Cuando el ciudadano autocensura la racionalidad
La relación entre «opinión racional» y «voto electoral» es un tema complejo y multifacético que ha sido objeto de estudio en diversos campos, como la psicología política, la sociología y la ciencia política. La distancia entre la opinión y el voto puede variar en función de diversos factores, y no hay una única respuesta que se aplique universalmente.
Existen ocasiones en que el hastío o el rechazo social emergen mayoritariamente dirigiéndose hacia: partidos políticos, Congreso y gobiernos, manifestándose a través de encuestas o sondeos mediante opinión contraria y/o racional acreditada.
Justifica lo anterior, la existencia de distintos desajustes que erosionan los supuestos sistemas democráticos mediante distintos grados de ineficacia e ineficiencia que impiden proveer los servicios adecuados requeridos.
Según la autora Mª Jesús Campos Osa, se deduce que, de la existencia del pensamiento racional y valorativo a su vez, proviene el manifestar la «capacidad de la persona para analizar, evaluar, entender y reflexionar sobre diferentes temas cuando busca una veracidad y opinión alejada de sesgos o influencias externas. Es decir, la búsqueda de la racionalidad».
La situación anterior podría deducirse, por ejemplo, ante encuestados o futuros votantes, cuando es la UE quién realiza distintas encuestas, las mismas, en absoluto de ser sospechosas de sesgos o inclinaciones
Se llevan a cabo a través de temas puntuales, mediante el Eurobarómetro, instrumento de la UE que es como el CIS, pero en serio. Suele utilizarse como una forma de medir y analizar la opinión pública en todos los estados miembros, con la intención de mejorar la política de información y de comunicación de los cargos de responsabilidad europeos.
Dispone de varias ediciones y su habitual publicación suele ser de un par de veces por año.
Según un estudio de campo realizado entre noviembre y diciembre de 2019, surgieron cifras inquietantes respecto a que un 91% de los españoles desconfiaban de los partidos políticos, y un 75% lo hacía además del Congreso de los Diputados y del Gobierno, lo cual ya sorprendía por su amplitud, no por su novedad.
A finales de agosto, principios de septiembre de 2022, casi tres años más tarde, un servidor les comentaba en uno de mis artículos, que un 86% de los españoles desconfiaban de sus partidos políticos, junto a un 71% que lo hacía del Congreso y Gobierno.
Algo más adelante, en el Eurobarómetro Standard correspondiente al invierno 2022-2023, podemos comprobar como sube la temperatura en los partidos políticos que vuelven a generar una mayor desconfianza con un 90%, es decir cuatro puntos por arriba del anterior.
El Congreso de los Diputados no le anda a la zaga, y supera en un 7% su desconfianza (78%).
El Gobierno de España, tampoco mejora con un 74% de recelo frente al 73 % anterior.
En opinión opuesta, William Riker (1995) agrega que la teoría de la elección racional no dice nada acerca del tipo de preferencias que el individuo debe tener, únicamente asume de antemano que los individuos saben lo que quieren y tienen la capacidad de ordenar sus preferencias transitivamente, por lo que la explicación de la preferencia está fuera del ámbito de la elección racional.
A tenor de las teorías anteriores, deberíamos preguntarnos si existe linealidad «entre opinión racional y voto», siendo la conclusión más razonable que en la segunda opción (voto), el electorado se inclinaría por un líder de determinadas características, amparado por un partido y gobierno fuerte, valorándose el conjunto de resultados en la legislatura.
La siguiente, (opinión racional), posiblemente estaría sujeta a determinados periodos de tiempo oscilantes, entre uno y dos meses, coincidiendo con estados emocionales transitorios, acordes con la línea de pensamiento imperante, pero no definitiva.
En definitiva, respecto a lo sucedido en la últimas elecciones, parece afincarse la idea de que un sumatorio de situaciones favorables basadas en la opinión racional de encuestas no garantizaba la victoria del PP, partido, aun siendo superior en algo más de 300.000 votos
Una diferencia insignificante de dicha cantidad de votos avala por un lado la teoría de William Riker, y con el suplemento del contenido Congresual de la Ley Electoral, disponemos de un «Congreso de Laboratorio».