San Isidoro: 960 años en la capital del Imperio Leonés
Faltan apenas cuatro décadas para que se cumpla el milenio que, el «más santo de los sabios y el más sabio de los santos», San Isidoro (560-636), se encuentra entre nosotros.
Para el Reino de León no solo ha sido la veneración de sus reliquias, sino también todo lo que ha comportado en este tiempo, diez siglos, así como la querencia y devoción de los leoneses hacia este santo sevillano, respetándolo y adoptándolo como uno más de nuestros santos leoneses.
Esta ciudad imperial y urbe regia, recibió el 21 de diciembre del año del Señor de 1063, el cortejo que trasladó las reliquias de Isidoro, desde Santiponce, al lado de la Itálica romana, en la margen derecha del Guadalquivir, donde había sido enterrado en un oratorio cristiano, el 4 de abril del año 636, después de una vida ejemplar, habiendo ejercido la caridad con una magnificencia muy especial hacia los pobres y la entrega de su sapiencia erudítica hacia los numerosos alumnos que se acercaban a él para ampliar sus conocimientos, así como al resto de los humanos, hasta nuestros días, a través de su extensísima obra escrita que ha llegado a nosotros, después de ejercer la cátedra arzobispal de la capital hispalense durante casi cuarenta años, entre los siglos VI y VII, con rectitud e integridad, siendo reconocidos todos sus méritos por su mas fieles seguidores San Braulio, obispo de Zaragoza y San Ildefonso, obispo de Toledo, ciudad en la que en el VIII Concilio de la época visigoda, fue reconocido como «Doctor Egregius de las Españas» y posteriormente nombrado por el Papa Inocencio XIII, en 1722, «Padre y Doctor Universal de la Iglesia»
En la Edad Media la monarquía leonesa sabia de la importancia que suponían las reliquias de santos relevantes que engrandecieran los templos construidos o ampliados, como el caso del templo primitivo reimpulsado por Fernando I y Sancha, y ampliado posteriormente por su hija Urraca y por su nieto Alfonso VII, el Emperador y aunque ya en este espacio religioso eran veneradas las de San Pelayo y posteriormente la mandíbula de San Juan Bautista, quisieron ampliar el elenco y decidieron negociar con el rey de la Taifa de Sevilla Al-Mutadid, tributario de nuestros reyes, traer los restos de las hermanas, Santa Justa y Santa Rufina, mártires del s. III, consideradas patronas de su ciudad hispalense, quizás en aquellas calendas nos estaríamos refiriendo a la ciudad romana de Itálica.
Para tal encomienda, Sancha y Fernando confiaron al obispo de León, Alvito y al de Astorga, Ordoño, acompañados por una expedición, al frente de la cual marchaba el Conde Nuño. Después de muchas indagaciones sobre el lugar donde podían encontrarse las tumbas de las dos martirizadas, en varios puntos en torno al río Guadalquivir y al no encontrar ninguna referencia fiable, según relatan los cronistas, el Santo Isidoro se les apareció en sueños y les «indicó donde estaban sus restos para que los llevaran a León, porque así estaba designado por el Supremo». Y anunciado y encontrados los despojos del Santo, al lado de los de sus hermanos, también santos, Leandro y Florentina, al ser abierto dicen las referencia de los coetáneos que salió un olor suavísimo y muy espeso que lleno de rocío todos los árboles y las hierbas, tomando las palabras de los allí presentes, «cercioraron los primeros milagros como la curación total de dos hombre ciegos, uno sordo, otro mudo y uno cojo». Serian los primeros de los inumerables milagros atribuidos a nuestro Isidoro y referidos en el Libro de los Milagros de San Isidoro recogidos por Lucas de Tuy, «el Tudense» (s. XII - XIII). También refiere esta publicación el milagro de la conversión al cristianismo de Zaida, hija del rey moro de Sevilla, Benabeth. Del mismo modo también ejerció su santidad sobre un grupo de musulmanes que pretendían retener el cuerpo del santo antes que fuese trasladado a León, «cuando fueron a cogerlo a hombros para llevárselo, Isidoro hizo que mudasen sus intenciones, alterándoles la voluntad y haciéndoles olvidar el propósito que traían». Todo esto antes de iniciar el camino de la traslación, desde Al-Andalus hasta León.
