TRIBUNA
Tangazo y tongazo
L a capacidad para hablar y leer en público con fluidez y expresividad es una competencia cada vez más valorada en un entorno laboral globalizado. Rara es la profesión que no precise de esta habilidad comunicativa y rara es la empresa que no valore la misma para un empleado de cualquier área, no sólo de comunicación sino de márketing, de finanzas o de proyectos. Para cualquier docente es fundamental dominarla, lo mismo para las profesiones del ámbito jurídico, sobre todo las que se desarrollan en los tribunales de justicia. Los de la medicina también deben saber transmitir con claridad a pacientes y sociedad en general conceptos científicos complejos. Locutores de radio, presentadores de televisión, políticos, actores, empresarios que deban rendir cuentas ante sus accionistas, particulares que sean invitados a dar el pregón en las fiestas patronales de su pueblo… A todos beneficia dominar una serie de mecanismos básicos que harán que su lectura en público sea capaz de captar la atención de los concurrentes, resultar amena y no aburrida y comunicar eficazmente las ideas que se pretende transmitir.
Esta competencia de hablar y leer en público está integrada desde fases educativas muy tempranas en los países de tradición anglosajona y, desde hace unos años, empieza a llegar aquí. Todavía no hay una asignatura específica en la enseñanza reglada pero nos consta que hay centros de educación secundaria que ya ofertan en sus planes la de ‘Oratoria y debate’ y que, al menos en el ámbito universitario, existen campeonatos de debate al estilo de los que se celebran en las universidades inglesas o americanas.
En nuestra educación primaria me temo que no se le ha prestado demasiada atención al desarrollo de esta habilidad. Al menos en las últimas generaciones las asignaturas de lengua y literatura no han fomentado lo suficiente la lectura en voz alta y de cara al público, que dota a los alumnos de seguridad en sí mismos, capacidad de comprensión lectora, incremento de la autoestima, saber cómo superar el miedo escénico, prepararlos para exámenes orales en la Universidad o en las oposiciones… En nuestra generación —la de los boomers, uno ya frisa los sesenta y peina canas hace años— sí que se solía practicar con mayor asiduidad la lectura en público así como los dictados y redacciones para mejorar la expresión escrita.
En este sentido resulta encomiable la iniciativa de llevar a los colegios la actividad de lectura en público, aun de modo extracurricular y comiendo tiempo al recreo de los alumnos, que luego culmina en una competición entre colegios en fases provincial y autonómica. El pasado miércoles 21 de febrero se celebró en el salón de actos del Instituto Juan del Enzina de León la fase provincial para alumnos de quinto y sexto de primaria —los que cumplen once o doce años este año— con la participación de una docena de colegios de toda la provincia en equipos de diez alumnos, de los cuales leían cinco y los otros cinco eran suplentes.
La sesión del concurso fue retransmitida en streaming para que pudieran verla en los colegios o los padres de los alumnos participantes u otros profesores. Pude seguirla en su integridad gracias a la invitación cursada por el colegio Valentín García Yebra de Ponferrada con el que humildemente había colaborado en la preparación de su equipo para este evento. Estuvo muy bien organizado y los niños —niñas, mayoritariamente— que participaron representando a sus colegios parecieron pasarlo en grande y disfrutar del concurso. Leyeron fragmentos de clásicos de la literatura infantil y juvenil como Saint-Exupery, Roald Dahl, Kenneth Grahame o incluso el premio Cervantes lacianiego Luis Mateo Díez.
Evidentemente todos leyeron con suma corrección ya que cada colegio habría seleccionado para formar su equipo a los alumnos que más destacaran en esta destreza. No obstante, en la convocatoria y sus instrucciones de desarrollo se había hecho mención explícita de que este es un concurso de lectura expresiva, esto es, se tiene en cuenta no solo la correcta dicción y la fluidez sino el uso de recursos como la mirada, el lenguaje corporal, la utilización de las manos, las inflexiones de voz u otros gestos para subrayar y enriquecer la experiencia lectora y hacerla más amena y atractiva para el público a quien va dirigida.
