradigma de su decadencia.
Empecé a sentir curiosidad por ese opioide sintético hiperadictivo y a leer cuanto iba cayendo en mis manos, que tampoco fue mucho.
En la prensa nacional destacan varias entrevistas con la doctora Cristina Rabadán, una científica manchega que llevaba toda la vida trabajando para el Departamento de Salud norteamericano y a la que le murió un hijo por sobredosis de caballo adulterado con fentanilo. Porque, al parecer, siendo el fentanilo mucho más barato que la heroína, los traficantes suelen adulterarla con esta sustancia, cincuenta veces más potente que la propia heroína y, por lo tanto, difícil de dosificar correctamente, sobre todo por narcos inexpertos.
También criticaba la doctora Rabadán su utilización por parte de los servicios de salud, dado la gran adición que provoca, pues se dice que los primeros adictos se engancharon durante su estancia hospitalaria.
No hace mucho también pudimos ver una grabación en la que un activista blanco antifa, que paseaba por la noche con su novia por las calles de Nueva York, era asesinado, paradójicamente, por un afroamericano puesto hasta las cejas de fentanilo.
La situación empieza a ser preocupante en los Estados Unidos, hasta el punto de que la administración Biden acusa a China y anuncia sanciones contra veinticinco empresas de esa nacionalidad, presuntamente implicadas en la producción de productos químicos utilizados para la elaboración clandestina del fentanilo.
También el presidente mexicano, López Obrador, pidió ayuda a China para detener este flujo de fentanilo que, según las autoridades norteamericanas, se elabora principalmente en México y Canadá por las mafias de la Tríada Mexicana y la Canadiense China.
Para las autoridades chinas, la crisis del fentanilo tiene sus raíces en los propios Estados Unidos, y estas sanciones se enmarcan dentro del actual enfrentamiento comercial, militar y geopolítico entre estas dos potencias.
Esta situación nos recuerda a la que se produjo, en la segunda y tercera década del siglo XIX, precisamente en China. Ante la negativa del Imperio del Centro a abrir su territorio al comercio extranjero, los comerciantes ingleses y norteamericanos recurrieron al contrabando. Como relata Jean Chesneaux, compraban té chino a cambio de opio cultivado en Bengala por la Compañía Británica de las Indias Orientales. La confiscación del opio inglés por el virrey de Cantón, fue el pretexto esgrimido por Inglaterra para atacar a China en la que sería la Primera Guerra del Opio e imponerle, por el Tratado de Nankín, la apertura de cinco puertos, así como la cesión de Hong Kong.
Al período comprendido entre 1839 y la proclamación de la República Popular, en 1949, es a lo que los chinos llaman el «siglo de la humillación», en el que el antiguo Imperio del Centro estuvo sometido a las grandes potencias europeas, a Japón y a los Estados Unidos. Es por eso que muchos chinos piensan que los países occidentales merecen un castigo por los crímenes de sus antepasados, y hay quien asevera que con el fentanilo China está pagando con la misma moneda, en lo que vendría a ser un nuevo episodio de esta guerra híbrida.
Los Estados Unidos jugaron un papel menor en el comercio del opio del siglo XIX, pero hoy los chinos lo consideran tan culpable como cualquier otro imperialista occidental.
De momento parece que esta epidemia, en principio, no está afectando demasiado a Europa, pero están dándose dos circunstancias que pueden hacer que le afecte de lleno. La primera es la prohibición por parte de los talibanes del cultivo de adormidera y la destrucción de plantaciones, lo que va a provocar que la oferta de opiáceos disminuya y estos tengan que ser sustituidos por opioides sintéticos, como el fentanilo.
Por otra parte, la ruptura en Bolivia entre Evo Morales, defensor de los cocaleros, y el presidente Luis Arce, a favor de limitar la producción, puede llevar a reducir también la oferta de cocaína.
En estas circunstancias, debemos prepararnos para la posibilidad de volver a los años ochenta del pasado siglo, años de mayor virulencia del caballo, pero con la diferencia de que ahora el fentanilo es bastante más fuerte y mucho más adictivo.