¿Qué pasó con la guerra de Ucrania?
Apesar de que los soldados ucranianos y rusos siguen muriendo en los campos de batalla, desde el punto de vista mediático la guerra de Ucrania finalizó el pasado 7 de octubre, cuando los comandos de Hamás tomaron al asalto varias localidades del sur de Israel. A partir de ese momento Zelensky dejó de ser la vedette de las televisiones y parlamentos occidentales. Incluso quiso viajar a Israel para mostrarles su apoyo, como ya habían hecho sus mentores occidentales, pero fue rechazado.
Acostumbrado a grandes recibimientos, el desplante israelita debió dolerle, siendo él mismo judío. Quizás tampoco le gustaron demasiado las declaraciones que, días más tarde, habría de hacer el general Zaluzhny a la prestigiosa revista The Economist. En esa entrevista, el jefe del ejército ucraniano manifestaba que la guerra había entrado en una fase de «guerra de posiciones», similar a lo acontecido durante la Primera Guerra Mundial. Estaba reconociendo que la tan ansiada ofensiva, en la que Occidente había puesto todas sus esperanzas, no había logrado romper las líneas defensivas rusas, y que las grandes pérdidas de material y hombres, que se calculan en 125.000 bajas para los seis meses de ofensiva, solo habían servido para conquistar la aldea de Robotino. La estrategia rusa de fortificarse en la orilla izquierda del Dnieper parece estar dando resultado.
En estas circunstancias, ya hay quien habla de ruido de sables en Ucrania, y atribuye a esas disputas por el poder la extraña muerte accidental del mayor Chastyakov, ayudante de Zaluzhny, el cese de Tetiana Ostaschenko, comandante de las fuerzas médicas, e incluso el envenenamiento de la esposa de Kirilo Budánov, jefe de la inteligencia militar.
Lo que parece claro es que la ayuda de los países occidentales no va a poder mantenerse, por lo menos con la misma intensidad que hasta ahora. A la pérdida de la mayoría, por parte de los demócratas, en la Cámara de Representantes norteamericana, hay que añadirle la necesidad de ayudar al aliado israelita, y mantener la raya a China en el frente de Asia-Pacífico, que es lo verdaderamente importante para los Estados Unidos desde el punto de vista geopolítico.
Por parte europea, el propio Charles Mitchel reconocía, el pasado 30 de noviembre, que la UE no iba a poder cumplir sus compromisos de suministrar un millón de proyectiles de artillería a Ucrania.
A las líneas de defensa rusas hay que añadir su superioridad aérea y en drones, así como una mayor capacidad de suministro de la ingente cantidad de munición que se consume en los frentes, que supera con creces las capacidades occidentales de producción.
Por su parte, Rusia está recuperando la iniciativa en el resto de frentes, destacando los avances en el de Bakhmut, la captura de Marinka el pasado 1 de diciembre, y el embolsamiento de Avdiikvka. La captura de esta última ciudad, junto con la de Marinka supondría la caída total de la línea fortificada que los ucranianos habían construido, ya antes de la guerra, y desde la cual bombardean la ciudad de Donetsk.
A las pérdidas humanas en el campo de batalla hay que añadir las dificultades con las que se está encontrando el ejército ucraniano para reclutar nuevos soldados, siendo la edad media de los combatientes de unos cuarenta años, y viéndose cada vez más mujeres en las trincheras.
En estas circunstancias, los expertos europeos aconsejan a Ucrania que abandone momentáneamente la ofensiva y se centre en construir un sistema de defensa eficaz que resista los embates rusos. También el centro de investigación estadounidense Carnegie Endowment for International Peace concluyó que si el Gobierno de Zelensky no mejora la fortificación de sus defensas y la movilización y el entrenamiento de sus tropas, «el año que viene puede convertirse en un punto de inflexión, tras el cual Ucrania estará cada vez más en desventaja».
Así las cosas, las declaraciones de David Arajamia, uno de los negociadores ucranianos que participaron en las conversaciones de paz con Rusia en la primavera de 2022, nos revelaron que éstas no prosperaron debido al rechazo por parte de Kiev a un estatus de neutralidad para Ucrania que le impidiera unirse a la Otan, así como a la presión del entonces premier británico Boris Johnson. Ahora, cientos de miles de muertos después, Ucrania no puede ni siquiera soñar con lograr esas mismas condiciones.
Como esas largas series televisivas, esta de la guerra de Ucrania, acabó por aburrirnos y cambiamos a la más entretenida, que algunos llaman «de Sucot», entre israelitas y palestinos. Queda por saber cuánto tiempo la aguantarán sus productores de mantenerse esta ínfima cuota de pantalla.