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Recientemente leí en este medio en un artículo de opinión, cómo, a propósito del tema entrelazado Pedro Sánchez, catalanes, amnistía, etc. el compareciente en la tribuna, se preguntaba dónde estaba la formación, UPL…, que no se la oía reclamar, al pronto comprendí la intención de la interrogante, que, aun pareciéndome oportuna, me sugirió una variante, de ahí el título. No entro a valorar la postura de los políticos leonesistas de UPL, pues en verdad desde el silencio, aunque demasiadas veces conlleve malas interpretaciones, y se acierte, a nada se obligan. Pero sí entendiendo la pregunta como razonable, coyunturalmente, digo que a mí también me sorprende, aunque quiero verlo de otra manera, algo que en el transcurso de estas letras pretendo dejar reflejado al menos someramente. No estamos, por mi parte, ante una réplica.

Empiezo tomando posición, que se corresponde con la que últimamente vengo aportando en las tribunas de opinión, y va de largo: Creo que somos los leoneses, el pueblo leonés, los ciudadanos (si nos centramos más en Legio) los que hemos de formularnos con énfasis la pregunta ¿¿¿dónde estamos???

Desde la transición a la democracia y el desarrollo de las autonomías, los leoneses manifestamos, tarde, como casi siempre, por falta de expresividad conjunta, que no queríamos ir a una autonomía con una facción castellana; aquélla a la que nos empujaban «gentes nuestras», actuantes en política. Decir ahora que estamos donde no queríamos, entre otras cosas por temor a lo que nos podía pasar, es pura retórica, a poco que paremos a contemplar el panorama socioeconómico que nos rodea, cual dogal de depauperación.

Hubo un momento clave de unión del pueblo y algunos políticos, que se vino a presentar en sociedad mediante la gran manifestación de Mayo del 84.

Un acto del que mucho hemos hablado, y requiere un estudio sociológico, cuando menos, con rigor y sin apasionamiento, pues como resaca, rebote nos ha quedado, creo que por mal entendida impotencia, un proceso permanente de estupor, erróneamente asimilado, que nos lleva a tragar todo lo que «nuestros políticos» nos aportan en plan falsario. No siendo menor el daño de lo que nos niegan o silencian. Y aquí encaja de nuevo lo de la depauperación que parece obnubilarnos, al punto de no dejarnos ver el panorama socioeconómico decadente, y votar a los que nos lo proporcionan.

En el ente autonómico, al que hemos sido aferrados, permanece la mayoría leonesa sin querer interpretar que está sometida. Que no nos ha aportado nada, y sí en cambio se va apropiando de lo nuestro. Deducción lógica: ¡Urge salirnos de él!

Mostrando así el enlace con la pregunta del opinante citado, diré que pocos día atrás un dirigente de UPL me proporcionó un «susto», al leer un titular de una entrevista. Pensé que insinuaba poner en tramitación, valor y decisión, el autogobierno constitucional que nos corresponde. Y lo hacía como premisa para empezar a compartir el «corregimiento» en Legio, con el PSOE. Pero resulta que, a tenor de lo que sigue en la entrevista, entendí que no. Y me permito añadir que lo de la autonomía leonesa, según voy leyendo, mucho me temo que lo debe estar incluyendo en «los postulados» de la formación.

Y el paño en el arca ¡¡¡sigue!!! Acaso está durmiendo en el mismo cajón donde descansa el ambicioso proyecto legionense respecto al soterramiento del tren: Plan 2002, con enorme oportunidad redactado por el recién fallecido Luis Blanco Vega, (D.E.P.), el compañero de los primigenios compases de la formación UPL.

Con relación a los partidos PP y PSOE, los leoneses, por ideología o por posición partidista de acomodo inexplicable, estamos otorgando el voto a quienes diciendo que nos representan en las instituciones, no somos capaces de ver que en puridad no es así. En su papel, (de secundarios) me refiero al interpretativo, como actores en el supuesto «teatro» de los parlamentos, tanto al nacional, donde no nos conocen, como en el autonómico, que pretende ignorarnos con apasionamiento doloso, no llevan consigo (hablo de los de León) nada que sea voz y clamor del pueblo al que se deben, tan sólo consignas partidistas.

Aunque nos quieran hacer ver lo contrario, o permanezcan silentes al respecto, nosotros, intoxicados por el ideologismo que dicen aplicar, neciamente se lo pagamos otorgándoles el voto una y otra vez. Un acto tan pernicioso, que hasta molesta tener que recordarlo. Como inconsecuente, debemos catalogar, nuestro proceder en cada votación, ésas que los reconfortan.

¡¡¡Será que, en lacerante mayoría, estamos instalados en lo más absurdo de la inopia sociopolítica!!!