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TRIBUNA

FRANCISCO J. LÓPEZ RODRíGUEZ
Profesor jubilado de FP

Quienes eran los buenos y los malos en la II República

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Con frecuencia los medios de comunicación rescatan episodios relacionados con la guerra civil, para desempolvar un conflicto que urdió el general Franco que abocó en una guerra contra la II República y que, ganada por los sublevados, se cometieron muchos crímenes contra aquellos que defendieron la legitimidad republicana. Por tanto, estos eran los buenos y los partidarios del general Franco, los malos.

Desempolvar una guerra que sucedió hace 88 años es reavivar odios y rencores y, sobre todo, a las nuevas generaciones. Algunos, que vivieron aquel conflicto, son los primeros, salvo contadas excepciones, que dicen es mejor olvidar. Olvidar fue la promesa de aquellos que regresaron a España para iniciar un nuevo camino en el que se encuentren todos los españoles y sea solo un mal recuerdo y quede en olvido.

Un hecho vino a resucitar el conflicto. Al asumir la Presidencia del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero no tiene otra aspiración que vengar la muerte de su abuelo por los sublevados. Para ello, elabora una Ley de Memoria Histórica que desenfunda la República y pretende resarcirse y vengarse de todos los daños ocasionados por los sublevados y, entre otros objetivos, rescatar de las cunetas los cuerpos de aquellos que fueron fusilados por el bando de Franco.

Es muy lamentable que la muerte de un familiar se eleve a la categoría de Estado y se dote de presupuestos para rescatar a aquellos que no se sabe dónde están. Puede ser que estén en algún cementerio, prados, cunetas etc. Es legítimo saber donde reposan los restos de desaparecidos y, si se localizan, entregarlos a sus finados.

La izquierda está imbuida de una paranoia mental ya que no se explica que aquí el que sufre y es depositario de la libertad es el socialismo y el comunismo. Los demócratas de derechas, las monjas, los frailes, los curas, los seglares, son fascistas. No padecen ni sienten, porque ya sabemos el lema de la izquierda, todo lo que está a su derecha es ultra.

Otro presidente, socialista, el mejor de los presidentes que ha tenido y tiene España, si digo el mejor, para joder España, por emular al Conde Romanones, cuando dijo ¡Joder qué tropa! por nombre, Pedro Sánchez Castejón, aprueba una nueva Ley de Memoria Democrática. Esta es un remate dislocado para poner patas arriba una historia que los españoles no es que la hayan olvidado es que no saben si existió Franco y qué hizo.

Se trata de remover la mierda para que las nuevas generaciones se enteren de que existió un general, que se sublevó contra la legalidad de la II República y que empezó a sacar la metralleta y arrasó con todo lo que se ponía por delante. Sí, era el malo de la película. Los otros eran los buenos. Los de la II República: Manuel Azaña, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Santiago Carrillo, La Pasionaria y demás ralea eran muy buenos. Tan buenos que fueron responsables de la muerte, asesinatos, torturas y vejaciones de más de diez mil religiosos, religiosas, sacerdotes y no sé cuántos miles de seglares por profesar la religión católica. Quemaron y destruyeron miles de conventos y edificios religiosos e iglesias. Destrozaron un patrimonio cultural, solo y llanamente, por ese odio a la religión que instigó a los socialistas y comunistas.

Eran santos comunistas, adornadas sus cabezas con coronas de laurel premiados por matar, vejar, martirizar y descerrajar sus pistolas contra todo aquello que se moviera a su derecha.

Las masas populares, revestidas bajo la denominación de milicianos, consideraron que la calle era suya y que era el momento de poner en juego sus impulsos revolucionarios. El único enemigo era la Iglesia y sus representantes. Todo lo que oliera a religión había que combatirlo y eliminarlo.

Empieza en España y, ante la pasividad de todos sus dirigentes de la II República, la persecución religiosa. Bajo el signo republicano, sus dirigentes cometieron las mayores vejaciones y crímenes que se conocen. Fue la mayor persecución religiosa de todos los tiempos.

La Historia está ahí. Solo hay que consultarla y los que reciben subvenciones para hablar de las maldades del franquismo, también debería hablar de las maldades y crimines del Frente Popular.

Antonio Montero en su obra Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939 nos describe, con detalle, la muerte de miles de religiosos, sacerdotes y católicos solo por ser creyentes. Muertes, llevadas a cabo por milicianos con anuencia del Frente Popular.

Los disturbios en Madrid contra la Iglesia y el estamento religioso fue una constante porque se afirmaba que apoyaba el levantamiento franquista.

La quema de conventos e instituciones religiosas fue el primer inicio. Había que poner freno a estos desmanes. Mientras ocurrían los sucesos, el Gobierno estaba reunido en Consejo de Ministros. Miguel Maura planteó la necesidad de sacar a la Guardia Civil. Eso, no, exclamó Azaña, todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano. He dicho que me opongo a ello, decididamente, amenazó Azaña, y no continuaré un minuto en el Gobierno si hay un solo herido en Madrid por esa estupidez.

