TRIBUNA
80 años de ‘Espadaña’
En mayo de 1944 sale a la luz el número 1 de la revista Espadaña , — revista de poesía y crítica— aunque en el primer número se declara —a modo de editorial— como de poesía y verdad, firmado por el promotor, el sacerdote González de Lama que dice: «… la poesía se siente en, con y por el ápice de alma. En ese cogollo íntimo donde, patentemente, palpitantemente, se oculta el yo…» concluyendo, que «la poesía no se define, la poesía es».
Recién acabada la guerra civil no estaban los tiempos para juegos florales, a pesar de todo aparecen algunas revistas de poesía como Escorial o Garcilaso que junto a Espadaña forman la primera trinchera —digamos inconformista— de las nuevas letras. Desde la Biblioteca Azcárate se forma una tertulia que bajo la égida de González de Lama, es dirigida por Victoriano Crémer o por Eugenio de Nora.
No obstante hay varias tendencias o ideologías. Baste citar la colaboración de López Anglada (militar de carrera): «Puños de niebla y sueño van machacando párpados/para que entre la noche más allá de la carne/ Manos oscuras siembran silencio, ¡Oh, qué silencio/ tan macizo de sombra agrandando la noche!». Por otra parte, Eugenio de Nora escribe una carta de Dolores Ibarruri: «Y esto es lo que quiero decirte, camarada./ Hay sufrimiento pero también hay lucha» ( No he de callar… 44).
Por aquellos años proliferan las revistas literarias. En León y por lo alumnos de bachillerato Padre Isla se edita una revista en papel prensa: Nosotros, donde hacen sus primeras armas los futuros periodistas; tal es el caso de Afrodisio Ferrero que, desde su primer soneto, colabora actualmente en las páginas de Opinión de este Diario. En el ámbito universitario se editaba una revista, Arco , en la que se publicaban textos de Unamuno, Lorca, etc. Y al lado (Ordoño II, 1, 1º) una Revista Oral en la que se leían en público obras de Miller, Valle Inclán, Alfonso Sastre, etc. No dejo de citar la anécdota que ocurrió con la censura. Había que pedir permiso para leer obras prohibidas y, en este caso, se solicitó por escrito al Gobierno Civil autorización para la lectura de La barca sin pescador de Casona. La contestación fue que se prohibía la lectura en público de la La barca del pescador. Leyose y no hubo nada.
En la etapa de los años cuarenta pasan por Espadaña una pléyade de poetas de los más granado de la época, tales como César Vallejo, Miguel Hernández, Lorca, José Hierro, Neftalí Reyes (Pablo Neruda, Premio Nobel), como también el Nobel de Literatura Vicente Aleixandre. De Neruda en el número 25: «Era España tirante y seca, diurno/ temblor de son opaco/ llanura y nido de águilas, silencio/ de azotada intemperie». «Piedra solar, pura entre las regiones/ del mundo, España recorrida/ por sangre y metales, azul y victoriosa/ proletaria de pétalos y balas, única/ viva y soñolienta y sonora». De Vicente Aleixandre en el número 34: «Oh moche oscura. Ya no espero nada./ La soledad no miente a mi sentido./ Reina la pura sombra sosegada». Y un jovencísimo Gamoneda (Más tarde Premio Cervantes) se expresaba: «Dios sabe que tengo veinte años,/ que yo puedo decir que ya he vivido,/ que yo puedo decir cosas amargas/ y no he mentido». También alguna alusión localista. Tal Sonata a la Señora la Blanca de Alfredo Carvajal: «Y Nuestra Señora,/ en su trono excelso, sonríe serena/ sabiendo que es,/ la Virgen Blanca/en el alma/ y en la faz…».
Sobre Espadaña , publicaba Víctor García de la Concha: «Para que haya poesía, según los espadañistas, ha de producirse, ante todo, una creación estética del contenido, de lo que se ha llamado el fondo, en el molde de la idea expresa. Y aún requiere la poesía un ulterior tratamiento estilístico en su forma más externa… y de un corte clásico». Nosotros diríamos que sin música ni ideas, es como un tambor sin el acompañamiento de la dulzaina.
El grupo de Espadaña se caracterizó por un talante inconformista y con la publicación de unos valores poéticos que fueran una contraposición a la tónica imperante de la postguerra. Y así los expresaba González de Lama en el número dedicado a Rilke: «¿Quién nos dirá la síntesis, en una poesía hervorosa y, no obstante grata, fluida, bella? El auténtico poeta es aquel que sabe calar hasta el subsuelo de la realidad en busca del metal precioso y luego dárnoslo labrado, bruñido, rutilante. En una palabra, clasicismo. O más sencillamente, poesía». Lo dejó dicho Aleixandre: «El poeta no es más inconsecuente que los demás hombres. Lo que pasa es que, sujetado en el poema, cada latido desalojadoramente, se eleva hasta el canon».
Estamos —no hay que olvidarlo— en los años de la postguerra, época de hambre, de racionamiento y también de censura. No obstante se atisba un conato de poesía social y de cierto olor a la patria soñada. «¿A dónde vas, España grave?/ Mis manos te levantan./ ¿Adónde vas por el azul espacio?/ Altísima, navegas solitaria», que diría Carlos Bousoño. O La España Mía de Eugenio de Nora: «Deja, España, que te defienda/ que arroje a tu amor mis palabras/ sin odio, puras y sin muerte/ pero tibias de sangre cálida/ ¡Diga mi voz que te quiero/ como un eco de cuantos te aman!»
Decía Victoriano Crémer que «estaba escrito y prescrito el final de la aventura (…) murió Espadaña mucho antes de que los nuevos soles alumbraran las enlutadas tierras de España». El último número se publicó en el año 1951.