Las Cortes errantes del Frente Popular
Fueron dolorosas, la primera y la otra más corta mitad del siglo pasado, donde todavía había fantasmas, diablillos y curanderos, que aseguraban que, «el propio diablo se reía a carcajadas de los pobres infelices que caían en sus garras». Aconteció por entonces, «la España de charanga y pandereta», y por ello tu doble carcajada de hoy, se me antojó, fuera de tiempo y de lugar, a la vez que me pareció grosero el recuerdo que otra mujer le dedicó a tu madre.
Te salió mal tu doble carcajada de lechuzo agorero, capaz de asustar en noche tranquila a una parte pacífica del bosque adormilado. Inusuales y sin conciencia fueron ambos gestos. Tus carcajadas y, el insulto, me estremecieron, porque no salieron de humanas bocas, sino de fauces montaraces, y de misteriosa y profunda gorja abismal; todo lo opuesto a una risa clara y cantarina, que encomia y anuncia encuentros de armonía, paz y felicidad, porque abocados estamos, sin muros que nos separen, a entendernos, a disfrutar con pasión e intensidad cada segundo de vida.
La Real Academia Española de la Lengua nos aproxima al verbo, carcajearse, como sinónimo de burlarse a carcajadas, despreciando a alguien o algo. Carcajada sería la risa impetuosa y ruidosa, prolongada y estrepitosa de un ser humano que se burla de una persona en su propia cara o delante de un grupo notable (en este caso), de la política española: el Congreso de los Diputados.
«Mi frente era altiva, mi aspecto era grave. Severas mis formas, grandioso mi andar. Mi pecho guardaba los trinos del ave, ¡Hoy guarda rugidos mi pecho! ¡Ja, Ja!» Enrique Álvarez Henao. Estrofa XII de La carcajada del diablo .
Niños éramos cuando este libro, Las Cortes errantes del Frente Popular, salió a la luz del día, en 1954 y, en 1958, ya adolescentes, escuchábamos sus curiosos relatos de los días de la II República Española. El Frente Popular fue una coalición electoral española creada en enero de 1936 por los principales partidos de izquierda. El Frente Popular no formó grupo parlamentario ni gobierno como tal. El 16 de febrero consiguió ganar las últimas elecciones de la Segunda República antes del Golpe de Estado que desencadenaría la Guerra Civil. Como ha afirmado José Luis Ledesma, «la primera mitad de 1936 no fue ni un inevitable e imparable descenso a los infiernos (la leyenda negra), ni solo una arcádica edad de oro de las reformas y la democracia», (una leyenda rosa), elaborada por los derrotados.
En aquellos días finales de los años 50 y 60, no estábamos nosotros para muchas reflexiones políticas, pero sí para ver las sonrisas, los movimientos de cabeza, las expresiones de las manos del fraile dominico que en nuestro refectorio nos acompañaba mientras, en silencio, comíamos y escuchábamos la lectura de los errantes caminos de quienes no se podía en aquellos momentos ni nombrar: los rojos.
Mentalmente y, desde mi lejanía física de hoy, he compartido un día con Natasha, la francesa que vive en Cobrana. Natasha, por vocación propia, tiene, cuida y protege dos borricos Yo la respeto y la admiro, porque Natasha Larchier desde el aparejo humilde de sus jumentos se ha elevado por encima de los necios que creen que la grandeza humana reside en ser presidente, ministro u obispo para encumbrarse sobre Dios, sobre el hombre y apoderarse de las riquezas de los pueblos.
Mientras Natasha aparejaba los borricos, mi imaginación seguía viajando hasta el extenso estado de Nuevo México (USA), donde a la puerta de una hermosa iglesia colonial, una señorona aparejaba a su paciente rucio y explicaba a un público trajeado la historia del Old Spanish Trail Aparejo Packing System, una demostración de cómo en la colonia española se le preparaban mantillas, telas y pieles, alforjas, cinchas y cascabeles, al estilo del Navajo pueblo indio, para ser un gran portador de personas, enseres y mercancías, engalanándole, según la leyenda del burro manso de los grandes desiertos cercanos a Santa Fe de Nuevo México. Como quien viste a un novio, aparejaba o emparejaba ella, a su mimado borrico maltratado y arisco, de nuestros años de adolescencia y juventud.
Nuestro programa incluía una subida a Peña Viciosa, hoy menos viciosa que cuando de joven subí, porque siendo mozo y en pleno y caluroso verano tuve que trepar monte arriba hasta la Viciosa Peña para apagar un incendio forestal, y de allí, sediento, bajé al Reguero del Espíritu Santo, asfixiado por la sed y el calor para echar un refrescante trago de agua, mientras una culebra, ondulante y silenciosa, se deslizaba ceremoniosa sobre el agua santa hacia la maleza.
Fue la comida, un aperitivo de castañas, de monda fácil, y unas nueces con curruscos de pan de centeno; consistió el plato fuerte en unos espárragos tiernos y unas truchas asalmonadas de los ríos ancareses. Para el postre hubo variedades de frutas, arándanos agrios (rosados miruéndanos), cerezas picotas, pura miel. Bebió ella un berciano vino afrutado. Y yo, en el origen de las fuentes de Cobrana, amorré para saciarme de agua fresca y cristalina que, hasta el palacio del vizconde, baja cantando y contando milenarios secretos de celtas y astures.
La subida a Peña Viciosa, a lomos de pollino, fue hoy más cómoda que aquélla, la conversación más fluida, las vistas más luminosas, un almuerzo cuasi vegetariano, y una contemplación desde los Navallos. Antes de abandonar la cumbre, quisimos contemplar las bellezas del Redondal, el Morredero y la cumbre Aquiana; el Meño, y las montañas de Galicia, los cerros y lomas del Manzanal, el mítico Catoute, y la Sierra de Gistredo, perteneciente a Toreno. Bembibre recogido y acogedor, y oculta Ponferrada.
Bajamos por Era de Lobos, al Campo el Vaso, hasta la Roza de Amador, donde el afrancesado tenía su guarida, cruzamos el Reguero del Espíritu Santo, y seguimos la Ruta hasta el misterioso Campo de la Degollada. De allí a Cobrana, tomamos el camino minero (con estrellas de ida, estrellas de vuelta), y tuve una ocasión más para recordar una magistral lectura de secundaria, por el también llamado «camino del cura»: Oda a La vida retirada , de fray Luis de León:
«¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido…!»; que me dio tiempo a aplicar el cuento a quienes hoy en día menosprecian los consejos del sabio agustino.
No queremos que los insultos y carcajadas, la irritación y los reproches cruzados de algunos de nuestros políticos, nos traigan a la memoria los días negros, peligrosos y humillantes de los infelices años 30-75 del siglo pasado, que no queremos volver a emular.