TRIBUNA
Non me veñais con gaitas, nin con dulzainas
N o hace falta traducir, está claro. Es lo que tienen los idiomas de ahora, antes considerados simples dialectos o hablas de andar por casa, por la tribu, por la aldea de montaña. En el barrio del «Otro Lado» o «La Cábila», se hablaba un «idioma», y en la plaza Mayor otro bastante distinto. No era fácil entenderse. En «O Fondo do Campo, o Campo Baixo» hablábamos el «Burbial», mixtura de castellano y gallego que, a veces, le dábamos deje francés para ligar mejor con las bellas señoritas que, merced al intercambio cultural, venían a pasar unos días con nosotros. En aquellos años sesenta del pasado siglo, divinamente nos comunicábamos en el jardín romántico, en los ríos, en la carretera de Puente de Rey, en el cine, en cualquier sitio bonito, agradable, llano o montañoso de la hermosa Villafranca, que entonces contaba cerca de siete mil habitantes y era cabeza de Partido Judicial. La verdad es que yo no quería, pero las cariñosas francesitas, como sabían que era poeta, casi siempre me llevaban, cogidito de la mano, para filosofar, meditar profundamente y hacer prácticas de anatomía. ¡Qué tiempos tan hermosos, de exquisita concordia espiritual y física! ¡Hospitalaria era la abierta cabaña de Leonardo, en las Vegas, y la finca de Alejo Sandes y el río, con tantos árboles que bauticé con el legendario nombre de «La Selva». Ahora no es así, ya no hay «guerreros del Burbia», y los listillo han cambiado tanto los afectos y los rituales comunicativos que se inventaron una cosa insípida que llaman «socializarse».
Medio siglo después de aquella gloria, el leonesismo social daba la razón al «erudito» de la capital provincial que sentenciaba que en Villafranca hablábamos «leonés». El docto señor, entonces pretendía ser dirigente de un partido leonesista, pero, al mismo tiempo, intentaba hacerse querer por el socialista, aunque finalmente acabó ocupando cargo y sueldo en el partido de la derecha popular. Sin embargo, yo sigue estando donde estaba, sigo siendo leonés, de Villafranca del Bierzo, no castellano ni gallego, y me sale caro. Si alguien lo duda es por no haber leído mi novela La Diosa del Cúa ni los artículos publicados, por ejemplo: ¿Qué idioma hablaban los reyes de León? , en Tribuna Diario de León del 10-2-2005; ¿Era leonés el maestro Mateo? , Tribuna Diario de León 30-3-2005 que muestra el interés de muchos eruditos gallegos para demostrar su nacimiento en Galicia, siendo en realidad leonés y, al servicio de nuestro rey Fernando II, haber creado la maravilla que es el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. ¿Por qué no lo ha investigado el leonesismo, o el Instituto Leonés de Cultura o el Instituto de Estudios bercianos?
Nuestros vecinos siempre quieren quitarnos algo, y lo van consiguiendo, por ejemplo con Ancares. Sépase que nunca fue «Los Ancares», siempre fue «Ancares»: Ancares del Bierzo, de León, que son únicos con esta denominación geográfica, ancestral (mis padrinos, Carlos Abella Rodríguez y Rosa Rellán Rellán, establecidos en Villafranca, eran de Pereda de Ancares). Ahora, por culpa del expansionista nacionalismo gallego, sin razón, y para aprovecharse turísticamente, también llaman «Ancares» a lo que siempre fue la limítrofe Sierra de Cervantes, en Lugo, de tal manera que ya circula por todas partes la denominación «Los Ancares», de León o de Lugo. Es injusto.
En el programa Cifras y Letras de la televisión de Galicia, sus nacionalistas presentadores tuvieron el cuajo de decir que Las Médulas eran gallegas, y también dedicaron un programa a su paisana Isabel de Barreto, magnificándola a tope, pero sin decir ni una palabra acerca de su esposo don Álvaro de Mendaña y Neira, hombre de mar, descubridor de las Islas Salomón, nacido en El Bierzo, concretamente en Congosto en 1542. Era sobrino de Lope García de Castro, también berciano, nacido en 1516 en Villanueva de Valdueza, en la Tebaida Berciana, y llegó a ejercer de Virrey del Perú. Está claro que El Bierzo ha dado personajes de mucho relieve, pero parece que hay más interés en ocultarlos que en sacarlos a relucir.
Todo el nacionalismo gallego es expansionista, en especial el de la izquierda, y es capaz de divulgar que Fray Martín Sarmiento no nació en Villafranca y sí en un pueblo de Pontevedra.
Las Edades del Hombre 2024 fueron concedidas a Villafranca antes de la Elecciones Municipales de mayo y de la Generales del julio. El PP pensaba ganar la Presidencia del Gobierno de España y, a nivel local el Ayuntamiento de Vilafranca. Como estos éxitos no sucedieron, entonces pensaron que sería mejor rectificar un poco, pero no se atrevieron hasta que los galleguistas de Fala Ceibe pidieron que se celebraran conjuntamente con Santiago. De esta manera se «humilla» a Villafranca, y se alegra a los que trabajan sin desmayo para que El Bierzo sea una colonia gallega.
