Diario de León
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Opino…, con criterio, sobre lo que al señor Martín Villa le corresponde en su rol de político. Y este su papel venía de serlo siempre, lo cual nos lleva a tiempos del régimen franquista, donde llegó a tener relevancia llevando la camisa azul, saludo brazo en alto y la obediencia debida. Y no olvidemos que Franco, en jugada maestra, también se quitaba, y no de forma ocasional, el uniforme militar para ponerse el de la falange y dominar al fascio. Cuando José Antonio Primo de Rivera ya era historia y leyenda, Franco ejercía de jefe supremo de todo.

Mi deseo es que se interprete lo antedicho como un modo de colocar en la historia de España, y de forma especial en la de los leoneses, a un personaje que por voluntad propia se vistió y se invistió, según demanda, para actuar en política, su modus vivendi, unos dicen que para servir y otros nos muestran que fue para servirse, señalado quede que hablo de puestos.

Aludo a Martín Villa, de quien queda claro que tenía una base muy incierta para entrar en la política de libertad y democracia, cuando la Transición «permitía pasar de autócrata a demócrata» sin penalización, algo así como «pelillos a la mar».

Vivir en democracia, acoplarse al nuevo devenir, no requería un mayor esfuerzo de adaptación o de camuflaje para quien había participado en puestos de obediencia, sabiendo ensalzar al régimen que sostenía todo. En algunos de los puestos de cierta relevancia, y por sus actuaciones que fueron en su momento criticadas hasta de contundente proceder, propició que se le llegara a apodar como ‘La porra de la Transición’.

Hasta aquí de forma somera una trayectoria de suficiente claridad interpretativa de sus comportamientos, para situarnos en el tema leonés.

¿Todo esto se debería haber olvidado si Martín Villa nos hubiera conducido a los leoneses, sus paisanos, a la autonomía propia y diferenciada que nos correspondía? Entiendo que ¡no!, la «escuela» donde se formó y la que ayudó a promocionar, pecaba de falta de libertades, no estaba en democracia sino en totalitarismo y la brecha era demasiado profunda para salvarla con un puente llamado Transición, y borrón y cuenta nueva.

Me permito colocar aquí un enlace para el lector que esté interesado pueda leer un breve relato (2008) en torno a este tema, personaje y a la pregunta formulada. https://leonalmaximo.blogspot.com/2024/01/la-vida-es-sueno.html

Constitucionalmente estábamos en nuestro derecho de autogobierno, y nos fue negado. Eso fue así, y lo más grave, ¡¡¡lo sigue siendo!!! Lo de la negativa de ahora, lo de salirnos o segregarnos, como se quiera interpretar, no es a él imputable. ¡¡¡pero tampoco ha ayudado a revertirlo!!! Y en este su pasar, resulta cuando menos curioso lo de «a lo mejor me equivoqué», dicho con la boca pequeña, pasando según qué día, al ocasional, «lo volvería a repetir…», todo sin solución de continuidad como ha sido su «historia» política.

Mas, no va de profundo la intencionalidad del escrito en elaboración, tal como parece señalar el rumbo in crescendo, a mi manera, al ir señalado su trayectoria. Y no quiero salirme del guion propuesto más familiar y localista, por serme conocido y vivido, para llegar a señalar el papel que nos ha hecho interpretar en la «obra Castilla-León», dicho así al uso de entonces, a cuyo libreto puso letra desde UCD con Suárez. Aquí no me resisto a dejar sin colocar una anécdota de un sindicalista de USO, de por aquel entonces, quien, a UCD la denominaba UDD, Unión de Dedo Democrático, por lo antedicho y más…

Creo que ya está claro que discrepo de la reivindicación que en este medio, el señor Cabañeros, quiso colocarnos de Martín Villa. Toda vez que este personaje de León, estuvo en primera persona en nuestro amarre al ente autonómico, donde nos introdujo contra nuestra voluntad, ésta que bien habíamos demostrado en las calles…, y en los medios mediante muchos artículos de opinión, ¡regueros de tinta!

Tuvo poder en su momento para que nuestro destino autonómico fuera en libertad elegido y no impuesto, a fortiori; «sus razones» prevalecieron.

Aunque luego fallaran en previsión para él, esto es, poder ocupar el puesto de máxima dirección autonómica, pues hasta los suyos (políticos) le abandonaron.

Por habernos colocado en el furgón de cola de una comunidad no deseada, sin personalidad leonesa, para lo que su actuación fue decisiva, me queda la satisfacción de haberle dicho pública y directamente que no le consideraba un buen leonés. Mas, como no se trata de poner etiquetas, sino de medir actuaciones, diré que las desdichas y la depauperación socioeconómica de los leoneses incrustados a empellones en el ente autonómico hablan a las claras de la gran equivocación perpetrada. La sojuzgada permanencia no es más que una muestra de la debilidad popular. Y el «sostenella» prepotencia política, caiga quien caiga, en este caso el pueblo leonés, envuelto en un inexorable plan de olvido y confusión. ¡Los deméritos no se pueden premiar!

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