No obstante también por el trayecto de la denominada Ruta de la Plata, calzada romana histórica, Sevilla, Mérida a Astorga y León nuestro Santo, también realizó varios milagros en un trayecto en ocasiones muy curioso por la cantidad de poblaciones que existen referencia que manifiestan que la comitiva pasó e hizo parada, especialmente en el Reino de León. Villaverde de Rioseco, donde las crónicas manifiestan que el rey Fernado I y sus hijos Alfonso, Sancho y García, fueron a recibir la comitiva y por intercesión del santo hicieron la penitencia de pujar su féretro con los pies descalzos, siguiéndoles en el ejemplo todos los demás súbditos que les acompañaban. Y Villafrechos. Y Villibañe, donde en la actualidad sigue siendo el patrón con fiesta importante y donde hay referencias documentadas que hasta hace unos 50 años la parroquia daba a venerar en su festividad, el 4 de abril, una reliquia de nuestro Isidoro, desconociéndose el paradero actual.
El mas curioso de los milagros relatados por Lucas de Tuy, rememora la entrada del cuerpo de San Isidoro transportado en un féretro por un caballo, así como también el cuerpo del obispo Alvito, que había fallecido al inicio del traslado, por otro corcel. Dice que ambos equinos, por su santa intercesión eligieron libremente el camino donde deberían de ser enterrados cada uno de ellos. Con una reverencia de la testuz de ambos potros, a modo de despedida, el del prelado leonés se dirigió directamente a la iglesia Mayor, es decir la antigua catedral románica, como cátedra del obispo y el otro se encaminó hacia la iglesia de San Juan Bautista, que prácticamente desde entonces paso a denominarse iglesia y monasterio de San Isidoro.
Y desde entoces, a través de estos caso diez siglos, han sido muchos los milagros recogidos por Lucas de Tuy hasta el siglo XIII, pero muchísimos más los que podríamos referenciar hasta nuestros días, de nuestro devocional Santo Isidoro.
Por dejar escrito uno que me atañe especialmente, me retrotraigo al año 1147, en el que el Emperador Alfonso VII, el único coronado en Hispanía, España, en la cruzada iniciada para la conquista de Almería, iniciada desde Toledo, a su paso hacia Andalucía, por la ciudad de Baeza, esta estaba tomada por los árabes y decidió sitiarla para tomarla, mandando por delante una parte de su gran ejército hacía Almería, entendiendo que no era del todo necesario. Coincidiendo que la ciudad había recibido refuerzos agarenos, se vio en la texitura comprometida de poder conquistarla. Pero el Santo Isidoro, esa noche se le apareció entre sueños al monarca, a caballo y blandiendo una espada, expresándole que «tuviera fe en la victoria». Al día siguiente, 25 de julio de 1147, Baeza pasó a manos cristianas y el rey Alfonso «reuniendo a los Obispos, los Nobles y los Caballeros, instituyó la Imperial Orden de Caballeros del Pendón de San Isidoro, mandando empezar a bordar el Pendón a las nobles mujeres que le acompañaban en su séquito». Desde entonces esta antiquísima institución, conocida popularmente como del Pendón de Baeza, con sus Caballeros y posteriormente también con sus Damas, desde 1331, viene promoviendo y defendiendo la figura y la obra del Santo Isidoro de Sevilla, hoy también de León, después de estos casi 1.000 años, así como todo lo concerniente a la historia del Reino de León, hoy en el Reino de España.
¡¡¡San Isidoro, ruega por nos¡¡¡