TRIBUNA
El ritual de Las Cabezadas
El escenario del acto conocido como ‘Las Cabezadas’ es el claustro de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro. Y está concordado por las legacías municipal y canonical que se reúnen unos días antes, primero, en las dependencias isidorianas, y, después, en las casas consistoriales sitas en la plaza de San Marcelo, edificio que es la sede oficial del Excmo. Ayuntamiento de León.
‘Las Cabezadas’ es una estampa histórica y legendaria. Para llevar a efecto su realización, la municipalidad designa un síndico y el cabildo isidoriano, un capitular. Uno y otro, en tres intervenciones orales, efectúan la defensa de sus tesis con firmeza y convicción. De esta suerte, el cirio de arroba bien cumplida y las dos hachas de cera que el munícipe entrega a San Isidoro a modo de oferta y, por ende, de ofrenda voluntaria, son recibidos por parte del representante canonical, únicamente, en condición de foro, es decir, de deuda u obligación de preceptivo cumplimiento por parte del dador. No hay acuerdo, por supuesto. Y los secretarios de ambas instituciones levantan las actas correspondientes, cada uno de conformidad con la defensa de sus postulados. Y hasta el año que viene.
En esta edición, la municipalidad estará representada por el concejal de Régimen Interior, Movilidad y Deportes, Vicente Canuria Atienza, y el cabildo isidoriano, por el canónigo Manuel García González. Como curiosidad al margen, subrayar que en el ceremonial de ‘Las Cabezadas’ celebrado el 29 de abril de 1984, hace por tanto cuarenta años, los ediles comenzaron a utilizar la banda identificativa de su rango, donde destacaban los colores de la bandera nacional. Desde el 3 de octubre de 2021, fecha en que se celebró la fiesta de ‘Las Cantaderas’, y previo acuerdo plenario, emplean la actual banda donde predomina el color púrpura, es decir, el color imperial, utilizado por primera vez por Alfonso VII, el Emperador, el mismo color que exhibe el Pendón Real de León, enseña que se custodia en el despacho de la Alcaldía y tiene honores de Capitán General.
Los antecedentes del ceremonial de ‘Las Cabezadas’ se sitúan en 1158. Y tiene sus orígenes de una procesión de rogativa. El P. Risco, [ Historia de la ciudad y corte de León y de sus reyes, 1792, pg. 55 y 56], lo resume de este tenor: «A causa de una grande y larga sequedad, sacaron en procesión el cuerpo de San Isidoro, y le llevaron hasta cerca de Trobajo del Camino [a] dos millas de la ciudad. Lograron repentinamente el beneficio de las aguas; pero el cuerpo del santo se hizo inmoble, hasta que por las oraciones de la muy religiosa Infanta y Reina Doña Sancha, hermana del emperador Don Alonso [Alfonso VII], se hizo tan leve, que se dejó llevar de cuatro niños con admiración de todos los circunstantes. Para memoria de este prodigio, se fabricó en aquel lugar [esto es, en Trobajo del Camino] una ermita que se dijo de San Isidro del Monte, a la cual acudían muy de continuo los pueblos cercanos, a pedir remedio para sus necesidades».
Sancha Raimúndez, la infanta-reina doña Sancha, primogénita de la reina de León Urraca I y de Raimundo de Borgoña, conde de Amerous, era tía del rey leonés Fernando II. Durante tres días veló y ayunó junto al pueblo fiel por los hechos que se exponen, impetrando el favor de San Isidoro de esta guisa: [ España Sagrada , XXXV, pg. 213]: «Oh, muy amado esposo, óyeme ahora, y duélete del pueblo de León que llora por verse desamparado de tu ayuda y compañía». Fallecida el 28 de febrero de 1159, está sepultada en el Panteón Real de la Colegiata Basílica de San Isidoro, a quien consideraba como su «muy amado esposo». Murió doncella. Sus restos mortales permanecen incorruptos. En su epitafio se grabaron calificativos de este tenor: «Espejo de España, belleza del orbe, gloria del reino, culmen de justicia y cumbre de piedad, conocida en todo el mundo como santa por sus méritos».
Minutos antes de las doce de la mañana del día señalado, este año el domingo día 28 de abril, de conformidad con el protocolo establecido, el Ayuntamiento de León, «en forma de ciudad», se dirige a la Basílica dedicada al Doctor de las Españas. El Pendón Real de León, portado por el miembro más joven de la corporación municipal, ocupa lugar de preferencia. La municipalidad lleva las mencionadas dos hachas de cera y el cirio de arroba, éste miniado con la imagen de San Isidoro y el escudo de León.
Apenas ha iniciado la andadura, la comitiva se detiene y el alcalde de esta antigua capital del Viejo Reino hace entrega al párroco de la iglesia de San Marcelo, que ya aguarda en la puerta sur del templo dedicado al patrón de la ciudad, otras dos hachas de cera, en concepto de limosna, tal como establece el Marqués de Fuente Oyuelo, en el capítulo XXXII de las Políticas Ceremonias . Luego, los munícipes reorientan sus pasos hacia dicha Basílica, deteniéndose en la plaza a la espera de que haga acto de presencia en el atrio el Cabildo Isidoriano. Son testigos de excepción las autoridades eclesiásticas, civiles, militares y académicas, las damas y caballeros de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, así como un numerosísimo público.
A la hora convenida, los emisarios municipales —el edil de más edad, la secretaria del Ayuntamiento y el Intendente de la Policía Local— van en busca del abad isidoriano, situado ya con su cabildo en la Puerta del Cordero, que, con ellos, viene luego al encuentro del Corregidor. Tras los saludos pertinentes, tomados del brazo, ambas autoridades se encaminan hacia el claustro procesional. Hasta allí les siguen, interpolados, ediles y canónigos.
Una vez efectuadas las referidas intervenciones del síndico y el capitular, el alcalde de la ciudad de León entrega al Abad de San Isidoro el cirio y las dos hachas. Una escultura en bronce, obra del escultor asturiano José Luis Fernández, fechada en 1999, en la plaza de San Isidoro recoge la escena. Después, se celebra la Eucaristía. Y, finalizada ésta, en el momento de la despedida es cuando se producen las clásicas ‘Cabezadas’, tres notables reverencias del cuerpo y de la cabeza, la última de ellas con la mano puesta en el corazón.
Mientras el cabildo isidoriano se mantiene en los límites del atrio, los miembros de la corporación municipal, siguiendo las indicaciones del corregidor de la ciudad, que golpea con su bastón en el suelo cada vez que se alcanzan cada una de las tres rayas blancas pintadas en la plaza, se vuelven, inclinándose, como he dicho, en señal de cortesía, en tres ocasiones. La comunidad canonical hace lo mismo, pero sin abandonar el atrio. En los límites de éste, curiosamente, el abad deja en el aire su pie derecho, por supuesto, sin apoyarlo, y de este modo revela los confines de su jurisdicción.
La fiesta cívico-religiosa de ‘Las Cabezadas’ está revestida de solemnidad y policromía. Entrañada en el imaginario de los leoneses, es una de las más señaladas tradiciones de esta antigua Ciudad Imperial, que es Cuna del Parlamentarismo.