TRIBUNA
Las Hermanas de la Caridad en Filipinas
En Castilla y León (Valladolid, León, Salamanca, etc.) existen importantes archivos religiosos (agustinos, jesuitas,.....) que han permitido a muchos historiadores obtener datos para el estudio de la labor ejercida por España en Ultramar y sobre todo por las congregaciones religiosas, como es el caso que aquí comentamos de Filipinas sobre la educación de la mujer en el siglo XIX, protagonizado por las Hermanas de la Caridad (Hijas de San Vicente de Paul) que tienen su Casa Provincial en León. Son datos que sintetizamos de las investigaciones realizadas por Encarnación Alzona que se pueden ver en la obra: Filipinas. Su glorioso pasado (Año 1962. Departamento de Educación de Manila). Su publicación en un país colonizado y evangelizado por España, no hay que olvidarlo.
El colegio de niñas más antiguo que se conoce en Filipinas es el de Sta. Isabel. Data del año 1632. Fue fundado por la Sta. Hermandad de la Misericordia para asilo de huérfanas pobres de los españoles allí instalados. Sabemos que el Gobierno peninsular no descuidó la educación de la mujer filipina, así el Real Decreto de 20 de Diciembre de 1863 disponía “el establecimiento de escuelas de niñas en cada pueblo”, de ellas, la principal fue la de Manila cuyos gastos eran sufragados por el Ayuntamiento. Además, existieron otras pero con un carácter privado. Antes de esta fecha la educación de la mujer era insignificante.
La puesta en vigor del Decreto permitió la llegada a Manila de dieciséis hermanas de la Caridad, seis de ellas con el objetivo de regentar la Escuela Municipal del Ayuntamiento de Manila, después de un acuerdo entre el Gobernador General y el Arzobispo de esta ciudad para ser dirigido por esta congregación. La primera Superiora fue sor Tiburcia Ayanz. Comenzó su labor en 1864 en un edifico de la calle Arzobispo y mucho más tarde, en 1892, se trasladaría a otro de mayores dimensiones en la calle Victoria. Desde aquella fecha se perfeccionó la instrucción de las jóvenes filipinas. En 1866, otro establecimiento que se les encomendó fue el Beaterio de Santa Rosa, fundado por la madre Paula de la Santísima Trinidad de la Tercera Orden de Santo Domingo. Cuando las Hermanas de la Caridad se hicieron cargo del edificio, estaba prácticamente destruido por el terremoto de 1863, siendo reparado inicialmente por la Superiora sor Eustaquia Lara y acabado por su sucesora Josefa Núñez.
La directora de la Escuela Municipal del Ayuntamiento de Manila fue Sor María Ibarra, perteneciente a la familia guipuzcoana de los Ibarra. Conocedora de los planes de estudios franceses los introdujo en Filipinas en 1892. Constaban de tres clases: ínfima, media y superior y en ellos se daba preferencia a la lectura y escritura española, aritmética, geografía e historia, higiene, urbanidad, labores y sobre todo a la doctrina cristiana. De hecho sabemos que en esa fecha, había en Filipinas 2143 escuelas de Primera Enseñanza, de las cuales, 1091 eran de niñas y 1052 de niños.
El obispo dominico de la provincia de Nueva Cáceres, Francisco Gainza, encargó a las Hermanas de la Caridad la Escuela Normal para la formación de Maestras, creada por R.O. de 11 de Marzo de 1892. Su primera Superiora fue Francisca Sales de Montoya que dio gran prestigio a la Normal femenina. Hubo otras instituciones religiosas que centraron su actividad en ayudar a las mujeres españolas y sobe todo filipinas, con un objetivo básico, potenciar el número de maestras: Religiosas Agustinas de la Asunción, Tercera Orden de Santo Domingo, Beaterio de la Compañía de Jesus, etc.
También se le encargaron a las monjas de la Caridad centros de beneficencia, entre ellos: el Asilo de San Vicente de Paul (Manila), el Hospicio de San José (isla de la Convalecencia), Hospital de San Juan de Dios (Cavite), etc. Cuando los norteamericanos entraron en Manila en 1898, las Hermanas de la Caridad eran muy queridas y tuvieron una gran fama entre los filipinos, por la labor tan extraordinaria que realizaron desde su permanencia en el Archipiélago. Es un hecho históricamente admitido que, el avance socioeconómico y religioso de Filipinas, único país oficialmente católico en Extremos Oriente, se debe en gran parte a las congregaciones allí establecidas, desde la llegada de Legázpi (siglo XVI) hasta el año 1898, en que Filipinas pasó a manos norteamericanas.