Escritores como Ramón María del Valle-Inclán al diario, La Luz, en enero de 1934, se pronuncia sobre la quema de conventos, y comenta: la verdad es que en Madrid no se quemaron más que cuatro birrias que no tenían ningún valor. Lo que faltó ese 14 de abril de 1931, y yo lo dije desde el primer día, fue coraje en el pueblo para no dejar ni un monumento en pie.

Uno de los instigadores era «el bueno» de Francisco Largo Caballero, jefe de los milicianos. Ante las elecciones de 1936 decía: Si a la derecha no se la vence en las urnas, se la vence con la revolución y las armas. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos. Esto significa que, si en las elecciones de 1936 hubiera ganado la derecha, la guerra era inevitable. Otro revolucionario la habría iniciado.

Otro buen socialista era Indalecio Prieto. Siempre le acompañaba una pistola como símbolo de poder por si era necesario usarla para combatir a los demócratas. Dos personajes al estilo de Lenin y Stalin.

Un dato que merece ser destacado y habla de los buenos comunistas y socialista que no torturaban ni mataban fue el de los asesinatos que se cometían en Madrid contra el clero, órdenes religiosas y seglares. Las víctimas, en ocasiones, no eran enterradas en cementerios, sino eran el alimento de las fieras del zoo, tal como consta en documentos y testigos y así hay una afirmación que dice: en el zoo madrileño, en 1936, los republicanos arrojaron a personas vivas a los animales hambrientos para que fueran devoradas. Hecho que se basó en las persecuciones religiosas de las primeras etapas de la era cristiana cuando los emperadores romanos, presenciaban como los cristianos eran arrojados a las fieras en el recinto del Coliseo.

Se calcula que los buenos milicianos protegidos por el gobierno republicano incendiaron unos veinte mil templos, iglesias, colegios, conventos e instituciones religiosas. Con estos incendios se llevaron por delante un veinte por ciento del patrimonio artístico religioso.

He elegido, al azar, dos casos de vejaciones y torturas cometidas por los milicianos para demostrar «la bondad» de unos personajes que se califican por sí mismos. El término salvaje puede ser el más apropiado. El diccionario no hay palabras para calificar a quienes instigaron y cometieron tantos crímenes.

Qué buenos eran los milicianos. Uno, sucedió en Riudarenas, comarca de la Selva, Gerona. Detuvieron a dos monjas, Rosa y Magdalena que eran hermanas. Las llevaron a un bosque, las desnudan, las violan y les pagan los servicios, empalándolas. Para finalizar, les introducen los cañones de sus pistolas en la vagina hasta la empuñadura y, continuación, disparan para poner fin a un salvajismo, superior al de unas fieras hambrientas.

Otro, en Asturias. Un testigo de la guerra civil y de aquellas bestialidades cometidas contra todo que sonara a religión, el que suscribe, siendo estudiante, me contaba que, en un convento del pccidente asturiano, cuando llegaron los milicianos, obligaron a los novicios, jóvenes de 18 años, que se preparaban para el sacerdocio, a salir al patio. Los introdujeron en un hoyo; los rociaron con cal viva y sus sufrimientos finalizaron con el tiro en la nuca.

¡Qué buenos eran los milicianos con anuencia de los dirigentes de la II República, tan buenos, tan santos que hoy son agasajados por una Ley que inventó un nieto de un represaliado!

Que los lectores juzguen: ¿si los comunistas o el Frente Popular, hubieran ganado la guerra hubiera quedado vivo algún miembro de la Iglesia o aquellos que profesaban la religión católica? Cuántos miles de españoles o millones hubieran desparecido. Pudiera ser que muchos que hoy deambulamos por este país, en libertad, no lo podríamos contar. No olvidemos que Stalin hizo desaparecer a veinte millones de rusos por no pensar igual que él. España hubiera sido un satélite de Moscú. ¿Cuántos millones de españoles hubieran sido aniquilados?

Tal ha sido el sacrílego estrago que ha sufrido la Iglesia, en España, que el delegado de los rojos españoles, enviado al Congreso de los Sin Dios, en Moscú, pudo decir ante «el bueno de Stalin» España ha superado, en mucho, la obra de los soviets, por cuanto la Iglesia, en España, ha sido, completamente, aniquilada.

Según lo mencionado, los republicanos eran muy buenos y todos los que no pensaban como ellos, muy malos. Pues yo digo que ninguno era bueno, pero en la escala de torturas, los lectores juzguen quienes estaban a la cabeza del pelotón.

Un dato que merece ser destacado y habla de los buenos comunistas y socialista que no torturaban ni mataban fue el de los asesinatos que se cometían en Madrid contra el clero, órdenes religiosas y seglares. Las víctimas, en ocasiones, no eran enterradas en cementerios, sino eran el alimento de las fieras del zoo