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En septiembre publicaba un artículo que titulaba ¿Votos por amnistía? En el mismo me declaraba contrario a esa amnistía y a los pactos suscritos para alcanzar la investidura. En mi argumentación recordaba que el icono de la Justicia era una mujer con los ojos vendados. Es decir para impartir justicia lo que no se puede hacer es apelar a los votos que pueda tener un determinado partido o a la necesidad que tenga de su apoyo. El «tantos votos tienes, tanto vales» no lo creo justo. Por otro lado, creo que promueve el voto a los partidos nacionalistas y deja en el desamparo a territorios en los que esas fuerzas políticas no tienen representación.

Es radicalmente falso algo que se dice en esa ley. En concreto cuando afirma que «la sentencia del Tribunal Constitucional del año 2010 conllevo a que hoy Catalaunya sea la única comunidad autonóma con un estatuto que no ha sido votado íntegramente por la ciudadanía».

Leer esto desde León es un poco fuerte ¿no les parece? Implica un desconocimiento propio de Bolaños y Díaz Ayuso. También ese desconocimiento lleva un cierto nivel de desprecio. Es evidente que a los leoneses no se nos ha consultado nada, ni sobre la inclusión en la Comunidad, ni sobre el contenido del Estatuto.

En definitiva me reitero en ese rechazo y el paso del tiempo no me ha hecho cambiar esa posición. Pero claro tampoco ello significa que me sienta representado por aquellos que van a las manifestaciones con una bandera de España con la imagen del Cid (como Gallardo vicepresidente de la Junta). O que la manifestación en la ciudad de León la lidere una persona que distingue entre «diputados y diputadillos» (lo que deja clara su escasa vocación democrática). Tampoco me representan los que igualan el ser católico (en su versión) con ser español. Igual a estos últimos hay que recordarles que el 90% de los matrimonios actuales se hacen por el rito civil y no creo que por ello los contrayentes dejen de ser españoles. Por supuesto no me puedo identificar con aquellos que utilizan la coacción para conseguir sus fines y menos aún con los que utilizan la violencia.

Creo que hay muchas personas que rechazando esos pactos sin embargo no asumen tampoco muchos de los planteamientos que se dejan ver en esas manifestaciones. Somos los que yo he llamado en este artículo «el resto de los españoles». Es esa muchedumbre silenciosa a la que aludía David Riesman. El pensamiento y la cordura no suele ir asociada al grito y a los actos multitudinarios. Requiere más bien el reposo necesario para ordenar las ideas.

Muchas veces he defendido ese concepto leonés de España basado en la «unidad en la pluralidad». Desde León y su historia se defiende un modelo de España y ese modelo (unidad plural) se hace plenamente vigente en estos momentos.

España es plural en sus territorios, en su identidad religiosa o sexual, en su identidad política… Cercenar esa pluralidad, es ahogar España. Los que quieren una España uniforme en base a la identidad con lo que piensan ellos, son enemigos directos de España. No hay mayor impulsor del independentismo que aquellos que tienen ese concepto uniforme (y retrogrado) de España. Así podemos decir que la idea que tienen de España los votantes de extrema derecha y la que tienen los independentistas no es muy diferente. El discurso vendría a ser «si España es eso que tu dices, entonces yo no quiero ser español». Por ello mismo los mayores interesados en asociar España al discurso de la extrema derecha son los independentistas.

Pero claro tampoco es apoyar el pluralismo social de España el modelo seguido en este pacto. Se restringe esa pluralidad a los territorios donde hay partidos nacionalistas. Los demás no cuentan. Desde Madrid Ayuso y Bolaños impulsan un modelo en el que básicamente identifican Madrid con España. Pues tampoco. España es mucho más que Madrid. Sus discursos alimentan directamente a «sus contrarios».

Creo necesario evitar esa polarización social en la que dominan los extremos y no conduce a nada bueno. En ese sentido hay que conseguir dar voz a esas mayorías solitarias que rechazando los acuerdos con Junts y otros partidos, tampoco se ven identificados con esa España uniforme que se promueve en las manifestaciones de oposición.

Es fundamental que los parlamentos sean representantes de la ciudadanía. Cuando se acuerda la integración leonesa en el marco autonómico de Castilla y León, es claro que no fue respetando la voluntad de la ciudadanía. Fue un grave error que no ha caducado. Habría que preguntarse si este acuerdo de investidura (más allá de los votos de los parlamentarios) se sustenta también en la voluntad de los españoles. Creo que es muy dudoso que así sea, por lo que entonces tendremos a parlamentarios que votan en sentido contrario de lo que desearían los ciudadanos que les han votado y eso no es bueno.