En casa nos divertíamos sacando a relucir refranes, cuentos, y acertijos. Una vez nos retamos para encontrar algún pueblo, monte, río, o cualquier otra cosa que acabase en «U». Y después de mucho pensar tuvimos que darnos por vencidos, pues sólo mi padre acertó con uno: «Sibanicú», y no lo dimos por válido al estar fuera de España, en la provincia de Camagüey, Cuba.
Mi memoria se va manteniendo gracias a los apuntes que sigo repasando. Valentín García Yebra, dijo: «Es perder el tiempo tanto tener curiosidad por aprender leonés como enseñarlo» (Diario de León, 23-1-2007)
El jesuita padre Eutimio Martino Redondo, considerado un sabio, al menos en León, afirmó mil veces que la toponimia es fundamental para conocer el nacimiento y la evolución de las palabras. Además de la filología, es primordial saber latín, griego y otros idiomas.
Toribio Fuente Cornejo, profesor de Filología Clásica y Románica en la Universidad de Oviedo (Ahora Uviéu, en Asturianu), ha publicado el libro titulado «Toponimia leonesa en el Camino de Santiago: de Astorga hasta o Cebreiro», en el cual cita al villafranquino Padre Fray Martín Sarmiento (discípulo y colaborar del Padre Feijoo) al analizar el nombre de Rabanal del Camino, y también menciona al berciano Valentín García Yebra al ver las posibles procedencias del nombre de Villafranca. En este erudito trabajo no he visto ni una palabra terminada en «U». Conozco bien la geografía del Bierzo, en especial la zona de la Somoza y de Ancares, y tampoco veo lugar, accidente geográfico, cantar, leyenda o dicho tradicional que tenga una palabra terminada en «U», esa «U» que es tal usual, emblemática y significativa en el asturiano y que, curiosamente y milagrosamente, parece que no ha traspasado la frontera de Asturias a este bajo Bierzo que está tan cerquita, tanto que hasta se dijo que Villafranca fue nacida por pastores asturianos que descubrieron el valle del Burbia cuando buscaban una vaca, muy lista, sin duda, que quería ver mundo y disfrutar de lo lindo.
Es evidente que el leones o llionés también ha decidido adoptar esta «U», hasta tal punto y extremo que está presente en gran número de palabras. ¿Esta forma de hablar es compatible con la Nodicia de Kesos? No quito ni pongo idioma, pero sí muestro este texto que dicen es «leonés»: «L’obxectivu d’esti trabayu yía amostrar rutas turísticas que recuerren los principales elementos tolos puebros del municipiu». Y sigue el extensú cumunicadu con palabras como Bierciu, feitu, contou, llibru, ayuntamientu, sabadu, turísticu, institutu, trabayu, teixu, municipiu, códigu, cursu, barbudu, conocimientu, castiellu, documentu, blancu, llobu, etc. etc.
¿Este idioma contribuye a la unidad de la provincia de León y su Reino? ¿Lo entienden y apoyan Zamora y Salamanca? También el gallego tiene palabriñas terminadas en «U», como botou, emprendeu, impresionou, seu, eu, chegou.
¿Es posible que el «Asturianu» sirva para unir a las personas de esta extensa provincia y del viejo Reino de León? Los dirigentes sí deberían atender mucho mejor a los que viven más alejados de la capital que, en algunos casos dista a 170 kilómetros. Seguro que sería más efectivo e integrador hermanar la ciudad de León con Villafranca. Valladolid no quiere entender a León, y más triste es que los leoneses de más arriba del Manzanal no entiendan a los leoneses del Bierzo y tampoco a los zamoranos y salmantinos. El leonesismo social y político, casi todo de izquierdas, parece que no ha sabido superar sus prejuicios, casi atávicos, y no tuvo conciencia ni valor para defender los toros, la Fiesta Nacional de España, que tanto ha significado y significa en Zamora y en la «charra» Salamanca «campera». El Archivo de la Guerra Civil Española estaba en la capital del Tormes, pero, a la fuerza, fue trasladado a la Cataluña separatista sin que los de «León solo» y «Viva León», herederos del gran Alfonso IX, se opusieran.
Está bien lucir los muchos pendones de León, la lucha leonesa, el mastín leones (que ahora se conoce como mastín español), recuperar algunas costumbres y viejas formas de vida, siempre y cuando sirvan para mejorarnos y sentirnos más felices, pero no vale todo, sobran algunos «inventos» o falsificaciones que ahora algunos pretenden hacer pasar como tradicionales. Es bueno estudiar, investigar lo máximo posible para saber lo que era todo aquello, por ejemplo «la covada», pero no para resucitarla y practicarla.
Arrojar una cabra desde el campanario pudiera ser cultura tradicional, pero no civilización.
Ahora ya no hay debate, el insulto sustituye al argumento. Todos queremos tener razón. Yo, al menos, intento ser educado cuando opino, y pretendo mostrar otras mentalidades que no están dentro de la corriente política e «intelectual» que nos somete.
Con toda Burbialidad.