En suma, una jornada sumamente enriquecedora para los alumnos participantes que, a buen seguro, no han de olvidar en su vida y que les servirá para incrementar su amor por la lectura y los libros y a darles seguridad ante públicos mayoritariamente desconocidos. Sólo una sombra o un pero a lo que vimos ayer: la incomprensible decisión del jurado respecto al equipo ganador, asunto que trataré a continuación.
Se otorgaban dos premios: uno al mejor colegio, esto es, se evaluaba al mejor conjunto de cinco lectores que presentaba cada centro educativo. Y otro al mejor lector a título individual. Este último recayó, de manera creo yo que incontestable, en C.M., una alumna del colegio Valentín García Yebra de Ponferrada que es un prodigio de dicción, expresividad, sentido del ritmo y de la melodía en cada frase, dulzura y pertinencia en las inflexiones de voz cuando le tocaba algún diálogo y, en general, armonía y encanto en su lectura. Merecidísimo su galardón que dedicó, emocionada, a sus profesoras y compañeros.
En lo que no me queda más remedio que discrepar de la decisión del jurado es en la elección del colegio ganador. Recayó en el Quevedo de León. Sus lectores no lo hicieron mal e incluso hubo una niña, siento no haber retenido su nombre, que destacó sobre sus compañeros de equipo. Pero fue solo una de cinco la que supo apartar fugazmente su vista de los folios del texto y esbozar algún tímido gesto con su mano. Sus compañeros aferraban los folios del texto como si se les fueran a escurrir en cualquier momento y rara vez o nunca levantaron la vista de los renglones.
Muy lejos del, a mi juicio, formidable despliegue expresivo de los miembros del equipo del Valentín García Yebra, no sólo Carla sino todos sus compañeros: interpelaban al público con la mirada, alzaban la cabeza, subrayaban con su lenguaje corporal los elementos más importante del texto que leían. Si un pájaro volaba, alzaban la mano imitando el vuelo; si había un número o acciones reiteradas, las marcaban con los dedos de la mano; si una exclamación o pregunta, daban a la voz el tono adecuado para entonarla y subrayarla con la mano. Resultó, para los que lo vimos, absolutamente incomprensible y arbitrario que no se llevaran el premio colectivo.
Desconozco las razones que llevaron al jurado a cometer tamaño desafuero para con unos niños de once años. Fue una decisión muy injusta que ellos sabrán por qué la tomaron. Porque para los que lo vieron en directo estuvo muy claro quiénes lo habían hecho mejor con diferencia. Y de hecho hubo otros participantes que, mientras el jurado deliberaba, se acercaron a felicitar a los de Valentín García Yebra por su actuación dando por hecha su victoria incontestable en el concurso. Puede que se decidieran a no dar el premio colectivo a quien ya habían premiado con el individual. Pero en las bases del concurso nada impide que ambos premios vayan al mismo colegio. Es más, en cualquier deporte de equipo el trofeo al MVP del partido lo suele obtener algún integrante del equipo campeón y no del derrotado.
Tampoco quiero pensar que, tras dos años de llevarse el premio colectivo equipos de Ponferrada, ahora hubiera algún tipo de consigna o confabulación para que se quedara en un colegio de la capital de la provincia. No creo. Pero lo que sí vi con estos ojos que la tierra ha de comerse es que hubo un equipo manifiestamente superior en cuanto a los requerimientos del concurso y que no se llevó el máximo galardón. Y que, aunque ya nada pueda arreglar la injusticia cometida sobre un ilusionado y trabajador equipo de niñas y niños de once años, el derecho al pataleo y la protesta ante lo que se considera una decisión claramente inicua es lo único que queda a quien ha sido espectador del mismo. No callar para que no se vuelva a repetir. Para que una iniciativa encomiable de la Consejería de educación no quede empañada por el negligente desempeño de un jurado provincial incompetente, sectario o ciego.