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V iva la Quinta Brigada es una de las canciones que suelo ponerles a mis alumnos. A veces incluso hacemos un trabajo multidisciplinar con el departamento de lengua inglesa. En ella Christy Moore cuenta la historia de Frank Ryan, el irlandés que mandaba la «columna Connolly», integrada en la, realmente, XV Brigada Internacional, durante la Guerra Civil española. Habla también de los «blueshirts» de Eoin O’Duffy, los irlandeses que vinieron a luchar al lado de Franco.

Como me encantan las contradicciones históricas y las situaciones poliédricas, aprovecho para contarles que O’Duffy, gran admirador de Benito Mussolini, fue uno de los fundadores, y líder, del Fine Gael, uno de los partidos que conforman el gobierno de la República de Irlanda, y que actualmente está dirigido por Leo Varadkar, anterior primer ministro, que es homosexual y de ascendencia hindú.

Una contradicción parecida es la que se da en el «Partido Justicialista», anteriormente llamado Partido Peronista, y también Partido Único, que ahora está considerado como el representante de la izquierda argentina mientras que, en la época de su fundador, no dejaba de ser un partido protofascista.

Es este el partido del aún presidente, Alberto Fernández, y de su ministro de economía, Sergio Massa, líder de la coalición «Frente de Todos», que la Wikipedia califica de «peronista y progresista», y que disputó y perdió la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas al economista liberal Javier Milei.

Y Sergio Massa es el protagonista de la tercera contradicción de este artículo. Esta fue formulada por uno de los líderes más carismáticos de la izquierda hispanoamericana, el expresidente uruguayo Pepe Mújica, cuando recientemente se preguntaba «¿Cómo se explica usted que él ministro de economía con una inflación como tiene la Argentina, va a pelear la presidencia?». La inflación de la Argentina es del 138% y Sergio Massa acababa de ser el más votado en la primera vuelta electoral. Según Mújica, eso se debe la «esa especial mitología que tiene la Argentina, llamada peronismo».

La cuarta contradicción viene protagonizada por el ya presidente electo, Javier Milei, tildado de ultraderechista por la prensa de todo el mundo cuando, a la vez, lo definen como liberal, o incluso libertario.

Nadie se atrevería a llamarle ultraderechista a Antonio Garrigues Walker, José Antonio Segurado o Pedro Schwartz, líderes que fueron de partidos liberales minoritarios, con los que Alianza Popular, y también el PP, se coaligaba para darse una pátina de centrismo. Porque liberalismo era centrismo no hace tantos años en España. De hecho, la principal operación política, de corte centrista y liberal, que se intentó llevar a cabo en nuestro país, fue la llamada Operación Roca. Miquel Roca Junyent, miembro del mismo partido del que procede Carles Puigdemont, intentaba ser presidente del Gobierno de España, allá por el año 1986, dentro de una coalición de partidos mayoritariamente liberales.

No menos curioso resulta que a Milei lo comparen con Donald Trump, cuando el primero es un firme defensor del libre cambio y el segundo defiende el proteccionismo. De hecho, a Milei, Trump, e incluso a Boris Johnson, suelen meterlos en el mismo paquete por sus formas, que no por sus ideas. Trump acostumbra a despeinarse en sus discursos y los otros dos quizás nunca se peinaron. Curiosamente Boris Johnson es un hombre de una educación exquisita que es capaz de recitar capítulos de la Ilíada en su lengua original. Nada que ver con Donald Trump.

Javier Milei se convertirá en presidente de la República Argentina el próximo 10 de diciembre. Con todo, su acuerdo con Patricia Bullrich, candidata de «Juntos por él Cambio», y con el ex-presidente Mauricio Macri, le costó la deserción de once diputados de por su propio partido, «La Libertad Avanza», que lo acusan de aliarse con la «casta» que dice combatir.

Se defendía Milei afirmando que la verdadera casta era el peronismo y que, como tal, debía ser combatida por todos.

El tiempo nos dirá si, como le pasó a Pablo Iglesias y Podemos, acaba por unirse a la «casta» que ahora pretende combatir, o acaba derribando ese viejo mito de la nación argentina, y de tantas otras, de que es el pueblo quien depende del Estado, cuando realmente es el Estado quien depende y vive a costa del pueblo.