TRIBUNA
La polarización de la política española
L a polarización de la política constituye un tema de actualidad tanto en España como en otros muchos países. La polarización política, como fenómeno que «se orienta en dos direcciones contrapuestas», según la RAE, y en función de una ideológica, es cada vez más frecuente en nuestra sociedad. Basta echar una ojeada a los medios de comunicación o prestar atención al vocabulario utilizado por los políticos para reconocer que es un término de moda. Se dice, por ejemplo, que una campaña electoral está polarizada, que un líder fomenta la polarización o que hay una fuerte polarización ideológica entre los partidos. No obstante, este término sigue siendo un concepto desconocido para muchos; por ello, vamos a aportar algunas claves que ayuden a comprender mejor esta realidad y su importancia.
Cuando en ciencias sociales se habla de polarización política se refiere a la división que existe en una sociedad entre individuos o grupos por motivos políticos. En el ámbito de la política, se entiende tradicionalmente que la polarización se basa en criterios ideológicos, es decir, que los partidos políticos se agrupan entorno a diversas ideologías contrapuestas. Cuanto mayor es la distancia que separa las posiciones de los partidos, mayor es el nivel de polarización. Otra modalidad de polarización política es la afectiva, que se basa en las diferencias de sentimientos que generan los partidos y sus líderes. Se trata de una contraposición entre los sentimientos que generan los líderes y los votantes a favor del partido con el que se identifican, y los sentimientos desfavorables y de hostilidad hacia los líderes y votantes de los partidos con los que no se identifican, como dice Luis Miller en su artículo La polarización política en España , en Papeles de relaciones ecosociales y cambio social . Los datos sobre la polarización afectiva en España son muy escasos, pero todo apunta a que es un fenómeno es expansión. Teniendo en cuenta el intenso clima de confrontación entre las fuerzas políticas españolas en nuestros días, es previsible que la polarización ideológica y la afectiva estén creciendo e incluso radicalizándose de forma significativa, llevando a afirmaciones como: «O el cambio y progreso con nosotros, o el caos y el retroceso con los otros».
Por lo general, cuando se utiliza el término polarización se piensa en una situación negativa. Pero no necesariamente la polarización tiene que ser vista como algo negativo. Estudios recientes han mostrado los efectos favorables de la polarización ideológica en diversas direcciones: hace aumentar el compromiso político y la participación electoral, ayuda a ampliar el nivel de democracia. Sin embargo, el aumento de la polarización ideológica y afectiva en España está generando una preocupación por sus efectos negativos, como señala Miller en su artículo antes citado. Una alta polarización política hace muy difícil que los políticos alcancen acuerdos y compromisos, lo que desencadena importantes efectos negativos, como ha sucedido en la política española de los últimos años. Por ejemplo, la necesidad de tener que prorrogar los Presupuestos del Estado en varias ocasiones, por falta de consenso para su aprobación. Una acusada polarización entraña también el riesgo del favoritismo político que con frecuencia lleva a la corrupción. Los contextos de división y enfrentamiento generan pocos incentivos para que los políticos y los gobiernos tomen decisiones pensando en el conjunto de la ciudadanía. Tales contextos animan, más bien, a que los políticos adopten decisiones que respondan a los intereses del propio líder y de sus votantes.
Otra consecuencia negativa que se puede dar es que, en situaciones de polarización extrema, los políticos y los ciudadanos estén dispuestos a tolerar algunas prácticas antidemocráticas. Los datos de opinión pública disponibles nos dicen que los votantes leales de los partidos han comenzado a asumir que en política «todo vale», incluso la mentira y la corrupción, frente al adversario político, al que se le responsabiliza de todos los males del país.
Frente a la estrategia polarizante que se está imponiendo en nuestra sociedad, es necesario tender puentes. Si la polarización consiste en centrarse en el propio grupo, ignorando a los otros, tender puentes consiste en tener en cuenta a los otros y trabajar con ellos para buscar formas de programación y realización de proyectos comunes. Para ello, es necesario ver a los otros como colaboradores legítimos dentro de la sociedad y como posibles coautores de proyectos compartidos. También es necesario tener en cuenta que en muchas cuestiones las partes «opuestas» no están en polos de opinión opuestos. A veces quieren llegar a alcanzar un mismo fin, pero de forma distinta. Lo que es evidente es la necesidad de crear espacios de diálogo y que los líderes políticos abandonen las prácticas polarizantes, para que no se erosione la democracia y se pueda realizar un proyecto de sociedad inclusiva en la que se garanticen los derechos y libertades de todos los ciudadanos.